En el Valle de la luna…

26 – 9 – 20: Cada mañana el espectáculo grandioso que discurre frente a nuestra ventana: pasa Alejandrito de apenas nueve años, arreando sus becerros. Luego Avenildo llevando sus vacas al potrero. Seguidamente Alesio, Silvio y familia, Jairo y Javier, Neptalí con su mujer y sus dos hijas, seguidamente Evencio con el hijo mayor del señor Corsino; más tarde Carmelina y sus hijos, todos a trabajar la tierra, con sus azadones, hachas, machetes, costales, picos, guadañas, palines. Estamos también nosotros preparándonos para meterle hombro, corazón, alma y pecho a nuestro terrenito. Sacamos nuestro aparataje de lucha y nos plantamos para ver la dimensión de la invasión del maniguaje con las lluvias.

Queremos ver y visitar a muchos amigos y nos sabemos si durante nuestra estadía lo conseguiremos. Queremos saludar al profesor Fernando Durán, al amigo Carlos Chacón, a Ramón Isidro…, que están más o menos a varios kilómetros de nuestra casita, teniendo en cuenta que si lo hacemos tendrá que ser a pie.

Nos visita el señor Corsino, y sus hijos Iraís, Manuel Enrique y Ángel. El señor Teodolindo nos trae medio saco de yuca y más atrás viene el señor Antonio Rojas quien nos obsequia medio saco de cambur. Nosotros le retrucamos a estos queridos vecinos con lo que podemos, de momento con unos kilitos de azúcar, y con aceite quemado muy útil para las motosierras, las motos, limpieza de pisos y hasta para cuando se capan animales.

María Eugenia hace una torta de yuca para acompañar los desvaríos del cafecito de la tarde.

Ángel nos echa el cuento de lo que le pasó hace dos semanas atrás: le llegó una notificación de que se presentara urgentemente al CDI de Canaguá porque los síntomas que padecía evidenciaban que tenía el coronavirus. Casi lo obligaron con la guardia a presentarse y así tuvo que hacerlo. Resulta que alguien se había metido en su cuenta y había respondido el test sobre el coronavirus que se encuentra en la Página Patria y colocaron por él una serie de síntomas que evidenciaban un cuadro grave, idéntico al que los que tienen el fulano virus.

En lo particular, he sentido un pequeño resfrío.

27-9 -20: Me toca trabajo de limpieza en la huerta, mientras María Eugenia, pese a una dolencia que viene padeciendo en su brazo derecho, se dedica de lleno a rebajarle el copete a la grama del frente de la casa.

Mientras trabajo voy descubriendo esa particular voracidad del manigual tratando de ahogar entre sus redes al cafeto, a la higuera, al níspero, a la chirimoya, por lo que el trabajo de desbrozar se hace tan arduo. Pareciera que la hierba mala, de pura mala se aferra a la tierra cuando uno arremete con el machete, la escardilla o el palín.

Continúo con el fastidio del resfrío y carraspera en la garganta. Mañana me voy a fajar duro con la escardilla y aplicando la técnica de nuestro Libertador Simón Bolívar. Decía el Libertador a aquellos generales que se quejaban de no poder atender ciertas comisiones: "Les repito, yo siempre he curado mis males, trabajando".

28-9-20: Tenemos harto café en laja por trillar. Dividimos el trabajo del día en dos turnos: por la mañana desbrozamos y por la tarde trillaremos.

Hemos limpiado todo el espacio del huerto y acumulamos lo desyerbado en promontorios que nos pueden servir en lo futuro de abono. Debajo de esos promontorios crecen muchas lombrices y toda clase de animalitos que mejoran el terreno. Descubrimos que, aunque el estiércol de vaca es bueno, a la vez suele traer mucha broza que luego crece con fuerza donde se coloca.

