Síndrome país nulo

El gobierno se encuentra más ocupado en mantener el control dentro de su desquebrajada estructura que en el país, ello con la finalidad de preservar su débil sustento en el poder, esto trae como consecuencia la anomia política, económica y social, sencillamente ¡no hay orden! quien debe procurarlo, la institucionalidad/autoridad, se ha convertido en una jungla salvaje donde ni la constitución prevalece, se impone el criterio de 545 asambleístas del Psuv autoproclamados todopoderosos, dicho sea de paso, con diversas corrientes entre ellos mismos.

Que en pleno Siglo XXI la propuesta presidencial del gobierno haya sido una cajita de comida por familia (extemporal/partidizada), adornada con bonos tan populistas como insuficientes y, por el otro lado, presuntos candidatos opositores, innaturales, bendecidos por el régimen, explica diáfanamente las calles, los centros de votaciones vacíos el 20 de mayo, aquí no valen cifras provenientes de instituciones casadas con intereses partidistas, como decimos en criollo ¡la calle habló! y fue contundente, hace años las cifras oficiales desaparecieron, las pocas ofrecidas no guardan mínima relación con la realidad… hoy el venezolano (como debe ser) solo cree en lo que ve, palpa y padece.

No tenemos país, quienes (des)gobiernan imponen un proyecto cavernario, que amella la dignidad. Por otro lado, la oposición se encuentra anulada por errores propios, pero principalmente porque el régimen ha sabido acribillarla a través de sus instituciones rojas rojitas, como la Pdvsa autodestruida. La actividad opositora es cuesta arriba, es criminalizada, perseguida, apresada, inhabilitada, la oposición existente se encuentra entre “líderes” autoimpuestos, sospechosos, entre divisiones, incapaz de generar confianza, el pueblo se encuentra ocupado tratando de sobrevivir… no son exageraciones, por ejemplo, al momento de escribir este artículo (martes 26 de junio 2018) un kilo de plátanos cuesta 550 millones de los Bolívares del 98’, año en que comenzó la destrucción de un país cuya rivalidad más llamativa era la de caraquistas contra magallaneros.

No hay país, no hay proyecto que una a los venezolanos, una idea fuerza motivante, sobre todo, no hay un liderazgo capaz de unir y recomponer aquel país que nunca fue perfecto, pero era perfectible, receptáculo de inmigrantes, de esperanzas y sueños. Se necesita un liderazgo claro, que hable con verdades, que haga entender a los venezolanos la necesidad de corregir este apocalíptico castroproyecto que destruye nuestra venezolanidad, que encarna todo contra lo que se opusieron Bolívar, Miranda, Sucre y todos aquellos que perdieron riquezas y vidas para obsequiarnos un país libre ¡libertad que hay que preservar a través de la educación y el trabajo! esto último hay que saber comprenderlo.

El venezolano no quiere mesías, ya aprendió la lección, requiere de un liderazgo sincero, que hable con la verdad, que muestre el verdadero camino a seguir, que no oculte sacrificios. Olvidémonos de idiotizantes ideologías, de promesas caza bobos de ser un país potencia sin sacrificio ni esfuerzo, olvidémonos de supuestas indefectibles alianzas internacionales cuando la alianza determinante es la de un pueblo exigente con sus gobiernos obedientes, eficientes, transparentes, que hagan de las instituciones moradas de ley, de gente capaz, profesional. Venezuela, como nunca antes, está urgida de un liderazgo que sepa guiar este efervescente e inconmensurable anhelo de cambio, de país.

leandrotango@gmail.com

 



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Leandro Rodríguez Linárez

Politólogo / Analista político / Articulista de opinión, con más de 1.200 artículos publicados nacional e internacionalmente.

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