Los destructivos

Aunque Krishnamurti diga que «lo que es creativo siempre es destructivo» esa es una verdad parcial, porque hay muchos, y son muchos, que solo son destructivos sin producir creatividad alguna. Estos son solo destructivos y siempre destructivos. Se escudan en el remoquete de «críticos», sin importar el área donde lleven a cabo su acción de arruinar lo que sea.

Estos llamados «críticos» se regodean en sus vanas opiniones y, además, tienen muchos seguidores. Borregos de la nada, que atienden las estupideces de tales demoledores. Casi se ha hecho una profesión ser uno de estos destructivos, se les halaga y se les tiene en muy alta estima por su inteligencia sagaz. Se les encumbra y se les promociona como cualquier toalla sanitaria.

Se les tiene por perspicaces, por agudos y visionarios. Se le encumbra en un panteón como dioses a los que hay que reverenciar por sus altas opiniones. Ellos caminan como un pavo real con su plumaje desplegado cuando llegan a algún sitio, pues se sienten admirados. Son una «Prima Donna», se le consulta su opinión sobre esto o aquello, como si fuesen oráculos. Y ellos hacen ostentación de su profundo conocimiento con un comentario mordaz. Todos le ríen sus morisquetas.

Tiene su auditorio cautivo. Esto se da predominantemente en el arte y en la política. En lo primero es lo «snob» y allí permanece. En lo segundo es un poco más amplio, porque lo político vende y quién sepa hacer marketing en este campo tiene un público ganado. Estos destructivos saben que en lo político hay mucho material en bruto para explotar, es lo que sobra.

Se dedican a criticar el gobierno si no están bebiendo de las ubres monetarias de éste. Son achispados en conseguir material para criticar, y como en la política hay muchas torpezas siendo un campo más propicio para la comedia que para la tragedia, cada día tienen material en abundancia. Despliegan su astucia, su inteligencia en hacer andanadas de comentarios críticos, se hacen excelsos y su cohorte de acólitos se engrandece.

Si, por el contrario, se alimentan de las arcas del gobierno o son simpatizantes de éste se dedican a destruir a la oposición, todo lo que ésta haga es motivo de burla y de mofa. Es lo mismo que los anteriores pero en dirección contraria, según la conveniencia de cada uno de estos críticos de marras. Uno y otros se intercambian según el gobierno de turno. Sin embargo, cumplen la misma función. A la larga estos personajes resultan enteramente vacuos, superficiales y estúpidos. Lo que han producido en nosotros ha sido un desperdicio de tiempo. Pues, nos hemos convertidos en esclavos de sus ciertas ideas, esclavos de su vacía autoridad.

La mayoría de nosotros sabemos que los políticos dirigen de manera desgraciada nuestros asuntos. Nuestras vidas dependen de unos pocos políticos y eso es una cosa triste, pero es un hecho. Al político solo le interesa lo inmediato de sus intereses: su posición, su política, sus ideas. Como resultado existen los problemas inmediatos de la amenaza de guerra; del comunismo combatiendo al capitalismo y de éste combatiendo aquel; bla bla y bla.

De modo que nuestro problema más importante e inmediato, es ¿cómo manejar nuestras vidas para no ser aplastados por éstos? Es una lástima que solo nos ocupemos de lo inmediato. De cómo nos arreglaremos para sobrevivir. Estos son los problemas con que nos apremian los diarios y la propaganda política. Sin embargo, es mucho más importante considerar lo que nos va a ocurrir a nosotros como personas, como sujetos personales y sociales. Si solo nos preocupamos de los acontecimientos actuales y nos olvidamos de nosotros, entonces nuestros problemas no harán más que aumentar y multiplicarse.

Podemos ver, que nos hemos vuelto seres mecánicos, pensamos en si tenemos arroz, pasta, harina… Nos hemos convertido en seres en estado de necesidad. Esto influye sobre nosotros en todas direcciones. Cualquier cosa que leemos y oímos deja su huella, toda propaganda deja su señal en nosotros. Nuestro pensamiento se vuelto meramente repetidor y por eso nos hemos vuelto mecánicos, como una máquina.

Funcionamos en nuestros trabajos de forma mecánica, nuestras relaciones interpersonales son mecánicas, y nuestros valores son meramente hábitos. Estamos funcionando mediante la reacción y la repetición, por eso nos hemos convertido en mecanismos programados y repetitivos. Todo lo que nos preocupa a diario es cómo hacer que el mecanismo, que está enraizado en nosotros y en nuestros hábitos, funcione sin ninguna perturbación. Este es el triste fin de nuestra vida.

Esto implica que solo buscamos la seguridad de algo, no la libertad. Los individuos económicamente prósperos reclaman seguridad, y los pobres que apenas comen una vez al día también quieren seguridad. Nuestra respuesta a toda esta miseria humana es tan solo mecánica, habitual, indiferente. Es un hábito de mera sobrevivencia y nada más.

Parece, entonces, que la cuestión importante ¿es cómo liberarnos de todo eso que es mecánico en nosotros? Porque si no hay libertad en nosotros no hay creatividad. Hay creación cuando hay libertad. Y la libertad es un estado real. La libertad no es un slogan ni puede ser convertida en esto, o en ardid propagandístico; porque a la sazón solo sería una palabra vacía, algo mecánico y esto es lo que ocurre actualmente. Tenemos que liberarnos de tanta monserga y propaganda.

El limitarnos a decir que la libertad es posible o que no lo es, es algo inútil. Lo que podemos hacer es develar a través de conocernos a nosotros mismos, de la indagación personal y social, de la intensa búsqueda lo que somos. Eso requiere la capacidad de razonar, de sentir, de romper con lo mecánico y destruir los muros que hemos y nos han construido para nuestra seguridad.

Si no estamos dispuestos a hacer esto, entonces perdemos el tiempo de nuestra vida. Los problemas que tenemos que abordar son serios: son los problemas del miedo, de la vida, la ambición, de la autoridad, de lo político, de la obediencia, de la convicción, del deber, del derecho…

Cada problema lo debemos encarar en su totalidad, que abarca su forma emotiva e intelectual. Para ello requerimos un pensar-hacer-sentir preciso, con gran energía para proseguir nuestra indagación, sin la mediación de nadie, hasta el fin y descubrir la esencia de las cosas. Este parece ser nuestro problema fundamental.

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Obed Delfín


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