Por la tarde nos visita el señor Corsino y su hija Iraís, y todos nos vamos al sector de la troja donde nos ponemos a trillar. El tiempo es maravilloso, hay una prístina claridad en el cielo, docenas de pajaritos revolotean cerca de las regaderas; se oye el fragor del río que ha ido recuperando su cauce con las lluvias, y mientras pilamos y soplamos el café, el señor Corsino va recordando las faenas y los inventos que hace unos setenta años se ingeniaron los primeros pobladores por estos campos para procesar el café, en lo relativo a la trillada.

Por la noche vemos un poco de televisión para saber cómo va el mundo en los afanes humanos por acabarlo. Hay unas declaraciones del Canciller, el Defensor del Pueblo y del Fiscal General en relación con el adefesio de una comisión particular de la ONU que elaboró un informe sobre la situación de los derechos humanos en la que se constata que el presidente Maduro ha cometido crímenes de lesa humanidad. Se ha comprobado ahora que a la fulana comisión le pagaron cinco millones de dólares para redactar ese informe y cuyo fin no es otro que pedir una intervención militar contra Venezuela. Hay una gran desesperación desatada por Estados Unidos, presionando al mundo occidental para que se impidan las elecciones ya pautadas para el 6 de diciembre de este año en las que se va a elegir a la nueva Asamblea Nacional. De todo, lo que se comprueba otra vez con horror, es como Estados Unidos utiliza todo lo sagrado para imponer la miseria, el crimen, la explotación, el robo desmedido y bestial contra los pueblos. El arma predilecta del nuevo jefe en la Casa Blanca son las fulanas sanciones y bloqueos a los países que no se sometan a sus dicterios. Decía Bolívar que Estados Unidos iría a plagar de miseria a América Latina en nombre de la libertad, y ciertamente la plagó no sólo a América Latina sino al planeta todo.

Ahora sobre Venezuela ese imperio ha utilizado todos los argumentos sagrados para provocar como lo ha conseguido, un horror como jamás se había visto en nuestra tierra: hambre, pavorosa migración de compatriotas alentados desde los poderosos medios de comunicación del mundo para que abandonen nuestra tierra. En nombre de la lucha contra la droga ha hecho maniobras militares frente a nuestras costas y ha lanzado una feroz cohetería de sanciones y bloqueos a altos funcionarios del Estado, a la gasolina, a alimentos y medicinas, sancionando igualmente al país que ose prestarnos la más mínima ayuda. Sancionando incluso a sus socios. Ahora viene y utiliza los sagrados valores de los derechos humanos para alentar con urgencia y de manera frontal lo que desde 2014 viene proponiendo a la comunidad internacional: invadir militarmente nuestro territorio. Habría que exclamar todos los días como lo hace el protagonista Kurtz en la novela de Conrad, "El corazón de las tinieblas": ¡Horror!, ¡Horror!, ¡Horror!

Siento que voy superando el resfrío.

29-9-20: Hoy por la mañana ha estado lloviznando intermitentemente. Llevamos ya dos días en los que no se han producido cortes de electricidad. Ángel nos trajo el hacha que le había prestado a su hermano Manuel. Una visita que estaba planeando hacerle hoy a Ramón Isidro la hemos aplazado para el jueves.

El guamo negro está cundido de parchitas pero no las podemos bajar porque están en la copa del árbol, inalcanzable para nosotros. Abajo hay una alfombra de este fruto con sus cáscaras huecas y podridas. Son los pájaros que tienen en este frondoso guamo una permanente y grande algarabía. ¡Ay, Señor, qué sería del mundo sin el canto de los pájaros!

Hoy la vecina Engracia nos ha truequeado kilo y medio de bofes para Solita, por un kilo de arroz.

Ha caído una lluviecita que ha durado como una hora, luego ha salido un sol reverberante.

Le he hecho una visita al señor Corsino, y en el corredor de su casa, y en medio del agite de cuatro perros que ladraban y correteaban, hemos conversado de lo cierto y de lo incierto de todo este cuadro de guerra que hay contra nosotros desde Estados Unidos. Están presentes sus hijos Manuel, Henrique e Iraís.

