Mis juguetes del recuerdo

Es verdad que aun me acuerdo de mis queridos juguetes, algunos fueron parte de mi infancia, como el precioso trencito rojo, que daba vueltas sobre sus rieles circulares chu cu chu cu, chu cu, chu cu, hasta que sin llegar a ningún destino, paraba al agotarse su cuerda, en alguna estación o destino imaginado, aquel trencito rojo nunca lo he olvidado. Todavía lo recuerdo a pesar de los tantos años que han pasado.

El trencito Rojo.

No recuerdo de donde vino, quien me lo dio, o me lo trajo un niño Jesús o Reyes Magos, nunca olvidados en la Navidad Cristiana. Tenía cuatro vagones uno para carga, dos para los pasajeros que iban a distintos destinos dando tantas vueltas en aquellos rieles que como un Mudo redondo marchan a tu destino que por alguna razón necesitas llegar.

Mis queridas metras, (canicas)

De colores cubiertos, las guardaba siempre como mi tesoro más preciado, en un saquito de tela blanca, si de aquellos saquitos de azúcar Blanca Nieves, se acuerdan los que fueron niños en aquellos tiempos. La gente pobre se hacía pantalones, camisas, sábanas y almohadas de aquella fina tela blanca , mamá con mucho cariño me hizo el saquito de tela, donde yo guardaba mi preciado tesoro, recuerdo que las contaba con frecuencia y que llegue a contar hasta quinientas entre (canicas) y bolondronas las grandes de colores como el Arco Iris, y una transparente como el agua, con un pequeño palito en su centro, que no se si la gane en algún juego de canicas con con mis amiguitos, o vino en alguno de los saquitos pequeños de malla que vendían por entonces en las quincallas y que con frecuencia mi mama me compraba, a era como la llamaba, la punteadora y era mi preferida en los juegos como: el rayo, el hoyo, el círculo, o el de puntería.

El caballito de color cafe.

Otro de mis queridos y siempre recordado juguete, fue el de aquel precioso caballito de color café oscuro y cola blanca que lucia orgullosamente com el mismo color de las crines que adornaban su cuello, el caballito tenia un pequeño cochecito donde se montaba el que lo conducta con sus tres lustrosas ruedas de rayos movido por pedales como los juguetes de entonces y guiado por un correaje de cintas de cuero que lo guiabas al caballito donde yo quería, que lindo era mi caballito, se marcho un día de mi lado con mucha tristeza, creo que se enfermo y no pudo acompañarme mas en aquel tiempo.

Mis patines Winchester.

Pero si me dejan les contare de mis patines que en aquel tiempo de mi niñez, lucían orgullosos cuando me ponía a patinar con mis amiguitos y amiguitas Fernando, Eduardo, Carmen Iris, luciendo los patines la famosa entonces marca Winchester, recuerdo que sus ruedas montadas en rolineras era un lujo, para la época, y una llave grandota con la que me los sujetaba a las suelas de mis botines negros.luego me sujetaba a las piernas sus correas de cuero. Pero nunca fui a las patinatas de la Misa del Gallo que se daban en aquellos tiempos en el paseo Los Caobos, y es que ra muy chico para entonces para esto.

Mi querido triciclo.

Tampoco quiero dejar en el olvido mi preciado velocípedo de tres ruedas a pedales, cuánto te quise querido velocípedo, con tus dos ruedas pequeñas en la parte trasera y tu imponente rueda delante en medio con los pedales, tu asiento verde, tu manivela cromada y tus para pies, para llevar de pie a un amiguito asido a mis espaldas. En verdad disfruté este triciclo, lo malo es que muchos más grandes que yo se montaron en él, y muchas fueron las veces en que este velocípedo pintado de rojo paró en el soldador para reparar alguna pieza generalmente los pedales o el asiento.

Mi bicicleta Raleigh.

Un día de gran alegría para mis 9 años fue cuando vi entrar a papá con una impresionante bicicleta Raleigh inglesa deslumbraba de nuevo, sus manubrios cromados, el guardacadenas, un timbre y en la rueda delantera su cromado dinamo para la luz frontal.

Un hasta luego

Mis queridos amigos lectores, esta ha sido la historia que trae a ustedes lo que hoy recuerdo de mis queridos juguetes de cuando fui un niño, aunque hoy no ha dejado de serlo todavía a pesar de mis cabellos blancos como la nieve y el haber cumplido tantos años que no recuerdo o prefiero olvidar.

 



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José Juan Requena


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