La corona del imperio tambalea a su propio demonio

La estructura de poder económico, financiero, político y mediático estadounidense utiliza, junto al Estado sionista de Israel, armas biológicas para desviar la atención de sus conflictos económicos y políticos. Philip Giraldi, exfuncionario de la CIA de Estados Unidos, señala que los componentes del nuevo coronavirus o COVID-2019 están relacionados con el VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana), los cuales no surgen de manera natural, no se crean por sí solos, sino por medio de mutaciones cultivados en un laboratorio para impedir el crecimiento económico y militar de China. Para nadie es un secreto que estos dos países son líderes en el uso clandestino de este tipo de instrumentos contra los demás países; así como fomentan la atención o la enfermedad para generar, además, terror y miedo, tienen la fórmula para solucionar el problema. Más visionario que los Simpson, el sociólogo Edgardo Lander escribió hace casi 15 años que el deterioro de las condiciones ambientales en el planeta iba a proveerle a la élite mundial la excusa perfecta para avanzar en un plan de control a gran escala y que frente a tal amenaza para la especie humana se establecería un “estado global de autoritarismo ambiental”. Este estado autoritario regularía, supervisaría y controlaría a la especie humana.

Seguramente el COVID-19 es solo el instrumento de una fase más dentro de la silenciosa y tormentosa pugna entre los poderes fácticos para lograr un reacomodo del sistema geopolítico a su favor; pero también para tener el control demográfico, ya que el virus afecta más a personas de la tercera edad que a niños. Nada extraño, puesto que la población adulto mayor es un problema para seguir con sus objetivos. En este sentido, el propósito de esta pandemia va dirigido no solo para causar estragos en la población, sino otro tipo de efectos como la reingeniería social y económica del mundo sin lanzar una bomba.

No fue suficiente para los gringos las protestas en Hong Kong por los tarifados de los EE.UU., la amenaza de las sanciones económicas contra China, sino que atacó el corazón de desarrollo económico de la nación (Wuhan), el centro de China, para paralizar la economía de este país y afectar el mercado petrolero, ya que la demanda es mucho mayor que la de EE.UU. Aunque, OJO, pudiéramos estar en presencia de una prueba de ensayo y error del imperio, intentando cometer genocidios a través de un “pequeño intento”. Sin embargo, el COVID-19 parece que se escapó de su control. El mal se les regresó, hizo efecto boomerang. Se cree que a finales del mes de enero ya había el primer caso confirmado de coronavirus pero el gobierno de EE.UU. lo negó, hasta que en febrero se confirmaron los resultados, el virus ya se había establecido en suelo estadounidense y Trump lo negaba. La corona del imperio tambalea a su propio demonio, a su propia tiranía; el virus que ellos mismos crearon, se les devolvió, y puso en jaque hasta el propio tirano, sus consecuencias serán nefastas para un país cuya economía está basada en el consumo. Con la vara que mides serás medido. Como bien lo dijo Maduro ningún país está preparado para la pandemia y los EE.UU. no es la excepción. China nos dio un gran ejemplo de cómo se enfrenta una peste de este nivel, no escatimó gastos, ni esfuerzos para proteger a su pueblo. La industria del cine a pesar de su máquina de adoctrinamiento del mundo no preparó a su propia gente para enfrentar una pandemia que pretende arrasar con buena parte de la humanidad como las que ellos mismos han llevado al séptimo arte. Los hermanos estadounidenses han vaciado las estanterías, no se consigue papel higiénico. Ahora no solo el inmigrante es su enemigo, sino su vecino también. No obstante, si algo deben agradecer los hermanos de este continente del norte a su Dios es que no sufren ningún bloqueo económico-financiero como Venezuela; que no son víctimas de una guerra como la que lleva su gobierno a Siria; que los servicios energéticos que reciben son gracias al robo descarado que han hecho sus presidentes a los pueblos que cuentan con mayores recursos petroleros que ellos; que el control demográfico lo intentan sus gobiernos en otras latitudes a costa de genocidios llevando armas letales contra la humanidad y que su falsa democracia es la que sostiene su disfrazado sistema a costa de los pueblos que quieren independizarse, pero que ellos no se lo permiten.