Encendemos el fogón y colocamos dos ollas, una con yuca y otra con cambur verde.

Por la tarde, con María Eugenia nos dedicamos a trillar, soplar y limpiar varios kilos de café.

A las 7 de la noche llega Ángel y nos quedamos conversando hasta las 9:30.

1-10-20: Debo decir que María Eugenia todas las tardes ha estado tejiendo. Ha hecho unas preciosas cortinas. Su arte se perfecciona cada día más.

Hoy por la tarde haremos una buena caminata con Ángel: iremos hasta la casa del amigo Ramón Isidro, a quien pensamos comprarle un café, en parte con unos dólares y el resto lo pagaremos con unas sillas plásticas en buenas condiciones que ya no usamos.

Mientras tanto, por la mañana, hacemos una intensa labor de limpieza del terreno. Nos favorece que en gran parte de la mañana no hemos tenido un sol fuerte, el cual poco a poco va cogiendo fuerza hacia al mediodía.

Se produce un corte de electricidad a las 12:30.

Mientras esperamos a Ángel nos dedicamos a limpiar café en la troja.

A las 2 de la tarde llega Ángel equipado para caminar y acompañado con su diminuta perrita Burusa. Nosotros cogemos nuestros palos, nuestro morral y nos llevamos a Solita. Apenas saliendo Ángel se detiene ante el guamo negro y cuenta diecisiete parchitas maduras en la copa del árbol y dice que mañana se dedicará a bajarlas.

Solita y Burusa nos hacen una excelente compañía y además se entienden muy bien. Burusa parece un ratoncito envuelto en una brazada de lana cruda. Cruzamos el río donde Solita se da unas volteretas. Seguimos la senda de la hondonada de los pinos donde nos encontramos a Neptalí y a su hijo Toñito abonando su hermoso cafetal. Seguimos la marcha, cruzando el lodazal que crea un arroyuelo que baja de la montaña y en el que Solita retoza como un cerdo. Torcemos hacia una fuerte empinada que nos lleva al fundo El Cobre que pertenece a Neptalí. Vemos decenas de frondosas matas de guayaba que ya están floreando, hasta que llegamos al segundo portón. El sol está quemante.

Seguimos ascendiendo teniendo a nuestra izquierda la vista del serpenteante camino, allá abajo, que es el que recorremos con la camioneta. Parpadean a lo lejos las casitas de zinc de don Antonio Rojas, la de Silvio y la de Alesio, las montañas todas con intenso verdor oscuro, signo de que el invierno ha sido generoso este año. En las faldas se aprecian las grandes siembras de café, los espléndidos camburales y maizales, y así vamos hasta que llegamos al tercer portón ya para entrar a la propiedad de Onofre quien viene siendo sobrino del señor Corsino y por lo tanto primo de Ángel. Vamos viendo grandes troncos recién cortados y puestos a secar, se trata la leña que ha ido acumulando el señor Onofre en estos tiempos en que escasea el gas.

A un kilómetro más adelante de la casa de Onofre nos desviamos del camino para internarnos por unos senderos, que según Ángel nos permitirá acortar camino. Entramos por pendientes resbalosas, por entre tupidos y espinosos montes abriéndose de vez en cuando ante nosotros el relumbrante verdor de una inmensa caldera formada de montañas. Hay que detenerse y contemplar aquellas faldas luminosas, plenas de encanto y sublime belleza. A lo lejos se ven ya la casa de Ramón y su vaquera todo rodeado con varias hectáreas de cafetos. Ángel comienza a silbar para anunciar nuestra presencia. Se oyen a unos perros que alertan de nuestra llegada, hasta que ya comenzamos a traspasar el sendero por donde está el camino principal. Nos anunciamos y vamos directo a un pequeño galpón, al tiempo que por el trayecto vamos saludando a los nietos de Ramón Isidro, a Fabián, Tobías. Encontramos a las hijas de Ramón Isidro moliendo, preparando una masa de harina de trigo, y de pronto vemos salir de un cuarto a Cileni, la esposa de Isidro, y el grito de ella lanzado hacia uno de los grandes sembradíos: "- ¡Ramón, venga, que tenemos visita!". Nos acomodamos en unos bancos, los perros de Ramón Isidro saludan a Solita y a Burusa con carreras y escarceos.

