Narrador político

—Compita ¿usted sabe qué es eso de invisibilidad?

—Si no sabe usted, cómo quiere que yo sepa de esas cosas.

—Es que estos chavecos se la pasaban antes hablando de la invisibilidad de este y la invisibilidad de aquel. ¿Se acuerda?

—Ah sí, algo me acuerdo. Creo que lo decían para mentar a aquellos que nadie les paraba o que nunca les habían parado ni media.

—Algo así era. Lo que yo pienso es que ahora estos chavecos nos han invisibilizados a todos.

—¿O imbécilizados?

—Las dos cosas a la vez.

Estos muérganos, chavecos y oposición, han vuelto invisible a la población. Y nos tratan como idiotas.

Me refiero a esos políticos malamañosos y embusteros, a esos políticos corruptos y corruptores.

—Para estar ellos solos en el poder. Repartiéndose los reales que hay.

—Se acuerda cuando hablamos de la autoestima política.

—Claro que me acuerdo.

Decíamos que los opositores a los chavecos y los chavecos tirados a la cuneta debían hacer una marcha y concentrarse en un lugar para encontrarse y plantearse qué es lo que en verdad quieren para lo que queda de país, si es que queda algo.

Por supuesto, con las diferencias políticas de cada grupo porque eso es lo respetable. De las diferencias es donde pueden salir algunas ideas provechosas. Porque como dice el dicho «hablando se entiende la gente», dígalo ahí.

—Eso sí dejando a los políticos ladrones y malandros a un lado, a esos que mentamos antes. Porque esos lo que quieren es engañar a la gente.

—Así mismo es.

—En esas marchas y concentraciones de ambos bandos, hay mucha gente que quiere que se haga otra cosa a lo que se está haciendo.

Pero los políticos manipulan la situación a su antojo y para su beneficio.

Estos políticos hacen como los narradores deportivos cuando uno se pone a ver un juego de futbol por televisión.

Fíjese, si uno está oyendo al narrador uno no está viendo el juego, sino que uno está viendo el juego que el narrador cuenta. Lo mejor es quitarle el volumen al televisor y así ve uno el juego que están transmitiendo. ¿Me explico?

—No le entiendo mucho. Pero, siga explicando.

—Uno ve la televisión y ahí están pasando un juego de futbol, digamos por ejemplo, los jugadores están corriendo pa´llá y pa´cá con la pelota a ver quién le mete el gol al otro, ¿no es así?

—Así es.

—Pero muchas veces el narrador está narrando o haciendo unos comentarios más o menos parecido a lo que en el juego ocurre, y a veces dice otras cosas que nada tienen que ver.

Ahora dígame usted ¿Para qué necesito yo que me narren el juego si yo lo estoy viendo? Ahí está la imagen. El narrador deportivo y yo estamos viendo la misma imagen porque él no está en el estadio; él está en un estudio de televisión encerrado como estoy yo en mi casa, y la imagen nos está llegando a ambos vía satélite.

Tenga otro ejemplo, yo no necesito que me digan que los precios están caros, si eso lo sé yo cuando voy a comprar y los reales no me alcanzan.

—Ecole cua.

—Nos hemos acostumbrados a que los políticos nos narren lo que está pasando, como si ellos fuesen el narrador deportivo y nosotros los espectadores. Cuando, la realidad es que nosotros somos los jugadores del juego político. Por lo tanto, nadie tiene que venir a echarnos cuento cuando sabemos historias.

Por eso es que esos políticos magunches dicen lo que todo el mundo sabe. Y después que dice esas sandeces se la da de inteligente y pa´ colmo nosotros nos creemos que ese tonto del es muy inteligente.

Dígame usted, para que necesito yo que el narrador me diga que hubo un gol, si yo estoy viendo que la pelota entro en el arco. Así mismo es con los políticos y toda su verborrea. Lo que nos engaña y fascina es la emoción que el narrador supuestamente nos transmite.

—Lo mismo pienso yo.

—Yo me acuerdo cuando las peleas de boxeos se transmitían por radio y uno las oía. Si era un campeonato mundial donde peleaba un venezolano; ese venezolano, según el narrador, iba ganando hasta que lo noqueaban. Y uno decía ¿qué pasó? Si el venezolano le estaba dando una tunda al otro. Claro, uno solo estaba oyendo lo que el narrador le contaba, pero uno en verdad no estaba viendo la pelea.

Uno se estaba creyendo las mentiras que le metía el narrador. Así se cree uno las mentiras de estos políticos corruptos y vagabundos.

Usted se imagina que uno vaya al cine y haya un narrador de la película, que el fastidioso le esté contando a la gente lo que está viendo en la pantalla. A ese lo linchan ahí mismo.

—Cuando menos.

—Así mismo es con la televisión el narrador deportivo sobra porque ese individuo no hace falta. Lo mismo sucede con muchos políticos manipuladores, sobran y no hacen falta, más bien estorban y hay que darles una pata por las posaderas.

Por eso, yo creo que lo mejor es que la gente hable directamente entre ellos. Para eso hay mucho espacio disponible en la ciudad.

Ahora bien, no es que uno sea ingenuo y piense que en las primeras de cambio todo va a ser color de rosas. No, al principio se la van a mentar unos a otros, porque hay mucho alborotador y saboteador de ambos lados. Que van a eso a echar a perder la reunión. A sabotear, pues.

—Eso es lo que sobra o mandan a los colectivos motorizados para que le caigan a golpes a la gente. Puro fascismo de ambos lados, para no parcializarse con ninguno y decir que tal bando si son unos niños de pecho.

—A eso se le busca la vuelta. Se hacen conversaciones y diálogos públicos y se invita a la prensa, la radio, la televisión, al dgcim, al sebin a quién quiera participar. Lo importante es realizar esos eventos de discusión política y pública.

Las dificultades, poco a poco, se van arreglando y se va decantando el diálogo a través de la misma dinámica política.

Así un día están sentados en la misma mesa la gente que cree en la oposición y los que creen en Chávez y, muy importante, los OTROS a los que han dejao por fuera porque no son ni uno ni otro, pero que tienen una posición política y no le han querido cargar la mona a estos dos bandos.

Y ahí es donde la población tiene que asumir un rol más allá de ir a las marchas y las concentraciones. Porque las marchas y las concentraciones son necesarias para mostrar el descontento, pero no son suficientes. Ya lo han mostrado.

Ahora lo que se necesita es que la gente se diga de parte y parte las cosas que en verdad quieren. Y ese rol es el de la conversa, aunque el otro le caiga mal a uno. Porque, al final, todos estamos pasando roncha por estos políticos sin escrúpulos. Esa es la verdad nacional.

Qué no hay un acuerdo inicialmente y eso que importa, ni en el matrimonio ocurre eso. No hay que llegar a ningún acuerdo, la idea no es esa. La idea es salirse de la narración del «narrador político» que hasta ahora es lo que ha imperado y se nos ha impuesto.

Es necesario generar conversaciones políticas, conversaciones ciudadanas entre opuestos que abran el panorama a la posibilidad de nuevos líderes sociales o políticos. Que es a esto a lo que le temen tanto los chavecos como los opositores.

De allí, seguro que sale algo interesante.

—Esa idea suya me parece buena y necesaria.

Hay que insistir en eso. Pasar de la mentada a la conversa aunque sea sin pan ni café.

Vamos a seguir conversando sobre esa idea, pero dentro de un rato.

Mire que el dólar ya pasó los trece mil y va sin jockey.

Y le dijo: Por ahora, apriete.

 

 

 

 

 



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Obed Delfín


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