Matea Bolívar: Dos Cartas inéditas y su partida de defunción

Para continuar nuestra contribución al conocimiento de la Primera Maestra del Libertador Simón Bolívar, presentamos tres documentos no difundidos de esta grandiosa mujer descendiente africana y costumbres llaneras que tuvo la responsabilidad de sembrar en el genio de América la llama de la igualdad étnica. Es el fruto de las continuas investigaciones que dan veracidad de la vida y obra de esta querida y valiosa señora.

Las cartas que aquí comentamos fueron dictadas por Matea, la primera en abril de 1876 y la segunda en abril de 1879. Matea contaba entonces con más de 100 años. Por el lenguaje de sus misivas vivía acompañada y con trato familiar "La familia toda agradece sus memorias y las saluda", escribe. Matea vivió desde 1814 al lado de María Antonia Bolívar, a quien acompañó en el exilio a La Habana durante unos siete años.

Al regreso, continuó al lado de María Antonia, quien se había casado con Pablo Clemente y Palacios. Por tanto, una vez que muere María Antonia en 1842, Matea, ya con 79 años, queda viviendo con la Familia Clemente Bolívar.

María Antonia y Pablo fueron padres de Josefa Clemente Bolívar, Pablo Secundino Clemente Bolívar, Anacleto Clemente Bolívar, Valentina Clemente Bolívar, Juana Teresa Clemente Bolívar y Concepción Clemente Bolívar.

De ellos Anacleto y Pablo Secundino fueron muy cercanos a Simón Bolívar. Los llevó con él a Europa, luego de la muerte de su esposa María Teresa. Los puso a estudiar en colegios privados. Apenas tenían 10 año uno, y 9 el otro; lo cual da es reflejo de la enorme confianza que María Antonia y Simón, se tenían mutuamente.

Su tío lo introduce a la vida militar, y llegó a ser General y edecán del Libertador. Bolívar lo trataba con el cariño de un padre y con la disciplina de un jefe.

En 1826, el Libertador, muy enojado le escribe una dura carta en la cual le exige dejar el vicio del juego, respetar a su madre (María Antonia), a su esposa y regresase de inmediato a Caracas (desde Bogotá) o lo desheredaría. El joven Coronel, obedeció a su tío

"Te lo vuelvo a decir por la última vez: si no te enmiendas; si no te vas para Caracas, te abandono a tu oprobio y te desheredo para siempre, sin que te quede otra esperanza que la enmienda que te exijo por la última ocasión" (Bolívar, 25 de mayo de 1826).

Anacleto será por varios años el administrador de los bienes de su tío Simón desde 1827: Se encarga de la Casa del Vínculo y de la Hacienda de San Mateo, la cual vende en 1858, al igual que la Casa del Vínculo. Muere en 1886, el mismo año que el de Matea. Anacleto Clemente, por el cariño que guardaba por su tío-padre, fue muy cercano a Matea

Al igual lo fue la hermana de aquel, Valentina Clemente Bolívar, quien se casó con Gabriel de Camacho. Esta sería la rama familiar más cercana a la histórica mujer. Y cuando en 1876, en su carta a sus primas, habla de nuestra familia, lo hace desde la casa de los Camacho-Clemente Bolívar, su familia cercana.

Los Camacho Clemente, tienen siete hijos, dos de cuales se van a vivir a Lima y los otros cinco se quedan en Caracas Gabriel Camacho y Clemente, Concepción Camacho y Clemente, Trinidad Camacho y Clemente, Mariana Camacho y Clemente y Benigna Camacho y Clemente, quien murió en 1926

Este grupo familiar estuvo siempre a cargo de Matea, fueron el testimonio más fidedigno de su gloriosa existencia al lado de Simón Bolívar. Una de las damas de esta familia, Concepción Camacho Clemente, quien puede verse llevaba el nombre de su bisabuela María Concepción Palacios, tuvo una única hija en 1844, de nombre Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar.