A lo lejos, por entre los cafetales, vemos descender a Ramón Isidro quien en un canasto trae pipas de café amarillas o rojas del café que ya están para recogerse. Doña Cileni se atarea en la cocina y nos trae café con leche. Conversamos sobre las primeras familias que ocuparon estas tierras. Ramón Isidro nos refiere que el fundador de su finca fue su abuelo, y que es una propiedad que ya cuenta con 150 años. Mientras conversamos se pasean por el patio docenas de gordos pollos y gallinas. Se pasea un pavo que no ha podido dar cría, y unos pavorreales madre e hija, que cuales señoronas que disertan sobre lo sagrado y lo divino van de un lado a otro por entre la plebe de los pollos. Hay en el corredor un gran plumaje que hace poco soltó el gran pavorreal, quien no se atreve a mostrarse en público y que a decir de Ramón en estos momentos se encuentra muy compungido. También tiene Ramón Isidro cochinos y vacas, y multitud de plantas sanadoras.

El trabajo en el campo exige de mucha mano de obra, y Ramón Isidro me cuenta que es preferible que falte la electricidad, que en este momento tiene tantas fallas, pero no la gasolina. Él está pagando la gasolina a cinco dólares el litro. Llega una cazuela llena de pastelitos azucarados recién preparados por Cileni junto con un tarro con leche condensada casera, y más café con leche. Cada cual toma su taza y sus pastelitos, que van de maravilla con la dulzura de la tarde.

Cerramos el negocio del café con Ramón Isidro.

Comienza a caer la tarde, cogemos nuestros morrales y emprendemos el regreso no por los senderos resbalosos sino por el camino real. Es que Ángel nos anuncia que tiene planes de visitar a dos primos suyos, Gaudencio y Onofre, que están en la vía. La primera parada la hacemos en casa de Gaudencio quien amablemente nos atiende. Nos hace pasar al pequeño corredor de su casa ante una vista de conmovedora belleza de la montaña de Los Atalitos al frente. Gaudencio tiene su casa en Canaguá, pero prefiere pasar el tiempo entre sus siembras y sus vacas. Nos muestra parte de su variada huerta. En la cerca tiene sembrado un frijol al que le ha recogido varias cosechas. Ya vemos salir humo del fogón y es que la señora de Gaudencio, doña Yamila, nos está preparando café. A lo lejos vemos que vienen hacia la casa de Gaudencio la familia de Onofre conformada por él, su señora y sus tres hijos. Suelen visitar con frecuencia a Gaudencio en camino a su casa en Canaguá. El café que nos sirven es fuerte y grandioso.

Llegando Onofre y nosotros que nos estamos preparando para partir.

Otra vez en casa cuando está oscureciendo y aún sin electricidad. Apenas comenzábamos a cambiarnos de ropa cuando se presenta la niña Lucía Valentina con cuatro pastelitos de carne recién hechos por su madre. Asamos un trozo de queso, preparamos agua de panela y con eso arreglamos la cena. Concluida nuestra módica cena nos vamos al patio a ver la luna llena. La luna llena se presenta envuelta entre nubes grises, espectacular, enorme y sonriente con su cara de mujer. Ahí nos estamos, hasta que a las nueve de la noche llega la luz.

Debo confesar que el cansancio, producto de duro trajín del día me impide conciliar el sueño.

