Job, el militante

Esa rica colección de leyendas, poesías, aforismos, narraciones épicas propicias a la cinematografía espectacular, y hasta chismes de reyes, que es la Biblia (y el Corán), constituye también una buena fuente de personajes, figuras o tipos con los cuales podemos entender ciertas categorías de gente con las que nos topamos a veces.

Pongamos por caso a Job, por ejemplo, el paradigma de la paciencia del fervoroso aguantador de desgracias, según el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Tenía diez bellos hijos, poseía grandes rebaños, criados, casas, riquezas, el respeto de la comunidad. Pero, sobre todo, Job era profundamente creyente. De hecho, para algunos, su prosperidad, sus afectos, su reputación, le venían como premios de parte de Dios mismo en pago por su fe inconmovible.

Pero un día, producto de una especie de apuesta con su compinche, Satanás, un desafío así como "a que Job deja de creer en ti, si le quitas todo lo que le has dado", Jehová o Alá decidió, con todo y rayos del cielo, enemigos armados despiadados y otros recursos (este Dios siempre ha sido bueno para las plagas), quitarle la familia, la salud y las riquezas al pore Job, quien quedó en la carraplana.

Como siempre, a la desgracia, se le agregó la habladuría (los cachos no duelen; la mamadera de gallo, sí). Los amigos que se le acercaronen ese doloroso trance, en el cual Job no pudo evitar quejarse un poquito, le decían que por algo Dios lo había golpeado de esa manera; que seguramente él, Job, era el culpable de su desgracia. Job contestaba que sí, que era Dios el causante de sus males y que le gustaría plantearle personalmente su causa, porque sentía que estaba ocurriendo una gran injusticia: "el justo, el bueno, es escarnecido. En cambio están en paz y prosperidad las tiendas de los ladrones, y viven seguros los que provocan a Dios".

El desenlace del cuento es conocido por los que leen estas cosas: Dios se le aparece a Job, con todos sus efectos especiales, y básicamente le dice que se la cale porque el amigo es tan solo un simple mortal que no sabe nada, en cambio El es nada menos que Dios y se las sabe todas. En otras palabras, consagradas por las religiones, que Dios es insondable en sus designios y el creyente debe permanecer con la boca cerrada porque…bueno, porque sí, porque se lo mandó Dios y este puede tomar peores represalias si habla paja. Ni una palabra del jueguito de apuestas con su pana Satanás, aunque éste estuvo a punto de ganar la suerte, pues Job sufrió tanto que estuvo cerquita de renegar a su Dios quien, al final, parece que le restauró lo que había perdido porque, tú sabes, Dios ahorca pero no mata. Además ¿qué habría pasado con la fe de job si seguía el ahorcamiento?

¿Qué por qué me pongo a versionar esta leyenda judía, cristiana y musulmana? Pues porque sé de algunos cuadros chavistas honestos, fervorosos, quienes, aún reconociendo los errores, las desviaciones, la corrupción y la insuficiencia de la tesis de la "guerra económica" para explicar este desastre económico, reafirman su fe, reiteran las excusas para convencerse a sí mismos por cansancio, y hasta APUESTAN, con ese restico de fe, a que todo mejorará milagrosamente en virtud de, otra vez, su fe, su esperanza y todas las virtudes teologales. Ellos son un grupo de Jobs militantes, algunos de los cuales tienen, a veces, su pequeña compensación psicológica, sintiéndose poderosos administrando los CLAPs o hasta cobrando por los megas para escanear el carnet famoso, o mirándose en el espejo para descubrirse cierto parecido con el Che o con Manuelita Sanz.

Si el propio Jehová o Alá se permitió jugar a las apuestas con Satanás, ¿por qué no un gobierno en apuros, siendo tan habilidoso, y disponiendo de tantos Jobs?. Bueno, sólo Dios sabe.



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Jesús Puerta


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