Con la melancolía a cuesta

Carta a mis familiares y amigos que partieron para tierras lejanas

Comienzo esta misiva con un nudo en la garganta y con una gran nostalgia. Hoy lo común, entre la mayoría de los venezolanos es la desesperanza, la tristeza, la rabia, la impotencia, la amargura, el descontento. Lo que antes era alegría, en medio de dificultades también, se ha transformado en penurias, desazón y desasosiego gracias a un gobierno desastroso que ha desprestigiado el Socialismo.

¡Dios! Como extraño las reuniones en casa de mis padres. Todos en familia. Hermanos, sobrinos, primos, tíos, sus parejas. Allí, a pesar de las carencias y las vicisitudes, había alegría, conversábamos sobre el futuro, hacíamos planes, preparábamos comidas, brindábamos con alguna bebida, compartíamos unidos y con mucha solidaridad. Esos días quedaron atrás, pues mis hermanos marcharon buscando otros derroteros para sus familias. Partieron por la miseria, angustias, desesperaciones, necesidades, carencias, escaseces y aflicciones. Como los echo de menos hermanos del alma. También perdimos el alborozo, el optimismo, el humor, la travesura, la risa y la algarabía de los sobrinos. Sus planes futuros no tuvieron oportunidad de realización en el país, por ello tuvieron que irse pues lucharon hasta que pudieron, pero no hubo una salida. Dejaron los espacios familiares vaciados de amor, cariño, comprensión, apoyo, fraternidad, ternura, entusiasmo, afecto. Solo hay desconsuelo, pesimismo, sufrimiento y desolación entre quienes nos quedamos. Otros que marcharon fueron los amigos de toda la vida, los vecinos y compañeros de trabajo. De ellos perdimos compartir un café, una cerveza, un diálogo, una disputa, una conversa amena, una celebración. Son muchos los que se han ido dejando una enorme ausencia y nostalgia. Sólo nos queda evocar ese pasado cercano que nos daba ganas de vivir y de seguir adelante, pues conseguías el apoyo de una familia unida o la mano de un buen amigo. La familia hoy quedó destruida, desarticulada, desencajada. Esposas o esposos solos, hijos sin padres, padres sin hijos, abuelos sin nietos. Cuando visitas a los familiares y amigos que quedan es común la queja porque cada día parten más seres que aman y aprecian. No sabemos si regresarán, lo único cierto es que han dejado un sabor amargo a nuestras vidas.

En este momento sólo atino a decirles que me perdonen por no darme cuenta antes del engaño de este gobierno que destruyó la esperanza en una Venezuela mejor, esa del buen vivir que soñó el comandante Chávez. Sí, un gobierno que falseó el socialismo y nos impuso un modelo basado en la corrupción, clientelismo, burocracia, compra de conciencias, despilfarro de los jerarcas del PSUV, entrega de nuestras riquezas, improductividad, contrabando, ineficiencia, antivalores. Creí, verdaderamente, que este gobierno podía conducirnos a la mayor suma de felicidad posible. No fue así y, por el contrario, nos ha llevado a la debacle total. La tristeza embarga mi existencia ante este panorama tan desolador. Muchos se verán reflejados en este escrito, ya que es la realidad del país. No puedo dejar de sentir esta agonía, este vacío, esta angustia, esta depresión, es la peor sensación que puede sentir un ser humano. Como recuperar lo bueno que teníamos y construir el socialismo, si este gobierno arrasó con todo lo generoso que tenían los venezolanos. Termino diciéndoles que no he perdido las ganas de luchar, sólo estoy un poco abatido, pero no derrotado. Seguiré aportando ideas y prácticas para transformar nuestro país y alcanzar bienestar, justicia e igualdad de oportunidades para todos. Soñando siempre con el reencuentro y la posibilidad cierta de transitar espacios en común. Un fuerte abrazo, esperando que algún día sean abrazos reales y no virtuales.



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Johnny Alarcón Puentes

Docente/investigador. Universidad del Zulia. Licenciatura en Antropología.


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