¡El enemigo que no vemos!

Todo proceso de cambio –si es verdadero- tiene su natural adversario, el cual como en el caso actual de Venezuela, tratará por todos los medios de obstruir y torpedear el desarrollo de las políticas revolucionarias que el proyecto político intente llevar a cabo. Ello es natural, porque la burguesía oligarca que durante años viene disfrutando de un poder que utiliza, no para el beneficio de las clases populares sino para enriquecerse a costa del sacrificio de las mayorías marginadas, los descamisados y olvidados, victimas de la frondosa traición de indignos dirigentes, jamás aceptará ser despojada de lo que para ellos ha significado no solo su modo de vida, sino también la forma de amasar fortunas; saqueando los tesoros públicos. Una riqueza que pertenece a todo el pueblo venezolano, el cual transformado en espectador inanimado, conoce solo de oídas de esta riqueza de su patria. La revolución bolivariana a sus 18 años de vida, presenta la particularidad de que aunado al enemigo histórico de los pueblos que buscan su liberación e independencia, enfrenta también muchos enemigos propios de una débil y frágil conciencia revolucionaria, además de un lento rearme político-ideológico, que nos permita reflexionar y hacer un balance crítico sobre el trabajo realizado y por realizar; identificar las amenazas, conocer y hacer conocer las diferencias entre la sociedad que explota y la que libera, que el obrero, el campesino, el hombre y la mujer del barrio, la calle, el joven, la joven, sepan por qué luchar y que el esfuerzo que hoy hacemos debe ir más allá del necesario salario, una casa, un vehículo, etc. Que haya el importante conocimiento que nos otorga la organización, la claridad política, la solidaridad y la participación popular en todos los planes y programas de la lucha revolucionaria para aprovechar incorporar al trabajo político el cúmulo de experiencias que se han ido labrando en el dinámico y acelerado tránsito de la revolución bolivariana. Así como los retos que representa la construcción de la democracia participativa y protagónica de quienes siempre hemos sido excluidos e invisibilizados. Ese otro enemigo surge del descuido en avivar permanentemente la llama y el espíritu de la acción consciente para ir modelando el hombre y la mujer nuevos , y con ellos, la sociedad que en colectivo soñamos, pensamos y con el esfuerzo de todos vamos construyendo. Nuestro proceso necesita con urgencia que la dirección de la revolución entienda responsablemente la importancia y necesidad de la formación política para hacer este proceso irreversible e invulnerable a toda campaña, presión o bloqueo de cualquier tipo. Si la masa no sabe para qué lucha, si no concibe su esfuerzo como la participación transformadora dentro de la lucha de clase que necesitamos desarrollar junto a otros pueblos hermanos del mundo, si los hombres y mujeres no luchamos en forma comprometida, pasará que hoy estamos, mañana no; hoy somos revolucionarios, mañana no lo seremos, porque nos molestó no haber logrado el cargo, el carro, el apartamento, por la escasez, los altos precios, etc, etc. La ignorancia nos hace vulnerables y fácil de doblegar, quebrándonos la moral, con los poderosos recursos e instrumentos con los que cuentan nuestros enemigos de clase; de allí que un pueblo formado política e ideológicamente es la garantía donde se van a estrellar todos los argumentos, maniobras y artimañas con las que muchas veces han engañado y traicionado a nuestros pueblos. Lo que hoy viven nuestros hermanos argentinos, brasileños, peruanos, chilenos, hondureños, colombianos, por nombrar solo algunos latinoamericanos; es un vivo ejemplo de que no solo basta llegar a la presidencia de la república con un mensaje, intenciones y planes revolucionarios, es necesario empoderar al pueblo de ese proyecto político, que lo haga suyo, porque la revolución no la hace un grupo de iluminados e ilustrados- sin negarle su importancia-, es fundamental estar claro de que ello es producto de la organización y concientización de la gente, la que se necesita para el trabajo que hay que llevar a acabo. Un pueblo con la determinación de querer ser y poder hacerlo, una masa así formada nada la detendrá, siempre estará resuelta a derrotar la desesperanza, la adversidad, la apatía y toda manipulación que siempre se esconde en la mentira y la campaña mediática que se anida en la frágil mentalidad de un escaso conocimiento y una débil conciencia revolucionaria. Nadie lucha ni se sacrifica por lo que no conoce ni entiende; los revolucionarios necesitamos clarificarnos que solo en la medida que fortalezcamos la enseñanza y la formación de los ciudadanos, podremos afianzar este cambio revolucionario, mediante un proceso creador de la ética pública y la moral administrativa. Solo la conciencia de clase hará irreversible el camino hacia la sociedad revolucionaria; no se hace revolución con un pueblo que tiene sus esperanzas en un empresario explotador, ni con un comerciante que acumula su fortuna especulando al pueblo, con funcionarios públicos que vejan y maltratan al pueblo trabajando solo por un quince y último, sin mística ni vocación de servicio, con policías y guardias nacionales cuyos valores son la matraca y el soborno, con médicos y auxiliares que roban los insumos de los centros hospitalarios, unos para llevarlos a sus clínicas y otros para venderlos en la calle, con educadores que al menor desacuerdo con el patrono, lo primero que echan mano es a la huelga; con una clase obrera que se queda en la lucha reivindicativa, sin profundizar en la lucha política e ideológica de la masa laboral, contentándose con pequeños y momentáneos avances administrativos; tampoco con ministros, gobernadores, alcaldes, gerentes y grandes cacaos, que aprovechan el cargo para amasar fortunas, con unos recursos que son propiedad de todo el pueblo. En resumen, una revolución con esta realidad, no necesita de ningún imperio para quedarse en el camino, ya tiene el enemigo en sus entrañas, que la corroe y la va minando silenciosamente. No hay que negar que hemos logrado importantes avances en parte importante del pueblo que ha confiado en el mensaje de cambio revolucionario, que las veces que se le ha llamado ha respondido; ello representa un significativo y constructivo resultado de estos años de lucha, pero ese capital que hemos logrado es necesario consolidarlo en lo político e ideológico, organizarlo como el ejército popular de la revolución, convertirlo en el motor impulsor del desarrollo y sostén del proceso de transformación político, económico y social que como hermosa y aunque difícil tarea nos encomendó nuestro eterno líder Comandante Hugo Chávez. El enemigo quiere doblegarnos por la vía del hambre, escaseando los alimentos y elevando a altos precios los pocos existentes. Este acoso deshumanizado se derrota con dignidad y conocimiento sobre nuestro verdadero enemigo. El histórico enemigo de clases de todos los pueblos que no se dejan pisotear su dignidad, ni violar su soberanía.

Vamos bien, pero porque necesitamos ir cada vez mejor, echemos mano a las herramientas más poderosas que tenemos los humildes, los que no tenemos precios. Las cuales no son otras que el conocimiento, la unidad y la dignidad revolucionaria.

Ramón Blasco (Guameño).

Marzo 2018.



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Ramón Blasco


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