No le ponía precio a su rol de abogado cuando se trataba de defender a un luchador.

Una mañana fui a su buffete en la calle Miranda de Maracay porque el diario El Aragueño me había despedido.

Me recibió la jovencita abogada Marisol Plaza con esa sonrisa de paloma blanca que enamoraba mortales. Tomó nota de mi caso y el Dr. Isaías me atendió como si me conociera.

Le dije, "Dr. No tengo con que pagarle y me cortó: Aquí no se le cobra a los que luchan".

Otra tarde lo encontré leyendo un libro en francés. Conversamos un poco en el idioma de Baudelaire y terminamos, invitado por él, comiendo arepas y hablando de los "poetas malditos" en El Cubanito... mirados de reojo por Carlos Tablante, el ex gobernador socialdemócrata que ambos habíamos denunciado, cada uno por su lado.

Combinaba la generosidad transparente de un monje tibetano con la irremediable pasión de un enamoradizo. Cultivó amantes como un holandés acaricia tulipanes.

Su renombre como político al lado de Hugo Chávez solapó su brillo de poeta, a la de altura del Chino Valera Mora, pero también al jurista de vuelo.

En 2001 presenté a un editor en Buenos Aires, un libro suyo sobre la teoría La Prueba.

El editor estaba sorprendido de que Venezuela produjera esa calidad de juristas teóricos, aunque no pudo publicarlo.

Cuando era Fiscal lo llamé para preguntarle que quería que le llevara y me pidió solo un ejemplar, de o sobre, Oliverio Girondo, el gran poeta argentino simbolista y surrealista del medio siglo sureño.

Se lo llevé y me agradeció como si le hubiera llevado un buen malbec.

En 1999 le publiqué una gran entrevista de dos paginas en el diario Clarín, cuando ese medio aún no era anti chavista y se vendia más que el resto en Argentina.

Se molestó y tuvo razón. El editor siniestro tituló mi reportaje " La mano derecha de Chávez ".

Lo entendí y me entendió.

Ese diario ya no tenia arreglo.

Cuando me metieron preso en 1988 por dirigir una ocupación de fabrica con secuestro del patrón, me sacó pero antes me preguntó si prefería un juicio para aprovechar la prensa.

Le dije que no. Habían más huelgas esperando y más fábricas por tomar.

Estábamos anunciando el Caracazo y no lo sabíamos!!

Tampoco me cobró un solo bolivar.

Nos acompañó en cuatro huelgas violentas más en Dimarco, Inelec y en el secuestro de Inspector del Trabajo cuando lo obligamos a firmar un derecho a huelga.

En su estudio me enamoré de la mujer que mejor amé en la Venezuela prechavista y pude conocer más al que luego sería el alma jurídica de la Constituyente de 1999. Fue el Robespiérre y Danton juntos en ese parto creativo .

Tenía la honradez de un niño y la gallardia política de un socialdemócrata con principios. A la altura de José Vicente, Allende, Olf Palme o Jean Jaurés.

Por eso fue maltratado durante la Constituyente de 2017, al volver de Roma, solo por decir lo que pensaba...

En 1991 cuando Maracay era un horno de conspiración bolivariana, cometí el error de rechazar su invitación a sumarme.

Yo era un cuadro político y sindical notorio en la ciudad y el me dijo que se requería la participación de alguien como yo para darle un curso más programatico al movimiento.

Un año antes había presentado mi libro Panamá, soberanía y revolución , contra la invasión a Panamá.

Quise ayudarlo a editar sus memorias literarias y su balance crítico de la Revolución Bolivariana, pero cayó recluido, víctima de esa maldición biológica llamada Cáncer y de la maldición política llamada soledad.

Fue aislado deliberadamente para impedir el peso de su opinión. Algo similar a lo que hacen ahora con Ma. Alejandra Díaz.

Hace tres semanas le pregunté a Marisol por él y me dijo que le había contestado un mensaje con esta brevísima nota patetica:

" Aquí, Marisol, viviendo esta cuota extra de vida "

Prolongaremos tu memoria en las luchas de los vivos, como pedía Marco Tulio en la Roma republicana.