¿Quién quiere ser socialista?

La pregunta no es capciosa, le conferimos un alto sentido político. Luego del desmoronamiento de la URSS y de la reunificación alemana, se nos quiso hacer creer que la mundialización era un proceso irreversible, por tanto, quienes se resistieran a aceptarlo "serán los perdedores de la historia, los retrasados de la civilización, de la cultura y del progreso técnico". El desenlace de la guerra fría representó la desaparición del primer estado socialista que, desde su creación, pretendió encarnar un modelo universal de organización al que debían aspirar todos los revolucionarios del mundo.

La realidad resultó ser, nuevamente, mucho más rica que el esquematismo de ciertas visiones políticas y teóricas. Hoy, casi cuarenta años después, tenemos una mejor perspectiva de esta historia.

El neoliberalismo lucía triunfante. Su fagocitadora acción hegemónica lo llevó a ampliar los movimientos y mecanismos de desmantelamiento de las sobrevivientes normas e instituciones que regulaban el intercambio de bienes y de servicios; así como, el flujo de los movimientos de capitales y a los ciudadanos.

La ola parecía indetenible. Costaba encontrar quien se atreviera a auscultar, sobre todo en el mundo académico, los elementos sociales, culturales, políticos, económicos y medioambientales que dieron fuerza a la globalización. En buena parte del orbe, sobre todo en Europa, los movimientos izquierdistas, marxistas, antiimperialistas y anticapitalistas dejaron de ser un "peligro". El pensamiento crítico fue aislado, segregado; a lo cual, hay que sumar que algunos de sus formuladores fueron atrapados por la arrolladora acción del pensamiento neoliberal; otros, se marginaron o volvieron conversos.

Entre los retos que hoy tienen los pueblos del mundo, el de pensar la construcción de una nueva sociedad es de los más urgentes y necesarios. Como necesario es, producir una revolución en las ideas económicas y políticas; así como, modos de vida que conduzcan a desmontar la "superioridad" de la mundialización.

Para avanzar en este esfuerzo, es necesario superar todo determinismo y todo reduccionismo; romper con los fanatismos filosóficos, que impiden superar posiciones dogmáticas y el libre curso de la reflexión práctica. No olvidemos que, el pensamiento neoliberal sustituyó al totalitarismo soviético; para establecerse él como un nuevo y único totalitarismo.

Desde una perspectiva dialéctica de las alternativas bien vale la pena preguntarnos: ¿Por qué no darle una mirada, con ojos del siglo XXI, a los principios de la filosofía de la Ilustración? Si estos tienen como fin ampliar el campo de la igualdad, la felicidad, la libertad de los seres humanos. Pero, necesario es asimismo preguntarnos, ¿cómo hacer para superar, ese marxismo sin Karl Marx que nos legó la Academia de Ciencias de la URSS y la MEGA, en cuyos postulados no se establece ningún modo de instaurar el socialismo como superación del capitalismo; lo cual, las convierte en recetas doctrinarias de tipo idealista y ficticio?

Pensar no es fácil, pero, si en verdad queremos construir nuevas sociedades, distintas al capitalismo y al llamado "socialismo real", debemos abrir nuevas vías de reflexión sobre los problemas que hoy viven los pueblos del mundo. Debemos abrir caminos para el surgimiento de un nuevo pensamiento que nos lleve a entender que la formulación de una nueva racionalidad económica y política, capaz de entender y hacer suyos los problemas que hoy viven los pueblos del mundo, tienen que ser analizados a partir de la relación entre ética y política que se está generando en el tiempo presente. Relación, a partir de la cual se está redefiniendo la función y la relación existente entre el hecho político y el bien público, para la construcción de una sociedad democrática como forma de vida, y no solo como sistema político.

El socialismo es humanista o no es socialismo. En el propósito de conferirle esa identidad, rescatar los principios de la filosofía de la Ilustración y de la Revolución Francesa pueden sernos útiles. Recordemos que estos principios fueron secuestrados y tergiversados por el pensamiento neoliberal, fueron despojados de su profundo carácter humanista.

Pues bien, el éxito de las políticas diseñadas a partir de las propuestas del Presidente Nicolás Maduro, de renovación de la Revolución Bolivariana emprendidas desde mayo del 2022, nos reafirman que la "utopía chavista" es posible hacerla realidad. Nuestro aparato productivo se está reactivando. Se ha redimensionado la relación política con el movimiento popular, con el poder popular, hoy tenemos un pueblo activado en su comunidad. La fraternidad vuelve a ser el símbolo de las relaciones entre "paisanos y amigos". Avanzamos en el establecimiento de un nuevo relacionamiento internacional. Pero, sobre todo, los venezolanos hoy vivimos en paz.

El tiempo por venir es un tiempo de grandes desafíos a los cuales la historia nos enfrenta. Construir la Venezuela Socialista, es una hermosa utopía con la cual los venezolanos nos estamos reencontrando. En función de hacer posible su construcción y consolidación, debemos entender que es un modelo de desarrollo distinto, que tiene otros objetivos, cuyo criterio no debe ser –únicamente- de carácter económico; sino, principalmente, humano. En fin, que entienda que el socialismo es un nuevo modelo de civilización.

Si avanzamos, entre otras, en estas ideas, el pueblo venezolano gritará: YO QUIERO SER SOCIALISTA.



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Nelson Pineda Prada

*Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Historiador. Dr. en Estudios del Desarrollo. Ex-Embajador en Paraguay, la OEA y Costa Rica.

 npinedaprada@gmail.com

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