Ciudad Bolívar, la Angostura de siempre

Transcurría el 1819. Aquel año no resultaría tan común, tuvo su inicio un día viernes, en un contexto social de guerra. Ese año quedaría como un hecho concluyente y emblemático de la tradición política libertaria de la patria. Dos batallas se llevaban a cabo contra el Imperio de España: la de Venezuela y la de Nueva Granada. La particular confrontación criolla para entonces cumplía nueve años de desarrollo, pero el embate contra todo el imperio español alcanzaría un total de trece ruedas hasta lograr la independencia. La libertad, citaría Bolívar a Rousseau, es un alimento suculento, pero de difícil digestión.

Aquel Congreso de Angostura, inaugurado, por el mismísimo Libertador, estuvo iluminado por el ideario del generalísimo Francisco de Miranda y se conformó como el Segundo Congreso Constituyente de la República de Venezuela. En el año 2019 se cumplen 200 años de su realización.  Se trata del Bicentenario del Congreso de Angostura, (15/2/1819-15/2/2019). Su legado histórico-social resulta de una inmensa, indiscutible e imperecedera significación política.

El fin supremo de refundar la República, en el año 1998, para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica tuvo, de alguna manera, sus raíces, sus antecedentes, su referencia histórica, quizás, en aquel congreso que fundo la Tercera República. El espíritu, propósito y razón de ser de aquella Constitución, de cualquiera forma, se volcó sobre los nuevos tiempos constitucionales de finales del siglo XX. El miedo de las fuerzas políticas retrogradas y reaccionarias jamás consideraron la memoria histórica de Venezuela. La enseñanza política de la Venezuela de entonces sería soslayada. En los tiempos finales del siglo XX y génesis del Siglo XXI, un nuevo encuentro con la Patria de entonces echaba los albores de la nueva República. Las enseñanzas de otros tiempos tomaron por asalto un nuevo presente político para reafirmar una herencia de lucha revolucionaria, una tradición de construcción de patria y un reafirmar histórico. Bolívar tiene que hacer en América todavía, sentencia el Apóstol Martí

Bolívar había expuesto la necesidad política, en el año de 1818, ante el Consejo de Estado. Se requiere convocar a las elecciones para celebrar un Congreso Nacional, que diese salida constitucional a aquella situación de inestabilidad política, pero también, visto desde estos tiempos, seguramente, resultaba necesario dar muestras contundentes de soberanía y de franca y resuelta decisión de independencia. Todavía buena parte del territorio se hallaba bajo el control de las fuerzas españolas. Al parecer aquel gesto posesionaba políticamente a la independencia.

El Bicentenario de Angostura nos convoca y exige su proyección permanente sobre el siglo XXI. Angostura, siempre Angostura debería ser la consigna y el mandato. Los tiempos se conjugan implacables. Una atroz conspiración se teje permanentemente sobre la República Bolivariana. El recordatorio del hecho histórico debe ser el hacer y construir el presente y el futuro cotidiano. Que la militancia con el pasado se transmute en presente-futuro permanente.  Dignaos conceder a Venezuela un Gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad, (Bolívar, 1819).

La inferencia podría resultar bastante precisa, quizás, irreversible: Si el proceso de hacer un gobierno eminentemente popular y justo se inició, de alguna manera, a partir de 1998, en la Venezuela del Siglo XXI; entonces resulta ineludible su profundización definitiva, radical y revolucionaria. Quizás, desde la espiritualidad sería la construcción de la sociedad de amor; desde lo económico-social, sería la edificación de la sociedad socialista; desde lo político, sería la creación de la sociedad democrática participativa protagónica; desde lo histórico, sería el fortalecimiento y consolidación de la sociedad de la soberanía cultural.

Año 1819. En los inicios de aquel año, las huestes de Pablo Morillo pacifican a Nueva Granada y dominan las operaciones militares en los llanos y Guayana. El 17 de enero del mismo año, los ejércitos de José Antonio Páez y Simón Bolívar se reúnen en San Juan de Payara. Ambas tropas suman un total de 5 mil soldados. El 15 de febrero, se instala en Angostura, el Congreso de Venezuela. Bolívar pronuncia su discurso inaugural y presenta su proyecto de Constitución. El Libertador es electo presidente de Venezuela, Francisco Zea como vicepresidente. Angostura se convierte en la capital de Venezuela, (Méndez Serrano,1998). El 15 de febrero de 1819 se inicia el Congreso de Angostura. Un discurso se hará histórico, perpetuo e imperecedero en el tiempo. 200 años no son nada, parafraseando al tango.