2-10-20: Hoy tuvimos las dos estaciones de Venezuela bien concentradas en unas seis horas: severo verano y calor durante tres horas y otras tres de lluvias, truenos y vientos huracanados. Los vientos desmelenaban los inmensos árboles, sacudían el cambural y por cualquier resquicio hacía que las aguas entrasen en las casas. Al mismo tiempo durante ocho horas estuvimos sin electricidad y cuando volvió se dieron, como ya es costumbre, unos quince cortes repentinos.

Hoy me he tomado un descanso, he visto un poco a los toros del trabajo desde la barrera, y en cambio he colgado dos hamacas en la troja. María Eugenia ha tenido un trabajo intenso: ha limpiado el redondel que está cerca del limonero persa, y ha colocado allí desperdicios para hacer un pudridero, buen abono para las matas. También ha estado podando la grama y ha limpiado unos tres kilos de café.

Un percance grande hemos tenido al no encontrar por ningún lado las llaves de la casa, de modo que nos hemos mantenido totalmente encerrados sin poder abrir el candado de la entrada.

3-10-20: Pasamos gran parte de la noche tratando de dilucidar el gran misterio de la pérdida de las llaves. En cada instante estábamos haciendo recorridos tramo a tramo por los lugares en que habíamos estado: en el redondel, debajo del limonero, en la troja, en el maletero. Nos levantamos con unas pronunciadas ojeras, y le mandamos a decir a Manuel quien tiene una copia de la llave de la entrada, que nos la mandara.

María Eugenia iba de un lado a otro haciéndole peticiones a Gregorio de la Rivera, y yo cogía un trapo, le hacía un nudo y lo trenzaba pidiéndole a San Cutufato "… si no me las encuentras los huevos te ato…".

El día amanecía oscurón. Salía yo temprano a dar otros recorridos en la fulana búsqueda mientras María Eugenia preparaba el desayuno: arepas de trigo, huevos y queso. A las 8:30 de la mañana se pronunciaron tanto Gregorio de la Rivera como San Cutufato apareciendo las llaves entre el sembradío de tupidas fresas que está frente al porche.

Habíamos tomado la decisión de tomarnos un descanso los sábados y domingo, pero hoy no fue posible cumplir con ello. Nos hemos puesto a trillar y limpiar café. Hay por delante mucho café que trillar.

A las 4 de la tarde hubo un corte de electricidad.

Llega la niña Orianna, biznieta del señor Corsino y nos trae en una cesta dos chirimoyas, una grande y una pequeña, se presenta acompañada de Lucía Valentina, y yo las recibo con admiración sabiendo cómo me gustan las chirimoyas. Dice Orianna:

  • Dice mi papá que por cada chirimoya un producto.
  • Muy bien –respondo, y escojo la más grande y por ella le entrego un kilo de harina de trigo.

Al caer la tarde hemos tenido la visita del señor Corsino y sus hijos Iraís, Alesio, Enrique y Manuel. Estuvimos conversando hasta las 7, cuando comenzaba a oscurecer y la enorme luna toma el lugar de la luz que requerimos para ir de un lado a otro sin linternas.

Nos dedicamos a jugar un rato a formar palabras, y como a las 9:30 nos retiramos a nuestro dormitorio.

4-10-20: limpieza del terreno… La vecina Engracia nos trae dos kilos de bofe de la res que su marido acaba de matar, que le cambiamos por productos como azúcar, arroz o panela.

Nos visita Abraham quien nos trae un botellón de leche.

Me dedico a sacar unos ocumos en el huerto con los que pensamos enriquecer un hervido de pollo. Se acerca la niña Lucía Valentina y me saluda. Me dice que me ha traído una lechosa. Que de su huerto había sacado dos lechosas, que una de ellas era para mí. Me pregunta que si yo ayer, cuando se presentó Orianna con las chirimoyas llegué a pensar que se trataban de un regalo. Le dije que sí. Otras veces su madre me ha regalado chirimoyas, le contesto. Entonces me dice: "- Se fija, señor José que uno a veces se equivoca. Uno piensa que le van a regalar algo y no es así: mire como en este caso se la estaban dando pero a la vez le estaban pidiendo algo a cambio".

