Trámite en Parque Central

—Carache compai, días sin verlo ¿De dónde viene por ahí?

—Vengo de Parque Central.

—Si usted viene de allá es porque estaba tramitando lo de la pensión, porque usted solo va para Parque Central a eso.

—Y qué más voy a ir. A qué me caiga un edificio de esos encima.

Usted sabe que ese Parque Central es una ruina, yo cada vez que voy para allá me la paso tocando los edificios para ver cómo está el concreto.

Porque cualquier día de esto empieza a largar los pedazos.

—Pero bueno, antes que empiece con el llanten. Dígame cómo le fue.

¿Ya le dieron su buena paca de billetes?

—No vale, todavía no. Me falta una mocho planilla.

—A broma, y por qué no la busca.

Écheme el cuento qué hizo.

Porque anda como con un misterio, a lo mejor ya cobro y está pensando que uno le va a pedir prestao.

—Prestao de dónde. Déjeme contarle lo último que he hecho.

La semana pasada fui a preguntar: ¿Qué tenía que hacer? Porque ya en BANAVIH me habían dado el «histórico».

La muchacha me dijo: Tráigase dos carpetas con los recaudos y está aquí antes de las siete de la mañana, cualquier día de la semana. Porque eso de la cédula ya se acabó.

A bueno, dije yo. Me vengo el próximo martes, que es buen día.

Tenía dos carpeticas viejas y arrugadas por allá, las planché para quitarle las arrugas y metí en cada una los papeles que tenía. Original y copia.

El lunes en la noche puse el despertador para las cinco y media. A razón que me diera chance de darme un buen baño y salir temprano, para llegar a la hora.

Y así fue, a las cinco y media repicó aquel aparato. Un buen baño, me vestí de limpio porque como dijo Simón «ayer tarde la lavé». Me eché bastante colonia para irme bien perfumao.

Porque usted sabe que ahí trabajan unas muchachas muy buenamozas y no es que uno va a llegar oliendo a guaralito de mortadela. No que vao.

Bien perfumao me fui.

Salí antes de la seis de la casa. Llego al Metro, pero el perol ese estaba un poquito lento, lo cierto ahí se me fue media hora.

A todas estas llegué a Parque Central a eso de las seis y media.

—Imagino que eso estaba solo.

¿No le dio miedo que lo atracaran en esos pasillos?

—¿Quién va a atracar a los que van a tramitar la pensión? Sería un insensato, un loco.

Si uno va a tramitar la pensión es porque está más limpio que talón de ahogao.

Los pasillos estaban solo, eso es verdad. Porque hay mucho local cerrado. Imagínese usted, que ya no quedan agencias bancarias, todas han cerrado.

Bueno, volviendo al cuento.

Llegué y era como el número veinte. Había varias colas y por si acaso pregunté ¿Esta es la cola para tramitar la pensión? Así es, me dijeron.

Aquella cola es para los sobrevivientes, la otra para los náufragos, la de más allá para problemas laborales.

Esa gente tiene eso muy bien organizado. Cola según el trámite que cada quien va a hacer. Nada de regulicio.

Estábamos parados haciendo nuestra cola cuando unos señores sacaron unas sillas y fueron acomodando las sillas según cada cola. Todo bien organizado. Como el primer mundo.

No había pasado mucho tiempo cuando salió un señor y nos pidió muy amablemente la cédula. Ya todos estábamos bien acomodados en las sillas.

Ya sentados más de uno peló por su arepa que llevaba encaletá.

Yo no llevaba nada, ni café había tomado y cómo, si está a cien mil bolívares o más el kilo.

Uno que estaba sentado a mi lado me dijo: Ya vengo, cuídeme el puesto por favor. Con mucho gusto, le dije.

Al ratico regresó y me dijo: ya me comí media pensión que aún no he cobrado. Pedí una empanada y un café, y eso me salió en 22 mil soberanos.

¡Dios bendito! Dije yo.

Al ratico, porque eso era rápido, otro señor salió con las cédulas y empezó a llamar a los ocho primeros, porque así empezamos a pasar de ocho en ocho. Esa era la medida para que lo atendieran a uno allá adentro.

¿Qué le parece?

Yo pasé en el tercer lote. Nos sentamos adentro a esperar que nos fuesen llamando de unas taquillas que hay para atender a la gente.

Me tocó mi turno, y cómo le dijo. Me tocó una muchacha de lo más preciosa. Le dije: esto es todo lo que tengo, no tengo más papeles.

Revisó y me dijo: Este dato no es y este otro tampoco. Debe llenar de nuevo la 14-04.

A todas estas yo decía sí a todo lo que me decía esa muchacha. Cómo iba a contradecir a aquella belleza. Tenía hasta ganas de pedirle matrimonio.

Pero, ¿cómo se mantiene un matrimonio con la pensión? Si le dijo, que una empanada y un café son 22 mil soberanos.

Y le falta, me dijo, la 14-100 de esta empresa que está aquí. Si usted trae esa planilla le tramitamos la pensión de una vez.

Yo le dije que sí. Que por mar o por tierra yo buscaba esa bendita planilla 14-100, aunque me costara la vida y se la traía. Le hice más promesas que político en campaña electoral.

Le desee los buenos días y me vine.

—¿Y ya tiene esa planilla lista?

—Qué voy a tener nada. Si la empresa queda en oriente.

La cosa está en ir para allá a buscar ese papel.

La otra alternativa es seguir pagando las cotizaciones tres años más aunque ya estoy pasaito de cotizaciones y edad, para volver a hacer el trámite.

No me queda de otra.

Lo que no se entiende, es que ellos ven en el sistema con sus propios ojos que uno cumple con la edad y las cotizaciones pero siguen pidiendo planillas.

Nadie sabe para qué.

Si con la cédula de identidad eso debiese ser suficiente.

Mientras tanto a bomba y pedal.

Y le dijo: Por ahora, apriete.





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Obed Delfín


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