En el Congreso de Angostura, luego de dos días de intensos debates y deliberaciones, en las cuales participan más del 86 por ciento de los diputados elegidos, es decir 26 de los 30 electos de las seis provincias: Caracas, Barcelona, Cumaná, Barinas, Guayana y Margarita, (posteriormente se incorpora Casanare de Nueva Granada), los legisladores insisten en distinguir a Bolívar como presidente. Luego de negarse, éste acepta y jura obediencia al Soberano Congreso. 17 de febrero de 1819, Simón Bolívar es juramentado como Presidente de Venezuela.

Un libro parroquial eclesiástico de antigua data aporta un dato histórico. Los misioneros capuchinos, venidos de Andalucía, señalaban que el pueblo de San Juan de Payara sería fundado un 10 de febrero de 1769. Lo que dice que el encuentro de Bolívar y Páez se realizaría en un poblado que tenía no menos de 150 años de fundado. Quizás dos hechos parecen significativos para la historia de ese año: el Cabildo de Caracas, solicita al Rey, la creación de una Audiencia y viene al mundo el 14 de septiembre de ese año el barón Alejandro Humboldt, que tanto tiene que ver con la geografía patria.  El Obispo de la Diócesis de Caracas, Mariano Martí haría una Visita Pastoral en el año 1780. El día 29 de enero de 1780, Mariano Martí, Obispo de la Diócesis de Caracas, salió del pueblo de Achaguas, y habiendo andado veinte leguas, llegó a Payara el día 31 del mismo mes, y al siguiente procedió a la Visita de su Iglesia, en donde “vio y reconoció la Fabrica, Fuente Bautismal, Altares, Imágenes, Vasos Sagrados, Ornamentos, y demás bienes. (Joseph Joachin de Soto: Relación y testimonio de la visita general del obispado de Caracas). Valga esta disgregación para ofrecer un mínimo dato sobre Payara.

Se instala el Segundo Congreso Constituyente de la República de Venezuela y se realizaría en aquella ciudad de cuyo nombre siempre será memoria histórica y que le dio al discurso de El Libertador también la misma designación: Angostura. El Congreso y el Discurso de Angostura pasaron a la historia como la memoria viva de las luchas de los pueblos por la independencia. Las armas se transformaron en palabra creadora; la soberanía nacional coronó su voluntad absoluta; se funda la Tercera República. Las armas de la guerra se transformaron en augusto congreso. La palabra de Bolívar transcendió el tiempo para mantenerse intacta 200 años después. Señor. ¡dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la Soberanía Nacional para que ejerza su voluntad absoluta! Yo, pues, me cuento entre los seres más favorecidos de la Divina Providencia, ya que he tenido el honor de reunir a los representantes del pueblo de Venezuela en este augusto Congreso, fuente de la autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del destino de la Nación.

Cuando se afirma que Simón José Antonio de la Santísima Trinidad amaba a la patria, desde una dimensión continental, bastaría con evocar algunas de sus palabras: Hay sentimientos que no se pueden contener en el pecho de un amante de la patria; ellos rebosan agitados por su propia violencia, y a pesar del mismo que los abriga, una fuerza imperiosa los comunica, (Angostura, 1819). Cualquier duda al respecto podría convertirse en un despropósito o en un dislate histórico. Amo la Libertad de la América más que mi gloria propia; y para conseguirla no he ahorrado sacrificios. (Carta al Presidente del Gobierno General de Nueva Granada, 27 de mayo de 1815).  A los intereses de clase, los mantuanos de entonces, se añade, de una u otra manera, un amor telúrico, un amor al sentido de pertenencia. Un amor político se desata contra el imperialismo de entonces, contra la colonia, contra la dominación de España.

Americanos por nacimiento y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado. Todavía hay más; nuestra suerte ha sido siempre puramente pasiva, nuestra existencia política ha sido siempre nula y nos hallamos en tanto más dificultad para alcanzar la libertad, cuando que estábamos colocados en un grado inferior al de la servidumbre; … Uncido el pueblo americano al tripe yugo de la ignorancia, la tiranía y de vicio, no hemos podido adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud. (Discurso de Angostura, 1819). Qué diagnóstico tan terrible expresa El Libertador de lo que había dejado en la sociedad de entonces la dominación imperialista española. Lástima que nuestro sistema escolar sólo y únicamente enseñó las ideas brillantes de El Libertador, pero siempre amputadas, separadas forzosamente de su texto, sin contenido, sin contexto histórico como salidas de los montes áridos. Enseñanzas sin encantos. Ninguno podría ser como Bolívar. Una enseñanza para quedar petrificado y jamás ser revolucionario. Una enseñanza para asegurarse de que El Libertador estuviera bien muerto. Una enseñanza que no hacía seguidores. Discípulos de tan perniciosos maestros las lecciones que hemos recibido, y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degrado más bien que por la superstición. La esclavitud es hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción… (Discurso de Angostura, 1819).