- Así es – le respondo-: pero querida niña, todo está difícil en estos tiempos. Ya no regalamos las cosas como antes. Nos tenemos que ayudar unos a otros.

Llega Ángel, quien se sube en el guamo hasta la copa del árbol, a unos quince metros de altura, y baja una docena de parchitas.

Nos dedicamos a trillar café por la tarde.

5-10-20: continuamos podando la grama y desyerbando. Engracia nos regala un plato con arroz y carne, y aparte un poco de hígado, y le retrucamos con harina de trigo.

Ángel ha subido hasta la casa de Onofre a buscar chachafruto, el material con el que piensa hacerle una atención a Ramón Isidro y su familia el día que nos visite. Ramón Isidro nos ha prometido una visita para mañana, y María Eugenia por su parte ha estado preparando una torta.

Cae un severo palo de agua acompañado de vientos huracanados. En cuanto pasa el ramalazo nos dedicamos a trillar café.

Con un poco de leche que nos regaló Abraham hemos preparado arroz con leche.

Los cortes de electricidad son de hasta ocho horas diarias. La antena de la televisión nuestra se ha averiado, de modo que estamos sin saber de lo que pasa en este mundo de las noticias.

En la noche cuando estamos jugando scrable nos visita Engracia y su hija Lucía Valentina. Más tarde se presenta Ángel empapado por la lluvia, con un saco de chachafruto. Nos deja algunos chachafrutos para que los sembremos.

6-10-20: Hermoso día, claro, brillante. Hay una enorme máquina haciendo surcos en el terreno frente a nuestra casa; lo preparan para sembrar papas y cebollas. La gente sale a ver ese monstruo de hierro que escarba la tierra, y es como una fiesta entre los pobladores.

Luego del trabajo de la mañana, en el que concluyo la limpieza de todo nuestro terreno, me voy a la troja a leer un libro de una amplia colección, publicado por el Congreso de la República en 1983, se titula "El debate político en 1936". Se trata de una recolección de trabajos y pensamientos del siglo XX, que dirigió el doctor Ramón J. Velázquez.

Me encuentro embebido en la sabrosa lectura, descubriendo hechos extraordinarios de nuestra historia reciente, cuando llega la niña Lucía Valentina y comienza a menearme la hamaca. Seguidamente también se presentan los hermanitos Alejandro y Andrés en plan de querer jugar conmigo. Se desata, pues, el juego porque ellos son más importantes que cualquier libro.

Por la tarde nos dedicamos a trillar café.

7-10-20: Hoy el día ha estado atoldado.

Hemos recibido dos grandes visitas, la de Gaudencio y su esposa que llegan con su hija de unos diez años, y la de Ramón Isidro junto con toda su familia. Gaudencio nos obsequia un tarro con ricota y estuvimos hablando sobre técnicas para abonar las plantas de café.

Al principio estuvimos conjeturando que a lo mejor Ramón Isidro suspendía la visita por el estado del tiempo, nublado y amenazando lluvia. Nos asomábamos con frecuencia por la ventana y mirábamos hacia el plancito que da a un senderito, después de cruzar el río, en el que se encuentra el primer portón. Finalmente se apreció a lo lejos al grupo familiar: Ramón Isidro y su esposa, sus dos hijas y sus tres nietos.

Para las atenciones a la familia de Ramón Isidro, Ángel trae la torta de Chachafruto, y María Eugenia también amenaza con la suya. Se unen a la reunión el señor Corsino y sus hijos Manuel y Enrique. Cada cual entra en la repartición, acompañando los trozos de torta con café con leche. Cileni, la esposa de Ramón Isidro ha traído leche condensada preparada por ella misma. Para un litro de leche condensada se requieren unos 700 gramos de azúcar y cuatro litros de leche.