Antonia Esteller, que firmaba Camacho Clemente Bolívar, y cuyo nombre honraba a su abuela María Antonia Bolívar es de todos las que escribe directamente sobre Matea Bolívar. Antonia era historiadora, maestra y comprendía bien el papel que tuvo la vieja abuela Matea en la enseñanza del ilustre tío, como gustaba ella recordarlo. Vivió hasta 1930, con el modesto sueldo de maestra. Tenía 86 años. Había nacido en San Mateo en 1844. Lo cual indica que los Camacho-Clemente-Bolívar tenían una constante correspondencia Caracas-San Mateo (Estado Aragua), lugares donde se distribuía la gloriosa familia, que para 1876, en la primera carta de Matea, no gozaba ya de tantos bienes de fortuna.

Antonia Esteller, escribió un breve texto de historia, un año antes de la muerte de Matea y del General Anacleto Clemente. Tenía la maestra notables fuentes vivas, dado que Anacleto vivió casi toda su juventud con Simón Bolívar, tanto en Caracas, España y Bogotá, y Matea en Caracas, San Mateo y estuvo al lado de las bise tías de Antonia. El texto se llama "Catecismo de Historia de Venezuela".

Antonia, por pedido del gobierno de Antonia Guzmán Blanco organizó una gran exposición femenina en homenaje a los 100 años del Libertador. Con sus pocos bienes sufragó los gastos, jamás el gobierno le reconoció los mismos.

Antonia Esteller Camacho Clemente y Bolívar, poco recordada por nuestros gobiernos, fue la fundadora de la Escuela Normal de Mujeres, pionera institución dedicada a formar maestras para las escuelas primarias. He aquí otro vínculo con Matea, formadora natural del niño Simón y los infantes de la cuadra de los Bolívar.

Antonia, conocedora directa de la ya anciana Matea, " (Matea) nos sujetaba", la describe así:

"Era una viejecita pequeña, delgada, de cabellos lanudos completamente blancos, de ojos pequeños, muy vivos y pícaros, que casi se habían vuelto azules a consecuencia de los años. Tenía la boca grande y los labios gruesos, los pies y las manos pequeños; vestía con traje de talle alto y mangas abombadas; usaba tres pañuelos: uno en la cabeza, otro sobre los hombros y el tercero haciendo de delantal, atado a la cintura. Se apoyaba en un bastón en forma de cayado que ella llamaba su macana (garrote) y con el cual nos sujetaba cuando veía que nos queríamos escapar de su cuarto".

Durante el gobierno de Gómez se atrevió a escribirle una nota en la cual le pedía honrar la memoria de Matea. Esa era pues la familia de Matea, la descendencia de María Antonia, los Bolívar, los Clemente, los Camacho.

"La familia toda agradece sus memorias y las saluda", le escribía a su prima Bárbara

Allí, muy alegre le contesta a su "querida prima Bárbara":

"Recibí un Prusiano, unas cebollas, una ristra de ajos, un lomo de cochino, un pedazo de tocino y unos tabacos"

Lo cual refleja el día a día de la familia. No eran grandes cantidades, como las que hubiera podido recibir cuando aún vivía Anacleto (1962). Era a su edad avanzada Matea fumadora de tabacos, y además sus primas la consentían con uno de marca "un prusiano". A su vez cuidan la salud de la enérgica anciana con ajo (le mandan una trenza completa) y lomo de cochino, nada de grasa.

Es una carta tranquila, familiar. La buena mujer pregunta por "Lino", y se preocupa, porque no ha sabido de él. En la segunda carta de 1879, habla de nuevo de Lino, e indaga si anda en la guerra. A todas luces, sentía gran amor por él. Muy generosa le remite de regalo a su ahijada María la O, unos zarcillos, para cuando los use se acuerde de ella.

La misiva a "mis queridas primas de 1879", tiene una carga de angustia. Una peste azota a Caracas, y hay guerra. Era ese el año de la llamada Revolución Reivindicadora que a que trajo de nuevo al poder a Guzmán Blanco, la fiebre amarilla ya azotaba algunas poblaciones de la convulsionada Venezuela que había tenido una guerra federal cuyos principios murieron con el asesinato de Ezequiel Zamora.

"dígame cómo está Lino, y si fue también de los que batió, yo lo encomiendo a Dios para que lo liberte de un mal golpe- o de una bala pues aquí siempre estamos en guerra. Nosotras pasamos buenos sustos –Dios nos dé paz".

