En el terreno de la investigación social y la filosofía cotidiana, hay una trampa silenciosa que acecha incluso a los más críticos: la creencia en lo obvio. Aquello que "todo el mundo sabe", que "es evidente", que "no necesita explicación", suele ser el punto de partida de muchas conversaciones, decisiones y estudios. Pero ¿y si lo obvio no fuera más que una ilusión compartida? ¿Y si lo evidente fuera solo una construcción cultural, una comodidad epistemológica que evita el esfuerzo de pensar?
La falacia de lo evidente
La sabiduría popular está plagada de afirmaciones que se dan por sentadas: "los pobres son pobres porque no trabajan", "la educación es la solución a todos los problemas", "la familia es el núcleo de la sociedad". Estas frases, repetidas hasta el cansancio, se convierten en axiomas sociales. Sin embargo, cuando se someten al escrutinio de la investigación social, revelan su fragilidad. Lo que parecía una verdad sólida se desmorona ante la complejidad de los datos, los contextos y las contradicciones.
En filosofía, esto se conoce como la crítica al sentido común. Wittgenstein, por ejemplo, advertía que el lenguaje cotidiano puede ocultar más de lo que revela. Lo que llamamos "obvio" suele ser el resultado de una sedimentación histórica de ideas, prejuicios y simplificaciones. En otras palabras, lo obvio es una construcción, no una evidencia.
Investigación social: entre lo supuesto y lo real
La investigación social especulativa tiene como uno de sus grandes desafíos desmontar lo que se supone evidente. El investigador no solo debe recolectar datos, sino también cuestionar los marcos desde los cuales esos datos adquieren sentido. ¿Qué se está midiendo realmente cuando se mide "felicidad"? ¿Qué se entiende por "violencia" en distintos contextos culturales? ¿Es la "democracia" un concepto universal o una etiqueta que oculta prácticas contradictorias?
Aquí entra en juego la postura especulativa: no se trata de negar la realidad, sino de abrirla. De imaginar otras formas de entender lo que parece cerrado. De sospechar de lo que se presenta como natural. Porque en ciencias sociales, lo natural rara vez lo es.
Lo obvio como obstáculo epistemológico
Aceptar lo obvio sin cuestionarlo es renunciar al pensamiento crítico. Es permitir que las estructuras de poder, los discursos dominantes y las inercias culturales definan el marco de lo pensable. En educación, por ejemplo, se suele asumir que enseñar es transmitir conocimientos. Pero ¿y si enseñar fuera más bien provocar preguntas? ¿Y si el aprendizaje no dependiera de contenidos, sino de vínculos, emociones y contextos?
Lo obvio, entonces, no es solo una comodidad intelectual. Es un obstáculo epistemológico. Un velo que impide ver lo que realmente está ocurriendo.
Conclusión: pensar lo impensado
Cuando lo obvio no es obvio, se abre la posibilidad de pensar lo impensado. De cuestionar lo que se da por sentado. De investigar no solo los hechos, sino las condiciones que hacen que ciertos hechos parezcan evidentes. En filosofía, en investigación social y en educación, esta actitud especulativa no es una extravagancia: es una necesidad.
Porque solo cuando nos atrevemos a decir "¿y si no fuera así?", comenzamos realmente a pensar.