(Cualquier parecido con nuestra realidad institucional, es pura casualidad)

A propósito del servilismo político

El sistema capitalista hace que la sociedad enfrente muchos comportamientos que descomponen su dinámica y abren espacios para los conflictos. Un comportamiento que generalmente pasamos por alto como antisocial, o dañino para la vida de los grupos, colectivos e instituciones es el servilismo. ¿En qué consiste? ¿Por qué es un comportamiento negativo? ¿Quiénes lo practican?

El servilismo es una tendencia del comportamiento en la que una persona decide satisfacer a otra (regularmente con poder para resolverle sus intereses o necesidades), aun poniendo en riesgo su integridad física, su moral y su ética. Quien es servil busca complacer al poderoso, sin más referente que hacerle realidad sus intereses, necesidades u objetivos.

De acuerdo con la psicología, el servilismo es una expresión patológica del comportamiento, que denota una condición extrema de autodescalificación individual y que motiva la competencia malsana. Solo puede ser servil una persona con problemas de autoestima, con una trayectoria marcada de abuso, con ignorancia extrema o con desajuste psicológico.

Kant afirma que el servilismo es indicador de la devaluación individual de la persona. En su libro Metafísica de la Moral, afirma que ser servil implica una actitud deferente hacia otros, producida por la ignorancia, la incomprensión, o la devaluación del sí mismo, reconociendo en el otro una condición de superior absoluto.

En la condición de servil, según Kant, la conciencia de individualidad se somete dando lugar a un sentimiento de propiedad del otro. Estos comportamientos facilitan que las personas desarrollen actitudes de adhesión incondicional y empiecen un proceso de despersonalización, que más tarde desarrolla soberbia, intolerancia y hasta agresión contra quienes tienen y manifiestan opiniones diferentes.

Según la sociología, las actitudes de complacencia de intereses del otro son condición para la cohesión grupal y/o colectiva. Sin embargo, la complacencia del otro olvidando el sí mismo (como es el caso del servil), son fuente para la descomposición de los intereses y prioridades de un grupo y/o colectivo.

En política se afirma que el servilismo es la principal motivación del autoritarismo y motor de la creación de relaciones conflictivas. Una persona servil se dedica a sobrevalorar las cualidades del poderoso y hacerlas valer aun sacrificando su integridad, o poniendo en riesgo la estabilidad del grupo o colectivo al que se pertenece.

Algunos estudios de psicología política indican que las personas que sostienen comportamientos de servilismo son las más propensas al fanatismo. Es decir, su conducta, en representación del poderoso, es como si poseyera la verdad, tuviera todas las respuestas y no necesitara seguir buscándolas más allá del pensamiento de la persona con quien se es servil.

Según Christopher Freiman (en su artículo Why be inmoral?, publicado en 2010), las personas serviles son individualistas y dispuestas a trasgredir la moral. Entre ellas podemos encontrar personas con muy bajo nivel intelectual y otros con gran inteligencia.

Según Freiman, una persona servil inteligente es más peligrosa para los proyectos colectivos porque disfraza su indignidad con resultados eficientes para el poderoso, manteniendo una aparente normalidad en el resto del colectivo. Se empecina en tener a la mano del "jefe" los elementos más atractivos para la solución de los problemas y mantener alejados de éste a todos los que pueden ofrecer opciones diferentes o críticas y propuestas.

Freiman afirma que los serviles inteligentes generalmente disponen todo para que su influencia no sea amenazada con la presencia de ideas y propuestas de otros. Hacen lo necesario para volver inaccesibles a sus "jefes" y lograr que toda comunicación con ellos pase por sus manos.

Los serviles inteligentes son arrogantes y falsos con sus subordinados, pero se alertan y cambian inmediatamente en presencia de sus jefes. Desacreditan la opinión de gente honesta que puede ser atractiva y hacen uso eficiente del chisme para poner en entredicho lo que es de otros y superar lo propio.

Ser servil es diferente a ser servicial o cortez. Se confunden con facilidad porque todos los serviles son sirvientes, corteses y serviciales, pero únicamente con los poderosos. Sin embargo, ser cortez y servicial son conductas prosociales que alimentan la cohesión grupal y colectiva y no se expresan de manera especial con quien representa poder.

En la vida grupal, colectiva e institucional se vuelve indispensable distinguirlos. Los serviles dificultan la actividad colectiva, de equipos o grupos porque intentan a toda costa que la voluntad del poderoso sea la regla, independientemente de su valor real. Las personas serviciales y corteses promueven una relación armónica entre los integrantes de un grupo y facilitan la vida colectiva.

Nuestras instituciones tienen en el servilismo una amenaza que poco se analiza, pero urge tratar. Quienes tienen responsabilidades de trascendencia social deben estar atentos a esto y tomar medidas para controlarla. En el caso institucional generalmente las personas serviles buscan permanecer en sus cargos sobrevalorando, adulando e ideologizando las "ordenes" de los "decisores", es decir justificando lo decidido a cualquier coste, sea bueno o malo.

Karl Marx dijo en cierta ocasión que detestaba el servilismo, esa personalidad típica de quien asume deliberada y gozosamente su destino de criado, de siervo, de rastrero que se humilla y se arrastra ante el poder, que carece de autoestima, orgullo y dignidad. El ser servil deambula desorientado por su vida buscando siempre cómo agradar al amo, cómo lograr su palmadita paternalista, qué hacer para que el amo le premie con dinero o con un favor, un ascenso o una mención y distinción públicas ante los demás serviles que reptan junto a él y que también hacen lo imposible por destacar, como los perros, para ser recompensados con una migaja mayor que las que reciben los demás.