Se había tornado una mujer fervorosa, en sus palabras nos falta la invocación a Dios, y a él le pedía paz. Una mujer que tantas guerras debió sentir y ver por la libertad. Cita Matea Nuestra Señora de Saleta, en clara alusión a Nuestra Señora de la Salette, una devoción mariana algo novedosa, pues se refiere a una aparición de la Virgen María en 1846 en Francia. Denota esto la presencia del comercio francés en Venezuela para la época, cuando era común que las familias más acomodadas usasen vajillas, ropas, adornos y estampas traídas de Francia.

Ya centenaria, sigue preocupada por sus primas y aprovecha la visita de un Miguel Llanés y le manda a su gente buenos regalos:

"Con Miguel Llanes les mandé una imagen, una colcha, un pañuelon y dos pañuelos". Como buena viejita, les pregunta si ya lo recibieron, que le informen.

En una tercera carta, que revisaremos en un próximo ensayo, Matea, le recomienda a sus primas, para la gripe y los malestares, algunas tomas basadas en aceites y plantas medicinales.

La casa de Matea

En la Partida de Defunción de Matea Bolívar, documento poco conocido, y cuya copia tenemos a la vista, se dan datos importantes de la heroína. Téngase en cuenta que Matea muere en 1886, y el Registro Civil en Venezuela se introdujo en 1873.

Silvestre Machado, fue el encargado de presentarse en la Jefatura de la Parroquia Catedral de Caracas, para informar que:

"hoy día veinte y nueve de marzo de mil ochocientos ochenta y seis, a las once de la mañana, se ha presentado ante mí, Silvestre Machado, industrial, vecino de esta Parroquia, manifestado que hoy a las diez de la mañana, ha fallecido en la Calle Este dos, casa número sesenta y siete, la adulta Matea Bolívar"

En los periódicos de la época, el Presidente Joaquín Crespo hace colocar una nota de pésame por la muerte de la ilustre heroína que tres años antes (1883) había levantado su popularidad por la entrevista que le hiciera el periodista colombiano Manuel Briceño, con un novedoso retrato de Alberto Urdaneta. Matea se hizo entonces ampliamente conocida en Nueva Granada (Colombia) y en todo el país. Se conservaba, bien vestida y con un grueso bastón, el mismo del cual habló Antonia Esteller. Matea era el símbolo adecuado para unos gobiernos, que desde Guzmán Blanco intentaban capitalizar para sí, el resurgir del bolivarianismo.

En 1876, se había reavivado la imagen del Libertador con la adopción de su nombre como moneda oficial del país, apareciendo acuñado en monedas de plata y oro, y luego en billetes, haciéndose la imagen más popular del país reavivando los recuerdos de su maestra Matea, ese mismo año, la loable mujer acompañó al propio Guzmán Blanco al Panteón Nacional a llevar los restos del glorioso Bolívar. Aquella mujer, vivió sus últimos 10 años en una inusual fama, fama bolivariana, un nuevo aire a su testimonial vida, todos querían visitar la casa No 67, para verla de cerca. Hasta desde Bogotá, llegaron esos periodistas a entrevistar a la mujer que hacía más de 100 años había nacido a orillas del Río Tiznado, en San José, Estado Guárico.

La venerable anciana murió a las 10:00 del 29 de marzo. La casa donde vivió fue la No 67 de la Calle Este Dos. Es decir, en la zona cercana a la Casa del Vínculo y lo que es hoy la Torre Fogade, cerca de la Plaza El Venezolano. Matea no tuvo descendencia. En la partida se lee que se ignora el nombre de sus padres. Según los testigos parecía de 110 años, ya está confirmado que murió a los 113. Murió rodeada de la familia del más grande hombre de América, su niño Simón.

Fuentes: Archivo General de la Nación; Obras Completas de Simón Bolívar

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Salud Siempre
Reinaldo Bolívar



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Reinaldo Bolívar

Investigador, fundador del Centro de Saberes Africanos, vicecanciller para África

 reibol@gmail.com      @BolivarReinaldo

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