Resultan demasiadas las enseñanzas del Discurso de Angostura. Volver una y otra vez sobre el mismo parece ser un compromiso intelectual revolucionario. Chávez saco de la sepultura intelectual en la que la democracia burguesa había enterrado a Simón Bolívar. Hasta la misma Sociedad Bolivariana se había convertido en un ente inerme. Una secta de pavosos, sin bríos sin pasión, contra revolucionarios todos. Chávez volvió a Bolívar al alma del pueblo, a la calle, a la esquina, al aula liberada con la Revolución Bolivariana. El nombre de Otaiza pasara a la historia por aquel combate para que la República de Venezuela se transformara en República Bolivariana de Venezuela. Una eterna deuda histórica con aquellos militares y civiles que se empeñaron en hacer la utopía posible. Será necesario e ineludible volver sobre los aprendizajes y enseñanzas del Discurso de Angostura. Por ejemplo, quienes han transitado la legislación en el sentido de hacer las leyes…Bolívar les dice: ¿No dice el Espíritu de las Leyes que éstas deben ser propias para el pueblo que se hacen?, ¿qué es una gran casualidad que las de una nación puedan convenir a otra?, ¿que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos; referirse al grado de libertad que la Constitución puede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales?. ¡He aquí el Código que debíamos consultar, y no el de Washington!”.

Santo Tomás de la Nueva Guayana en la Angostura del Orinoco, era el nombre de la actual Ciudad Bolívar antes de 1848. A la historia ha pasado como la ciudad de Angostura. Auténtica, de tradición ineludible, emblemática. Allí se fundaría la Tercera República, que alcanzaría el 1830, y para entonces sería la capital de Venezuela. El 15 de febrero de cada año la historia toma por asalto la vida nacional. La cátedra se vuelve pasado demasiado presente. La memoria transita la existencia cotidiana de un pueblo que heredo la batalla como ejemplo, el honor como virtud y la independencia como la manera de asistir a la vida. Podría decirse con los versos del poeta, Andrés Eloy Blanco: Torno a mirar hacia el camino andado/ Mi marcha fue una marcha de soldado/ con paso vencedor, a todo estruendo; mi alegría una bárbara alegría…Qué la historia nos sirva de guía en esta carrera, afirmaría Bolívar

En el mundo contemporáneo se ha retomado aquella otrora discusión sobre el capitalismo y socialismo. La revitalización de este último sería autoría de ese gran líder Chávez y de la experiencia de Venezuela, la cual hace evocar: un fantasma recorre a América…el fantasma del socialismo, el fantasma de la democracia participativa, el fantasma de la democracia protagónica. Los marxistas ortodoxos subestimaron los planteamientos de Bolívar; los burgueses y sus lacayos lo petrificaron. La dimensión política de nuestra historia había tomado por asalto aquel pueblo del 27 de Febrero y unos rebeldes militares entendieron el momento histórico-social y político. La democracia burguesa había creado la libertad burguesa. La misma que se traduce en la posibilidad social de vender la fuerza de trabajo. El proceso de enajenación por el consumismo aplaca cualquier protesta, incluso toda posibilidad de transformación social, de revolución posible. Luego de transitar, por lo menos, dos décadas del Proceso Bolivariano se ha incorporado a nuestro imaginario colectivo las precisiones de Bolívar: El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política… Un gobierno republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios, (Discurso de Angostura, 1819).

Una Angostura han de ser nuestras ciudades, nuestros municipios, nuestras parroquias. Encender el espíritu de Angostura, bajo la mirada certera y precisa de El Libertador. No ceder un ápice a los reaccionarios menos a los traidores que han solicitado indignamente la invasión a la Patria. El castigo debe ser ejemplar. Se puede ser opositor. Es un derecho político de ineludible. Pero pretender que un imperio invada a la Patria es el acto más asqueroso que se pueda emprender como acto político. Es vital exigir justicia a la memoria de El Libertador. El ultraje de sólo pensar en una invasión por parte del imperialismo yanqui, solicitarla, anhelarla, es el acto más nauseabundo y cobarde que puede emprender una oposición política que nada tiene que buscar en esta Patria. Váyanse al carajo, pro yanquis de mierda. Resulta necesario volver sobre aquello que aprendimos, machacadamente, desde los primeros días de los estudios en el sistema académico: Renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso (…) la educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades”. Simón Bolívar presente en la lucha de todos los días. Se trata de una cotidianidad revolucionaria.



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Efraín Valenzuela

Católico, comunista, bolivariano y chavista. Caraqueño de la parroquia 23 de Enero, donde desde pequeño anduvo metido en peos. Especializado en Legislación Cultural, Cultura Festiva, Municipio y Cultura y Religiosidad Popular.

 efrainvalentutor@gmail.com

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