Pasamos toda la tarde departiendo amenamente. Me sorprendió la fina y extraordinaria memoria de Ramón Isidro haciendo un exhaustivo recorrido por los personajes que han poblado esta región de Los Pueblos del Sur, hasta la tercera o cuarta generación. Junto con el señor Corsino se explayaron en relacionar hechos que se remontaban al abuelo de Corsino, y cómo fue que se formaron todas estas familias enlazándose matrimonialmente primos con primos. La razón de estas uniones radicaba en que era lo más cercano que se tenía a mano, y encontrar mujeres de otra parte era difícil por lo complicado de las distancias. De todo lo que oí, llegué al convencimiento de que se requerirían varios gruesos volúmenes para recoger de todo lo valioso que se habló, y que sería tan útil para las futuras generaciones de venezolanos.

Producto de vientos huracanados se daña aun más la antena satelital.

8-10-20: por la tarde hacemos una visita a Neptalí, y lo encontramos en el patio de su casa, con sus cabras y gallinas, su mujer y sus dos pequeños hijos (Toñito y Natali), y también estaba con él su hermano Enrique. Toñito está haciendo un excelente queso de cabra y nos ofrece dos kilos para que se lo cambiamos por productos. Aceptamos el trato.

María Eugenia ha utilizado parte del día para trasplantar varias matas de ají dulce, ajo porro, berenjena y cilantro. Sembramos frijoles y chachafruto.

9-10-20: al fin limpiamos todo el terreno, no queda ahora sino abonar con una urea que nos regaló Enrique y un abono para carga Avenildo.

Nos quedamos sin gasolina y nos auxilia nuestro amigo Carlos.

Limpio toda la parte exterior de la cerca que da al río.

Nos visita Alesio y tres de sus hijos. Nos traen una buena porción de mazorcas de su reciente cosecha. Compartimos un rato sobre los cambios que se avecinan y nos advierte que se está metiendo el verano porque ha visto en el camino gusanos negros y mariposas amarillas.

Ha sido un día esplendorosamente claro. Ya hemos anunciado a varios amigos que pensamos emprender el regreso a Mérida el próximo día jueves 15.

11-10-20: al fin María Eugenia consigue comunicarse con sus padres, lo hace casi de madrugada: el reporte refleja lo que es vivir en una guerra total, terrible, horrorosa: los cortes de electricidad diarios son de hasta 8 horas y a veces más, sin posibilidad de hacer operaciones bancarias. La ciudad está prácticamente paralizada, sin transporte; hacer cola para poner gasolina es de las aventuras más peligrosas por los horrores de pleitos que se forman en las larguísimas colas. Los precios de los alimentos han dado saltos demenciales, el cartón de huevos que costaba 750 mil cuando nos venimos hoy lo venden a millón y medio. Yo antes cometía la pendejada de quejarme, pero ya comprendo que se trata de una guerra horrorosa de Estados Unidos por tratar de recobrar su antigua colonia.

11-10-20: todo el día domingo (hoy) lo hemos dedicado a hacerle la comida a la perra. He ido al cambural y me he traído un racimo que no estaba del todo "jecho" para ir preparando el gran condumio de treinta kilos que se montará en el fogón: conchas de papas, de zanahoria de apio, de auyama, los carapachos y pellejos del pollo que se los vamos congelando durante semanas unos tres kilos de bofe y dos kilos de arroz y cambur verde troceado. Todo eso en el mismo fogón que nos sirve de chimenea, por lo que resulta una operación que exige pericia, paciencia y una vigilancia permanente.

Mientras arde el fogón vamos recibiendo visitas de los amigos de la aldea: llega María la esposa de Roberto con su niñita recién parida y su hijo Jackson. Luego llega el señor Corsino con sus hijos Ángel y Manuel, junto con una escritora de Canaguá la señora Alexandra Molina quien está recogiendo mediante videos y grabaciones una serie de reportajes en la zona.

