El acto de rebelión que significa el CLAP

La bolsa o caja CLAP y sus servicios conexos constituyen un gran beneficio para millones de venezolanos y extranjeros que aquí habitan. Como toda obra humana no está exenta de errores de diverso tipo, lamentablemente algunos aberrantes que desfiguran la filosofía y principios que la guía. En el caso del CLAP la concepción asistencialista, dadivosa o incluso limosnera que parecen tener en mente algunos funcionarios de no sé qué niveles de esa organización oficial es un ejemplo de tal desviación.

Con ello amplían el camino a la intensa campaña que desde su inicio realiza la derecha venezolana y mundial para desprestigiar esta medida diseñada por el Gobierno para enfrentar las agresiones de que es objeto Venezuela, no desde hace pocos años, sino mucho antes incluso de que Hugo Chávez llegara al poder en 1998.

Los que hemos sido beneficiarios y copartícipes del acto de rebeldía que significa el CLAP, también presenciamos los vaivenes del servicio generalmente inclinados a la pérdida progresiva de la calidad, variedad y cantidad de sus productos, la irregularidad del suministro, y la sospecha cada vez más latente de anormalidades atribuidas a ciertos responsables civiles y militares que manejan el programa, lo que revela la falta de supervisión efectiva de los altos funcionarios del gobierno, cuya responsabilidad llega al Ministro del área y al propio Presidente de la República.

El CLAP como acto de insolencia frente al imperio estadounidense y sus acólitos infiltrados en nuestro territorio no puede dar lugar a dudas en cuanto a su ética y principios, pues surge de la perseverancia del venezolano que no se rinde ante el poderoso y lucha hasta el fin por la supervivencia de sus semejantes. No es por lo tanto una caridad ni una concesión como muchas personas han estado resintiendo al ver el maltrato y desconsideración de que son objeto con alguna frecuencia.

La falta de probidad y el divorcio con los principios se manifiesta cuando sustraen productos, generalmente de mayor precio y demanda, como la leche en polvo, el azúcar, el café, el aceite. La gente lo sabe porque compara lo que reciben en los barrios con lo que entregan a otros sectores civiles o militares, con la inequívoca certeza de que el despojo es comerciado en privado por fuera. Ello ha ocurrido con los mal afamados perniles de diciembre de otros años que muchos saben a dónde fueron a parar.

Preguntémosle por ejemplo a los trabajadores del Ministerio de Energía Eléctrica y Corpoelec sobre una gestión anterior, cuando el tema se hizo notorio internamente por los desmanes cometidos con ese producto porcino y las cajas de alimentos que desaparecían mensualmente de la vista de los empleados del organismo. Allí no había auditoría de nada ni reclamo en alta voz so pena de ser hasta amenazados como ocurrió con empleados que tuvieron que callarse por años y soportar una verdadera e inmoral dictadura.

En los barrios es otro tanto. La semana pasada en el sector donde colaboro y recibo el beneficio los asociados estábamos expectantes con la llegada de los llamados proteicos. Un cargamento de carne a 6 bolívares la bolsa de casi dos kilos de peso era una gran alegría para los que menos tienen. La incertidumbre y expectativa por el alimento ocasionó que la gente hiciera cola el domingo y luego el lunes hasta la noche cuando al fin llegó la carga.

Fue una burla descarada lo que se recibió. Hueso, sebo y pellejo era lo que había en las bolsas. No es la primera vez. La gente se pregunta por qué las contadas ocasiones que se reparte este producto es una bazofia que ni para perros sirve. Si de las reses se extrae lomito y solomo, muchacho redondo y cuadrado, ganzo y chocozuela, pollo de res y punta trasera ¿cuál es el destino de esas piezas? ¿A la mesa de quiénes fueron a parar los millones de kilos de buena carne que el ciudadano pobre no ve llegar en el servicio CLAP? Queda por inferir que los que se las apropian lanzan el sobrado al arrabal como una concesión: "No te quejes que es barato", dirán filosóficamente quienes así actúan.

El CLAP no puede significar una medida que coloque al ciudadano como un menesteroso al que le arrojan mendrugos para que subsista. Si no lo ha aceptado del agresor extranjero ni del nacional entreguista, cómo lo puede tolerar de quien se supone es su camarada, su representante legítimo y que se encuentra en labores de dirección gracias al esfuerzo de un ejército de combatientes populares que desde hace décadas anda en las calles luchando por la liberación, la igualdad y la justicia de todos. Revolucionarios a quienes el gobierno les debe la existencia, incluso la vida física de unos cuantos que están allí.

No se trata de reclamar por un pedazo de carne como con sorna se burlarán algunos de los responsables de estas irregularidades, sino de lo intolerable del acto contrarrevolucionario del grupete de impostores, de quintas columnas que se apropian de lo colectivo impunemente. Sí, impunemente porque tienen años haciéndolo y los facultados para enjuiciarlos no actúan a pesar de que saben quiénes son, saben quiénes han sido siempre.

Debemos tomarle la palabra a Diosdado Cabello que tiene meses hablando de este tema y plantea una jornada permanente para acabar con irregularidades y desviaciones similares. Pero junto a los líderes bien intencionados, el combate lo debe impulsar la colectividad sin miedo a enfrentar al enemigo interno, a las mafias que operan con sus banderitas rojas y sus discursos izquierdosos tratando de engañar siempre.

La ciudadanía sabe sus nombres o al menos les ha visto la careta. Ostentan sus fortunas mal habidas ante el público. No se enteran los que no quieren o son cómplices. Las facultades de la Contraloría General de la República para exigir la prueba de bienes a cualquier venezolano es una ficción. Las declaraciones de patrimonio aguardan por ser verificadas en sus depósitos oscuros o ahora en las computadoras obsoletas de ese organismo inocuo. La Fiscalía está para el pantallazo televisivo y la persecución de segundones. El Ejecutivo los deja en sus cargos o los enroca.

Los venezolanos hemos acabado en gran parte con la manipulación de la prensa amarilla y vendida que está en el más absoluto desprestigio; sin embargo el otro enemigo está adentro, es más peligroso porque se camufla, se desdobla y se esconde. Pero nada podrá contra un pueblo que lucha confiado en la victoria y que reconoce claramente a su enemigo. La quinta columna es el enemigo; en todos los países del mundo es la que ha derrotado a las revoluciones. No podemos permitir que tal cosa nos ocurra. Por ello compañeros, al estar en peligro nuestra preservación, estamos obligados a identificarla, aislarla y liquidarla. El CLAP debe ser protegido de cualquier mácula o sospecha y fortalecerlo como símbolo de resistencia y valor de una nación dispuesta a defenderse y avanzar, que no se rindió antes… creo que no lo hará jamás.

Febrero 2022



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Henry Arroyo Clemente


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