En busca de la playa perdida… o Ciudad Flamingo, un paraíso que el salitre se llevó…

  1. ¿Alguien tiene idea en lo que ha quedado convertida hoy, aquella ciudad vacacional llamada Ciudad Flamingo, a pocos kilómetros de Chichiriviche? Hace diez o quince años uno pasaba por Ciudad Flamingo y al viajero o turista le llamaba la atención aquel flamear de carteles, de llamativos colores, de rumbas sónicas llevadas por el viento y las luces, con los que se invitaba a la gente a invertir en proyectos de viviendas con entretenimientos sublimes. Se ofrecían tantas maravillas, que los buscadores de los placeres de altura podían imaginar que allí se asentaría con el tiempo una Marbella, una Punta Cana, un Cancún o un Acapulco.
  2. En efecto, uno pasaba a un lado de Ciudad Flamingo y veía puros carros de lujo arrastrando yates, lo más exquisito de los extranjeros con sus flamantes naves, mujeres de ensueño en trajes de baño, por lo que un marginal como uno ni soñar con alojarse en ese paraíso.
  3. Veinte años después de aquellas maravillosas ofertas que se hacían en Ciudad Flamingo, sólo para ricos, decidí pues, luego de pandemia y sanciones de Estados Unidos, alquilar un apartamento a través de una página que vi por las redes y con una oferta de precio bastante asequible para compartir entre dos familias, en una de esas treinta mil viviendas que allí existen (haciendo un cálculo por complejos de apartamentos, cabañas quintas entre otros). Muchas veces, en las tantas visitas que hice a Chichiriviche, por primera vez me iba a internar en este paraíso turístico, que en otros tiempos, como dije, sólo estaba reservado para afortunados, para la clase media alta, para burgueses.
  4. Salí de Mérida a las cinco de la madrugada y a las dos de la tarde estaba traspasando las rejas de este otrora espectacular complejo turístico. Unos mozos, carpetas en mano, me interrogaron y allí encontraron mi nombre. Me permitieron el acceso y, la desolación en las primeras edificaciones, donde se expenden comida y licor, fue el primer ramalazo de bienvenida. ¿Y Villa Victoria dónde queda? Cogí por lo que debía ser la avenida principal, viendo mansiones señoriales o "de ensueño", de todos los estilos, con canales a lo veneciano, a lo londinense, a lo medieval, a lo rococó, a lo gótico, barroco, egipcio, griego. Allí no se veía una sola vaina que fuese criolla, a la llanera, a lo cumanesa o a lo andino.
  5. Crucé dos puentes en forma de arco como los que se ven en Venecia, me topé a la derecha con un terreno baldío en el que se practica béisbol. Entronqué luego con una amplia avenida con dos canales de lado y lado y enormes postes para la iluminación. Un poco más adelante, a mi izquierda, me encontré con el complejo Ciudad Flamingo II. En futura visita a este lugar vería una soberbia edificación que puede albergar un centenar de apartamentos, con descomunal piscina, canchas de tenis, para jugar frontón, césped fino por doquier, instalaciones con multitud de parrilleras, caminerías, mesones, mesas para jugar cartas, ajedrez o ping pong, amplios espacios para el entretenimiento de los niños, todo en una espantosa y escalofriante ruina.
  6. Avanzando, damos con otro tramo de la amplia avenida que ya comienza a mostrar baches, con otros palacetes y estancias de encanto en los que no se ve un solo ser humano, apenas esqueléticos y temblorosos perros callejeros. Poco a poco acabaríamos por enterarnos que en esta ciudad fantasma existen 630 módulos habitacionales cada uno de los cuales contiene entre 30 u ochenta viviendas, una pavorosa locura de abandono casi absoluto. Pasamos por unas residencias con el nombre de La Orchila con ventanales de acristalamiento panorámico. Todavía no damos con el lugar que alquilamos. Un kilómetro más adelante giramos a la izquierda y en lo que podría parecer el fondo de todos los fondos (que no lo era), allí encontramos Villa Victoria. El aspecto de entrada, por el estacionamiento, no era muy agradable.
