Luis el viejo, como lo han conocido toda la vida, se trajo todas las ilusiones, una mujer y cuatro hijos, de su Apure natal a mediados de siglo pasado, cuando se instalaron los emporios industriales en las ciudades más importantes de Venezuela. Venía tras la oferta de que en la ciudad encontraría buena fuente de empleo y riqueza suficiente para vivir cómodo, además de darles educación a los hijos. Ignoraba, como todos los que se mudaron de sus tierras nativas a las ciudades que las empresas hacían esa promesa, porque que formaban parte del ejército de reserva y que en realidad las industrias nunca habían pensado en cambiarles el destino a ellos, sino que necesitaba mano de obra barata, con bajos sueldos y mucha explotación.
Luis el viejo se vino a Valencia, que tenía una de las concentraciones industriales más grandes del país, después de vender una de las dos reses que tenía, para cubrir los gastos mientras encontraba trabajo. En el conuco se quedó un hermano a cuidarlo. En Valencia encontró una casa en un barrio por Los Samanes y a los seis meses, descubrió que con los salarios de las industrias, también subieron los costos de todo, incluyendo los alquileres. Así que, comenzó a buscar una alternativa porque en alquiler se le iba el 25% del sueldo. Y fue el momento en que, ante la falta de propuesta de vivienda por parte del gobierno pues no tenía políticas para ello, comenzaron las invasiones a terrenos abandonados y la fundación de barrios, muchos de ellos incitados por la vieja dirigencia adeca.
Así que cuando le llegaron unos amigos de la fábrica y le dijeron que había un terreno que iban a invadir. A ese grupo se incorporó Luis el viejo, e invadieron un terreno que al parecer era parte de una hacienda abandonada hacía muchos años atrás, en la Valencia que entonces estaba dividida entre ricos y pobres, y los que vivían en el norte ni se asomaban para el sur, abandonados a la buena de Dios y alguna que otra obra que hiciera el gobierno, casi siempre adeco. En 1980 construyeron la avenida Cedeño, precisamente para dividir la Valencia del Rey, de la chusma. Ellos sabían que esa invasión traería problemas, porque siempre aparecía un dueño ficticio en conchupancia con algún juez corrupto, e intentaban sacarlos a punta de palos, peinillas y gases lacrimógenos. Pero luego de una semana de represión, los dejaron en paz. Todos los trabajadores, eran gente organizada. De los 40 invasores con sus familias, solo uno era de Carabobo. Los demás venían de Barinas, Apure, Yaracuy. Táchira, Mérida, Trujillo, incluso del muy distante oriente, y hasta de Guayana. Así que en las tardes, hacían planos, marcaban los espacios y establecían dónde irían calles y casas. Así se fundó el barrio en 1969. Encargaban a las mujeres para que fueran a reclamar la puesta de los servicios, incluso una escuela. Así que los primeros diez años del barrio, fue la etapa de la consolidación. Como todos trabajaban, fueron haciendo sus casas, y de forma colectiva, se apoyaban unos a otros. Así que Luis el viejo vio nacer y crecer a todos los muchachos que nacieron de los setenta para acá. Y como tuvo coqueteos con la izquierda, además de participar en acciones políticas, tiene un mínimo de formación, cuando todo militante estudiaba los célebres folletos de Marta Harnecker, conocidos como "Cuadernos de educación popular". Por lo que tenía una conciencia clara de lo que era un explotador y un explotado. Se había convertido en un destacado dirigente social que se movía para buscar cupos, ubicar cirugías para los vecinos, buscar medicamentos, incluso colectas para ayudar algún vecino en desgracia. Era también el carro del barrio. Ya para entonces Luis no estaba en ninguna fábrica, pero se había convertido en taxista de 7 a 4 de la tarde de lunes a sábado. Ya los hijos habían crecido. Solo una hembra estaba con ellos. Pero todavía ayudaba a los chamos
La llama de Luis el viejo se reavivó cuando Hugo Chávez ganó las elecciones y lo convocaron a participar, en las Mesas Técnicas, en los Consejos Comunales, en las cooperativas. Era un respetado militante del chavismo, pues todos lo querían y lo saludaban como Luis el viejo. Pero ya estaba en el eclipse de su vida, con 74 años, sin carro. Incluso, los chamos que él vio crecer, le daban una mano, o lo ayudaban en algo. Aun así, Luis era el jefe de la UBCH de su barrio, quien hace exactamente dos meses, fue operado de una hernia. Ya se le veía caminar cansado, mirar sin emoción, hablar decepcionado, pero irreductible, tanto que siempre ocupaba un ratico de malestar para encargarse de su responsabilidad como jefe de la UBCH.
Y Luis el viejo no sabía que ese era un delito.
El martes 29 en la tardecita, en plena efusión y desarrollo de la violencia, de personas drogadas y con ansias de sangre, con el cerebro reptil a millón, le llegaron a Luis quien venía entrando al barrio, porque su vecina de 50 años, viviendo uno al lado del otro, dijo que ese era el jefe de la UBCH. Como si ser jefe de una UBCH fuera un delito. Lo cierto es que lo maltrataron, le dieron empujones a un viejo de 75 años cuyo delito durante toda su vida, ha sido ayudar a la gente del barrio. Ellos, a los que alguna vez les consiguió un cupo en la escuela, ellos, a los que muchas veces montó en su carro para llevarlo en una emergencia a un hospital, ellos, los que cientos de veces fueron a su casa a que les dieran comida en tiempos de crisis, ellos, los que le pedían una colaboración a Luis para comprar una caja de cerveza o para hacer la sopa del barrio los domingos; ellos, esos chamos de antes, ahora los violentos de 30 y 40 años, iban a linchar a Luis el viejo, porque había cometido el delito de asumir un cargo, sin remuneración, para ayudar al barrio. "Así paga el diablo" dice el dicho. Así funciona el cerebro reptil, en donde se alojan las dos emociones más primitivas del ser humano: el miedo y la rabia. Es lo que explica que una chica de 22 años se atreva a hacer un video en donde dice que odia a sus padres porque son chavistas. Llevan 20 años recibiendo ese veneno, lo que corrobora la tesis de Goebbels: "una mentira dicha mil veces se convierte en verdad", porque la primera víctima del conflicto es la verdad.
Es posible que Luis, golpeado, empujado y vejado, lo esté pensando en este momento. Se salvó de vainita. Puede que cuando venga una nueva arremetida, ya no esté vivo para que lo empujen de nuevo.