Por la tarde nos visita la joven pareja Javier y María Fernanda quienes nos preguntan para cuándo tenemos planeado ir a Mérida a ver si le podemos dar el aventón. Ya hay un puesto en la camioneta reservado para Rosimar, hija de Avenildo.

Luego recibimos la visita de Consuelo quien nos viene avisar si queremos comprar miel, a muy buen precio, pero lamentablemente estamos muy fallos de cobre.

Al caer la tarde nos visita la pequeña Lucía Valentina que llega con una muñeca a la que con mucha insistencia trata de alisarle el pelo; así se queda en la sala un largo rato mientras yo leo "Puros hombres" de Antonio Arráiz. Luego la encantadora Lucia expele un largo suspiro y dice: "-Me voy, señor José, para dejarlos descansar", y se va con su pasito gracioso hacia su casa.

12-10-20: han sido extraordinariamente largos los cortes de electricidad, de 12 y 16 horas, y al parecer se están dando en todo el estado Mérida y varios estados del sur del país. Nosotros nos hemos habituado a no estar dentro de la casa sino en la huerta o en el barbecho por lo que poco necesitamos de la electricidad. Por lo general es por la noche cuando más nos percatamos de su necesidad sobre todo ahora cuando tenemos luna nueva con unas noches tupidamente oscuras. Ayer tarde cayó un severo y sostenido palo de agua que duró ininterrumpidamente más de una hora. La luz se fue a las seis de la tarde, y decidimos hacerle una visita al señor Corsino. Ya había pasado la lluvia y el cielo estaba un poco claro. Nos informan que ya Rosimar no se irá con nosotros

Cuando llegamos donde Corsino, lo encontramos en el corredor de su casa acompañado de sus hijos Ángel y Manuel. Enrique se fue a Mérida, con el aventón que cogió en un camión que lo dejaría en Estanques: iba a ver a su hija Sofía Nazaret a quien van a operar mañana. Ese viaje de Enrique será una odisea, y según contaron sus hermanos, todavía a las 4 de la tarde no había llegado a Mérida. El señor Corsino estaba preocupado, porque en esta cuarentena, si no conseguía una cola en Estanques, tendría que irse caminando hasta El Anís, a unos siete kilómetros y si allí no conseguía como seguir a Mérida, pues buscar un lugar donde pasar la noche.

Este pueblo sí ha pasado vainas, carajo.

Volvemos a casa en plena oscuridad, iluminándonos con nuestra linternita. Ya sabemos que el corte de luz será de unas doce horas.

13-10-20: a las 5:30 de la madrugada en medio de varios apagones llegó la luz. Nosotros comenzamos a recoger las cosas, preparando ya el regreso, entre ellas, recogemos la manguera, algunas mesas plásticas, las sillas, el pilón de trillar café, las hamacas. Se desata de nuevo la lluvia desde la diez de la mañana, pertinaz y fija. Aún a las doce sigue lloviendo.

Mañana nos toca trillarle en el pueblo un café que le llevaremos a mis hijos Adriana y a Andrés: con eso se están defendiendo en estos tiempos de tanta carestía. A ellos les tocará tostarlo y molerlo.

Nos visitan Ángel y el pequeño Alejandro.

Encendemos el fogón para calentar un poco la casa.

María Eugenia baña a Solita, luego de bañada queda hermosa con su pelo brillante. La dueña la peina, la mima y a la final termina echada en nuestra cama oyendo nuestros cuentos como una niña. Dentro de poco volverá a aquedar solita.

Estamos trayendo aceite quemado que nos regala un muchacho comerciante en Mérida. Aquí auxiliamos a gente que lo necesita para sus motosierras, motocicletas y hasta para cuando se capan a los cochinos, le damos un poco a Cristian y otro poco a Avenildo.

Nos informan que la hija de Enrique ya fue operada y que éste llegó a Mérida a las 8 de la noche, luego de una odisea tremenda.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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