  7. Aparece un "Cuidón" (perdonen la expresión si a alguien le ofende), porque en Ciudad Flamingo lo que queda son señores que asumen el cuido de aquellas abandonadas viviendas cuyos dueños en su gran mayoría viven en el exterior. El Cuidón nos muestra la vivienda: el aire acondicionado está tronando, de entrada se ve que el cimiento de la cocina muestra una enorme cicatriz, la nevera ruge a ratos como un león, que se apaga y arranca repentinamente, no tiene regulador de voltaje (porque seguramente si lo ponen se lo roban). Hay ollas que al tratar de ponerles agua se desaguan por los huecos. Hay en el baño de la habitación principal, un apagador desajustado que al tocarlo se parte en dos, una de las pocetas está atascada. Hay dos televisores que no funcionan: cero internet.
  8. A media noche se escuchan leves ruidos y es un mar de cucarachas que como Pedro por su casa se pasean alegremente por el baño. Mi esposa mata unas cuantas, pero es inútil. Lo mejor es ignorarlas y no usar el baño en la noche. Hay que reconocer sin embargo con los colchones son buenos, buen aire acondicionado y se puede dormir de tal modo que uno eche a un lado los inconvenientes y las preocupaciones, y ser feliz con lo que se tenga a la mano.
  9. Le pregunto al Cuidón, el precio de uno de los apartamentos en venta (que casi todos lo están) y me dice que hay en oferta a 19 mil dólares, uno cuya dueña es una colombiana que tiene varios en distintos módulos. Igualmente me comenta que los condominios mensualmente son entre cinco y veinte dólares mensuales en casi todos los conjuntos residenciales, y que muchos desde hace tiempo no pagan ni medio.
  10. Ciudad Flamingo fue un proyecto que se levantó en la década de los noventa, cuando estalló aquel boom de los resorts en los que muchos venezolanos de la clase media y alta terminaron espantosamente estafados. Fue un tiempo de mafiosos, sobre todo italianos, quienes comenzaron a montar aquellos parapetos de hoteles que ellos decían ser cinco estrellas, en los que ofrecían piscinas de olas, con estrambóticos toboganes, casinos, bulevares, restaurantes de lujo, shows, servicios de buceos, paseos por los cayos y hasta playas para nudistas. En todas partes, se topaba uno con aquellos fastidiosos vendedores de maravillas, dispensado a diestra y siniestra cocteles a los turistas y en cuanto lo ensartaban a uno lo dejaban a la deriva. No había una legislación ni siquiera un reglamento para controlar tanta locura inmobiliaria levantada a trocha y mocha.
  11. El que compraba algunas de aquellas semanas en esos resorts fantasmas, quedaba como digo, jodido para siempre. En pagando las primeras cuotas, ya nunca más los misteriosos dueños respondían mensajes o teléfonos. Nunca más se sabía de los fulanos agentes inmobiliarios y como no había gobierno, ni estado, ni leyes, el pobre diablo que adquiría aquellos adefesios quedaba bien estafado. Hubo un italiano, de nombre Mario, quien fue dueño del Hotel Mario en Chichiriviche, quien, muerto de la risa, se cogió una calle del pueblo. La calle se la cogió y ahora pertenece a ese hotel. Y en aquellos tiempos, la Alcaldía, la policía, todos se hicieron los locos.
  12. ¡Ah, qué bella era aquella Venezuela en la que por ser tan pendejos éramos a la vez tan felices! En la que éramos tan estafados, y así teníamos que quedarnos por impotentes ante tantas injusticias. Ningún funcionario se metía con los poderosos mafiosos porque todos estaban comprados y por eso uno los veía ir para arriba y para abajo con la lengua metida en el orto. Luego nos asombramos, al comenzar Chávez su mandato, descubrir que aquí contábamos con tantos valientes, con tantos héroes, con tantos Capitanes América u hombres araña, con tantos tarzanes o Supermanes que se volvieron tan arrechos, que se metieron a guarimberos y que les dio por quemar negros y destruir cuanta vaina se les atravesaba, pero para luego huir del país y declararse exiliados y perseguidos políticos. Un mar de emigrados que dicen que Venezuela se jodió, que la arruinó el comunismo y no la indolencia ni la cobardía de ellos que siempre buscaron y apostaron por lo fácil, por la vida de lujos que les daba el privilegio del poder, de los negocios sucios u oscuros. Cuesta pensar que alguien haya comprado alguna mansión (multimillonaria) en este complejo con el sudor de su frente, porque si así hubiese sido, habrían luchado a muerte por ella.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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