Pero a diferencia de los caninos, el servil tiene la desgracia de ser humano, y la humanidad es irreconciliable con el servilismo por lo que el ser servil está internamente podrido por una angustia que nunca puede ser suavizada ni siquiera con la cobardía permanente que le caracteriza. El perro al menos muerde, el servil, lame. Alguno puede hacer un gesto tenue de queja y hasta de protesta, apenas un gruñido, pero de inmediato se postra ante el poder al que sirve.

Existe una diferencia cualitativa, un abismo insalvable, entre el ser servil y el ser humano, diferencia que se plasma en miles de prácticas diarias, cotidianas, matices aparentemente insustanciales pero que muestran lo irreconciliable, por ejemplo, el ser humano está en la cárcel por razones políticas y el ser servil es el carcelero por razones egoístas.

Los trabajadores no debemos ser serviles, nuestras acciones, nuestras luchas, nuestros justos reclamos son un acto más de nuestra dignidad humana, de praxis militante y de lucha revolucionaria en las peores condiciones que podamos imaginarnos, dentro de y contra una estructura estatal diseñada para destruir lo humano y alienarlo en el servilismo más abyecto y repugnante. La entera estructura vertical y represiva de nuestras instituciones está pensada para destrozar el ser humano y fabricar seres serviles; y por eso, es una estructura que sólo puede funcionar en base al servilismo de las personas que obedecen al poder y obligan a obedecer a los demás.

Pero el sistema vertical y represivo es una parte más del sistema capitalista que no sobreviviría sin los esclavos felices e infelices, sin los sumisos, sin los alienados, sin los egoístas. Dado que el sistema represivo juega un papel clave mediante la amenaza preventiva, la producción de miedo, etc., en esta medida, nuestra crítica y exigencias es a la vez un ejemplo para todas y todos al margen de nuestras situaciones individuales porque saca a la luz el límite que separa la coherencia de la indignidad servil. Y también es una denuncia y una crítica radicales a todos aquellos que buscan cualquier excusa para medrar y reptar dentro de las instituciones.

El servil se caracteriza por buscar cierto anonimato en el cumplimiento de las órdenes que le facilite una más cómoda ubicación jerárquica. Los burócratas de partidos y sindicatos del sistema, funcionarios, sacerdotes y curas, y, en general, miembros de asociaciones jerarquizadas, autoritarias, dogmáticas y militaristas suelen ser excelentes serviles, dóciles y gregarios, que aplauden con las orejas a los jefes de turno, aunque éstos se hayan acuchillado mutuamente para tomar el poder. Pero el anonimato no es típico de todos los serviles, también los hay que se mueven públicamente, como periodistas, tertulianos, presentadores de programas de radio y televisión, cargos públicos, etc. Se diferencian de los anteriores en que su obediencia debe realizarse con una dosis de agilidad y reflejos suficiente para el buen ejercicio de las artes y ciencias de la manipulación. La sumisión al mando del servil mediático debe realizarse de forma sibilina, sin humillaciones innecesarias, porque a pesar del opio mental de la industria político-mediática, bastante gente conserva recursos de pensamiento libre o al menos de no creencia ni credulidad absorta.

Dentro del servilismo hay de todo, desde quienes optan por dar el espectáculo más bochornoso hasta el sesudo equidistante que reparte culpas a derecha e izquierda, pero se desdice al primer gesto del "jefe" a quien sirven, pasando por el típico fascista. Aunque algunas veces aparezca un servil progresista desorientado, es muy difícil encontrar alguien con pensamiento crítico-radical, cultura e inteligencia, porque estas cualidades suelen ir juntas y al no rendir beneficios socioeconómicos son rechazadas por los programadores "jefes", sean obispos, empresarios o políticos profesionales o que ostenten algún cargo en la administración pública.

Pero el servilismo más efectivo al sistema dominante, en estos momentos, se refleja en algunas instituciones. El capitalismo no logra estabilizar definitivamente su poder mundial, y tiene serios problemas en cada vez más sitios. Así como los intelectuales conservadores, los serviles cumplen la tarea de legitimar y argumentar, además de las brutalidades imperialistas, y las de sus "jefes" también todas las formas de manifestación de su ser servil. Siempre lo han hecho y lo seguirán haciendo.

Nuestra lucha puede dar una lección a los mudos intelectuales y a los serviles que cierran los ojos y oídos ante nuestra lucha. A través de nuestra lucha podemos mantener nuestra independencia vital mediante la unidad, la crítica y la propuesta acompañada de su defensa unitaria, además de reafirmar nuestro poder y propiedad en sí y para sí impulsando la reconquista de nuestra libertad. Cualquier servil o intelectual que se detenga aterrado ante el poder y ante la propiedad privada solo será eso, un servil e intelectual del sistema, lo mismo que cualquier político que no asuma el riesgo de su propia vida, sino que se escude en la de otros, en la de los mercenarios a sueldo, únicamente será un político del orden establecido. Parafraseando al Che, la diferencia entre la persona que voluntariamente asume los riesgos de la lucha revolucionaria, y político e intelectual radica en que el primero asume la propiedad de sí y para sí, de su vida, practicando su independencia de criterio, mientras que los otros sólo hacen servilmente lo que el poder les tolera, permite u ordena.

turkialmaaz@gmail.com



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Turki Al Maaz

Facilitador en Salud de los Trabajadores TII. INPSASEL

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