Mi amigo el ministro (II)

El nuevo amigo del flamante ministro sabía hacer su tarea y galanteaba de eso. Desde que Tiburcio fue nombrado ministro él se sentía cómo en sus parajes dentro del ministerio, para ahorrarle molestias al muy ocupado ministro él mismo se encarga de los más mínimos detalles, pero lo más importante, los negocios que se desprenden de aquel importante ministerios; se decía para sus adentros, "Tiburcio sabe muchas cosas, pero no sabe nada de negocios y allí está la clave, estos revolucionarios creen saber de todo pero no saben nada de negocios, y no sirven para los negocios, pero qué más da, hay que tener controlado a este tontuelo para que no estorbe".

El nuevo amigo de Tiburcio, ahora del nuevo ministro, al que halagan y obnubilan; como buen conocedor del comportamiento de las almas débiles, en unión con un importante grupo de asesores, durante tiempo han estado siguiendo los pasos de Tiburcio, desde que era un pela bola. Se cree que su honestidad puede ser quebrada atemperando al nuevo cargo la conducta de este personaje,, no porque les gustara la actitud y trayectoria de Tiburcio, sino porque era muy evidente su ascensión a cargo importante, y el equipo de asesores recomendaba, dada la confianza que el presidente tenía en Tiburcio, con mucha habilidad los asesores vieron su oportunidad de pescar en río revuelto y matar dos pájaros de una sola pedrada. El manejo de la información adecuada le había garantizado el susurro al oído de éste en el momento justo, y tomando como cierta la ingenuidad de Tiburcio, el ahora nuevo amigo del sr ministro había ascendido hasta las nubes en aquello vital para el grupo de asesores: la confianza.

Aunque el ministro contaba con un grupo importante de camaradas, que todos querían ayudar y que se contentaron mucho a la hora de ser nombrado ministro Tiburcio, las cosas del poder los bloqueaba de tal forma que a varios meses del nombramiento como ministro, ni siquiera habían podido saludar al flamante personaje. Los obstáculos para acceder a tan importante personalidad les fastidiaban, y las largas esperas en antesalas les hacía hervir la sangre y el desánimo cundía... Apenas podían ver a su otrora amigo y camarada por las pantallas de la televisión, o las redes sociales. El otrora humilde Tiburcio, de la noche a la mañana, se había convertido en un ser frío y lejano que para hacerle una recomendación, incluso para ofrecerle alguna ayuda, por muy evidente que fuera la necesidad de la misma, se hacía inalcanzable.

Pero los nuevos asesores y amigos del ministro sí tenían puerta abierta y control absoluto de la agenda. Todo estaba cronometrado, todo tenía una rutina, una lógica, una costumbre que Tiburcio no se detuvo a considerarla desde cuando existía tal o cual norma, para eso estaban los asesores, asistentes, vice-ministros, y más asesores. De la seguridad se encargaba un equipo especializado que cada vez tomaba medidas más enérgicas para garantizar la misma. El maremagnum de actividades le dejaba poco tiempo al nuevo ministro para revisar detalles, trataba de recordar aquello que dijo Alí Primera alguna vez, "el que sufre de oscurana, con mucha luz se encandila", pero los asesores se encargaban de ir borrando sutilmente aquella mente rebelde y convertirla en "el hombre de los nuevos tiempos". Palabras cómo: "no le pares bola a ese, es un pendejo, el ministro eres tú".

El nuevo amigo de Tiburcio, ahora convertido en asesor principal del ministro, era tan eficiente que en sus manos todo parecía fácil, tanto así hasta que lograba encontrarle algún tiempo libre al todopoderoso ministro para su descanso, del sitio no tenía que preocuparse, los asesores tenían de todo: spa, piscinas, sala de ejercicios y de cosas que jamás Tiburcio imagino en su vida. Solo bastaba que le observaran que había pasado una mala noche y el nuevo médico recomendaba una sesión de relax; de allí el ministro salía como nuevoa enfrentar mucho trabajo que se acumulaba en su oficina, aunque, con la ayuda de los nuevos asesores todo se hacía liviano, tanto, que el mismísimo presidente le comentó el buen semblante ante el resto de ministros que parecían amanecidos de varios días. Tiburcio pensó en hacer algún comentario sobre la eficiente labor de los asesores, pero, en el acto recordó las recomendaciones de sus asesores, "todo top secret".

Así transcurrieron meses y, con la ayuda de expertos y una excelente campaña publicitaria Tiburcio despuntaba como el mejor del gabinete, según la publicidad, donde los asesores contaban con poderosos amigas y amigos que ya empezaban a lanzar análisis, e incluso a publicar encuestas. Eran tan buenos los asesores de Tiburcio que le habían presentado hasta unas personas muy simpáticas que le habían corregido cierto acento que los asesores de la capital consideraban inconveniente para el ejercicio de tan importante cargo; hasta modistas habían en ese extraordinario equipo que le diseñan ropa a la medida, y con lo cual, según dicen sus nuevos allegados, que casi son como su familia, lo hacen ver más jóven y simpático. Estas para grandes cosas Tiburcio, solía comentarle su nuevo amigo Danger Soft, que así se llamaba aquel inteligentísimo personaje. A Tiburcio le recordaba el personaje de la novela Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, a lo cual el nuevo amigo se apuró en aclarar que su nombre justamente se lo había colocado su madre en homenaje al escritor Gallegos, esto tranquilizó bastante a Tiburcio. En el alto gobierno se estaba muy en contra de los gringos y ya Tiburcio se sentía cómo amputado en algo casi siempre, gracias a dios se decía para sí, tenía a Danger Soft a su lado, tan sabio e inteligente, y sobretodo con buenos contactos en todos lados que le permitía ¡quien se lo imaginaba! ser el mejor ministro del gobierno.

Continuará...



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Luis Alberto Toro Ojeda

Publicista. Militante de izquierda. Integrante del Frente Bicentenario de Campesinos del estado Trujillo. Integrante del PSUV.

 latojeda@gmail.com      @latojeda

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