Oposición significa desconcierto

Indudablemente, una de las cuestiones fundamentales planteadas
en esta etapa de profundos cambios que experimentan el Estado y la sociedad
venezolana, es que la racionalidad se imponga sobre el odio visceral de
algunos sectores y actores de la vida nacional y se logre un clima de
convivencia política y paz social.
Es vital para el sistema político venezolano que cada sector
desempeñe el papel que realmente le corresponde. Los partidos políticos, los
grupos económicos, los gremios profesionales, las organizaciones sindicales
y los medios de comunicación social, inclusive las instituciones religiosas,
deben retomar sus espacios y funciones naturales, las cuales deben estar
orientadas a reforzar el sistema de valores de la sociedad, a fortalecer
nuestra identidad e integridad como nación, a respetar la voluntad del
pueblo soberano y las reglas del juego democrático. Nada de medias tintas,
ni mucho menos el juego de la doble moral.
Triste decirlo, pero los sectores nombrados se agruparon de
manera perversa para destruir el sistema democrático y atentar contra la
tranquilidad y seguridad de todo el pueblo venezolano. Los hechos son claros
y evidentes: un Golpe de Estado, que permitió la instalación de una atroz
dictadura que eliminó la Constitución Nacional, disolvió los poderes
públicos y persiguió y violentó los derechos humanos; y un sabotaje contra
la industria petrolera, que causó graves daños a la economía nacional, con
consecuencias graves para la tranquilidad y el bienestar del pueblo
venezolano.
Lamentablemente esas fuerzas están allí, dispuestas a cumplir
su objetivo, que no es otro que destruir las instituciones democráticas. No
es exagerado afirmar que en el país existen corrientes políticas y
económicas poderosas, que insisten en forzar salidas violentas para
adueñarse del poder, e instalar un gobierno que responda sólo a los
intereses de las elites.
Y ello es así, porque a pesar de las derrotas sufridas, estos
sectores opositores siguen sembrando el odio y el caos, jugando a lo
imprevisible y apostando a la ruptura del orden constitucional.
Innegablemente, todo esto se convierte en un cóctel peligroso que amenaza la
estabilidad política, que puede conducir a situaciones más peligrosas como
la guerra civil, por ejemplo.
De allí insistimos, debe haber una reorientación en cada
unos de estos sectores, para que no continúen causando más daño a la
patria. Lo que está en juego no son sus intereses, sino el de toda la
nación. Entonces que se depongan actitudes y se trabaje sinceramente por
lograr la unidad nacional.
Es inconcebible que estos sectores opositores pretendan
quebrantar la voluntad general del pueblo, expresada reiteradamente de
manera firme, libre y democrática en sendos procesos electorales.
En ese sentido decimos que en el país existe una oposición que
significa desconcierto, pues a parte de no atinar ni en la claridad ni en la
oscuridad, irónicamente sucumbe en su propia precaried

*Politólogo.
Msc. en Ciencia Política


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Eduardo J. Marapacuto *


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