Que lo sepa Hollywood, la OMS, la ONU, los EE.UU y el mundo entero: un asunto es la teoría y otro la práctica. Los documentales, las series, las películas, que nos venden desde el norte se quedaron cortas frente a la realidad que hoy vive el pueblo de Venezuela y que no padece ningún otro país del mundo. A la tierra de Bolívar la sometieron a una guerra no convencional desde el año 2002, la ocupación la hizo el imperio a través de los apátridas de la derecha y con los traidores de la revolución que pidieron un bloqueo económico y el robo de nuestros activos, lo que imposibilita hoy adquirir la compra de medicamentos e insumos para salvar vidas y/o atender a nuestra población. Los venezolanos hemos resistido los ataques del imperio en todas sus formas desde el año 2002: durante el paro petrolero usamos leña para cocinar; ahorramos el uso de papel higiénico ya que aprendimos a lavar nuestras partes íntimas; volvimos a las plantas medicinales para curar enfermedades; el blackout del sistema eléctrico sirvió para unir a las familias venezolanas, producto de esa división que el sistema perverso creó basado en una filosofía mediocre en contra del socialismo; como en el 2002 hacemos largas colas para obtener gasolina como producto del bloqueo; muchas familias venezolanas pasan días sin agua, sin luz, sin gas y sin servicios de comunicación al mismo tiempo y el salario no nos alcanza; mientras los estadounidenses pueden adquirir una simple tapa boca, gracias al bloqueo, los venezolanos tenemos que elaborarlos para proteger al pueblo. En la práctica estamos viviendo una guerra diseñada y dirigida por el imperio. Los relatos son infinitos pero esa película no la hará Hollywood.

El poder económico mundial distrae al mundo en China pero su objetivo prioritario sigue siendo Venezuela. El COVID-19 en este país es una prueba de fuego más, donde estoy segura saldremos airosos en esta batalla, pues resistencia, coraje y amor tenemos para continuar con el legado de Bolívar: no dar descanso a nuestro brazo ni a nuestra alma hasta no haber roto las cadenas que nos oprimen del yugo del imperio. Trump necesita reelegirse y su bandera política es Venezuela, por eso no la invade porque su costo sería muy elevado; pero esta opción no la descarta del todo; mientras tanto nos atemoriza con la corona virus. Por cierto ya los cristianos en medio de su oscura locura prohíben llamarle al virus “corona”, porque según ellos es una enfermedad demoníaca, que solo Jesús fue “coronado en gloria”. Entonces ¿los reyezuelos de España también están coronados en gloria? Vaya ignorancia. La corona de espinas fue un acto cruel e inhumano de tortura parecido como la que hoy se practica para martirizar a personas solo que con herramientas más sofisticadas. La enfermedad no es el demonio, el demonio es quien creó todo este desastre mortal. La peste ataca a su propio demonio, al padre de la criatura, principio de Ley Espiritual: todo lo que das se te regresa. El COVID-19 es otra estrategia de distracción terrorífica que busca mantener a la población con miedo y desesperación, para hacernos olvidar de quienes han devastado el planeta por mantener su control hegemónico. El miedo no te deja pensar, desde la consciencia podemos accionar con amor y cordura para promover la solidaridad y ayudar a la humanidad, especialmente en este nuevo ciclo que se abre de bioterrorismo desde la otra polaridad. Los gobernantes del mundo aún están dormidos para enfrentar esta barbarie desde la consciencia del ser, por lo tanto deben tomar acciones para realizar cambios trascendentes que contribuyan a la realización de la humanidad.


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Esmeralda García Ramírez

Licenciada en Administración Articulista

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