Mi palabra

¡ Una colilla en el balcón !

La bondad es el principio del tacto,

y el respeto por los otros es la primera

condición para saber vivir.

Amiel

 

Estimados amigos, no voy a tocar un problema de salud generado por los cigarrillos, cuando los fumadores su única actitud es lanzar largas bocanadas de humos, apretando la colilla con los dedos, como degustando una dorada chuleta ahumada. Quiero referirme de algo muy sencillo, que puede convertirse en un problema, sino no hay raciocinio para entenderlo. Nuestro núcleo familiar vive en un viejo edificio de dos pisos, formado por cuatro apartamentos cada uno; una planta baja utilizada comercialmente, y la otra residencial. Habitamos en el primer piso en un apartamento con una pequeña y estrecha terraza que da a la calle; un pedazo de concreto donde están unas plantas algo descuidadas. Algunas mañanas aparecen unas colillas (chicotes) palabra utilizada en Maracaibo; el cual me causa risas cuando escucho a mi compañera pronunciarla, recogiendo con cierto enojo los pequeños restos de los dañinos pitillos, sin ningún significado en la vida de la persona que los lanza después de "disfrutarlos", pero para nosotros es una señal de irrespeto.

Ese pequeño gesto de tirar una colilla al vecino, nos demuestra una gran verdad de la sociedad venezolana: el respeto a nuestros semejantes se está perdiendo de manera acelerada, como desaparece la luz de la luna antes el imponente sol. Nos estamos sumergiendo en una profunda oscuridad muy peligrosa, que lamentablemente no sabemos, cuando vamos a recuperar la luz. Cada momento en cualquier lugar nos encontramos un señal de agresión, pequeña o grande, con consecuencias lamentables en muchos casos, escapándose al control de las autoridades a pesar de las campañas educativas.

Estos hechos de la vida diaria, algunos muy pequeños, pero significativos, muchas veces se convierten en un detonante difícil de apagar, el cual debemos evitar que se propague, poniendo en práctica la prevención, comenzando por el respeto. Lamentablemente estamos viviendo una etapa, harta, peligrosa, hiriente de las familias venezolanas. Son muchas las causas de la violencia en nuestro país. La colilla representa uno; se presenta en personas con cierta preparación, algunos con grados académicos en una comunidad muy pequeña. Algo parecido a un caso en el mismo edificio: un muchacho estudiante de bachillerato, cada vez que lavaba el vehículo de su progenitora, colocaba las alfombras en el carro de su vecina para secarlas; fueron tantos los abusos, que la colindante no siguió tolerando el irrespeto, dándole una lección, que parece no le enseñaban en el hogar; el problema se arregló y la amistad continuó como debe ser.

Son muchas las iniciativas surgidas en diferentes sectores de la sociedad, antes las pérdidas de valores y el creciente deterioro del respeto entre nuestros semejantes, principalmente en los jóvenes, siendo lo más preocupante las instituciones estudiantes; problema engendrado en el mismo hogar, muchas veces impulsado inocentemente por los padres, pasando por los distintos niveles educativos. Una de estas decisiones, plausible desde todo punto de vista, se dio inicio en un liceo de Acarigua: una defensoría estudiantil con el nombre "Nueva esperanza", emprendió una campaña de concientización; lamentablemente fue empañada ese mismo día en la mañana; dos estudiantes se enfrentaron a puñetazos en una cancha, atizados por los mismos compañeros, una muestra de la gravedad del problema.

La pregunta que surge es muy sencilla: ¿Qué generó esta trifulca entre compañeros de clase? puede haber sido algo muy insignificante, semejante a la colilla del balcón o una simple tontería de jóvenes; pero no existe en el momento el deseo para mediar y meditar sobre las consecuencias de una pelea, cuando se puede solucionar dialogando, no poniendo a prueba la fuerza, llevado por los impulsos juveniles. El caso del "chicote" tiene solución, colocar en la cartelera del edificio un aviso, para que no sigan lanzándolas o simplemente seguirlas recogiéndolas, tomando la actitud de la persona irresponsable, como algo visto en una obra de teatro, para luego contar este ejemplo: como de manera muy sencilla se puede agredir a nuestros semejantes, sin ninguna explicación; en un momento tan preocupante, el cual nos llama a estrechar los brazos para frenar la violencia, politizado por algunos sectores de la sociedad venezolana tratando de sacarle provecho político, justamente cuando la situación está llegando un clímax intolerable, impidiendo en parte darle el tratamiento necesario en busca de la verdadera solución. ¿Cuántos problemas se pueden solucionar con un pequeño dialogo, como verdaderos seres humanos?

 



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Narciso Torrealba


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