La MUD sufrió una derrota histórica pero el madurismo no termina de triunfar

Lo sucedido este año 2017 constituye probablemente la derrota final de la derecha venezolana representante del puntofijismo. La estrategia semi-insurreccional desarrollada por la MUD entre abril y julio de este año no pudo evitar la realización de las elecciones a la Constituyente ni la instalación de la misma.

Un cálculo muy malo en su estrategia, el haberse lanzado a una lucha de vida o muerte y dejar el campo de batalla sin haber triunfado, es evidentemente expresión de una derrota de niveles históricos. Más de un centenar de jóvenes asesinados en esa batalla callejera, cuya responsabilidad sin dudas es en primera instancia a la brutal represión desatada por el gobierno de Nicolás Maduro, pero que también son responsabilidad esas muertes de los líderes de la MUD que llamaron irresponsablemente a desatar formas de lucha para la cual ni estaban preparados ni tenían planes de largo aliento que concluyeran en una verdadera insurrección (afortunadamente para el pueblo venezolano, y afortunadamente, por carambola, para Maduro).

Con la MUD se cumplió la premisa de Marx de que la insurrección es un arte y no debe improvisarse. Para la derecha pitiyanqui, las elecciones del 30 de julio y la posterior instalación de la ANC constituyen una derrota catastrófica, que destruyó su capacidad de movilización y desmoralizó a su militancia.

Para remate, las elecciones de gobernadores del 15 de octubre significaron el epitafio en la tumba de la MUD, incapaz por su debilidad de evitar el fraude madurista y supeditados a recoger las migajas que el propio gobierno decida otorgarles para "aparentar" un sistema "democrático".

Al día de hoy, 31 de octubre, la división definitiva al interior de la MUD parece haberse concretado, con una fracción pseudo radical de Primero Justicia, Voluntad Popular, AD y otros partidos que deciden no participar en las elecciones de alcaldes convocadas para diciembre, y una fracción entregada al madurismo (como Manuel Rosales a quien el TSJ lo acaba de rehabilitar para participar electoralmente) que debaten por aceptar el papel de socio menor dentro del sistema político bipartidista que Maduro y su combo se propusieron instalar desde el 2013.

Si acaso el imperio yanqui se propusiera una aventura golpista que intente ensamblar con esa postura "radical" abstencionista de la MUD, la derrota militar que sufrirían tendría ya ribetes seculares. La derecha puntofijista ha cavado su propia tumba y le ha hecho el juego perfecto a la fracción madurista que gobierna Venezuela usurpando el legado socialista de Hugo Chávez.

Desde la muerte de Chávez, el madurismo se ha propuesto instalar en Venezuela una pseudodemocracia bipartidista con un partido "dirigente" de forma permanente, el PSUV, y un partido o grupo de partidos de derecha socialdemócrata (encarnados explícitamente por AD y Nuevo Tiempo) que acepten jugar todo el tiempo el rol de oposición "permitida y tolerada", y que nunca tendrá acceso real a espacios de poder político, sino que acepte conformarse con algunas gobernaciones, alcaldías y ser minoría en los cuerpos parlamentarios.

Pero hasta el presente este "modelo ideal" que Maduro tiene en su cabeza no ha logrado avanzar en la realidad política venezolana. No es fácil lograr que una fuerza política que actúa públicamente, por más oportunista y ambiciosa que sea su dirigencia, acepte jugar ese papel de imbécil como socio menor controlado de un sistema que nada tiene de democrático. No tanto por la honestidad de sus dirigentes, que la tenemos en absoluta duda, sino porque es casi imposible justificar esa postura ante sus decenas de miles de militantes y votantes.

Con la negativa de Guanipa a juramentarse ante la ANC, y ahora la negativa de varios partidos a participar en las elecciones de alcaldes, la MUD termina de marginarse del sistema político controlado por el madurismo, y sólo les queda una lucha de resistencia semiclandestina, y probablemente violenta, que lo más seguro es que los entierre definitiva y literalmente, o los expulse a un exilio eterno del cual jamás regresarán.

Le queda el camino libre a Rosales, Henry Falcón y otros grupos menores para intentar consolidarse como opositores "democráticos". Pero ese espacio reservado dentro del modelo ideal bipartidista de Maduro no puede ser llenado por grupos tan reducidos como los nombrados. Los grandes partidos de la derecha son AD, PJ y VP, y su actual negativa a participar en las elecciones de alcaldes le crean un problema adicional al madurismo. Sus esperanzas por cuadrar en un "neopuntofijismo" PSUV-AD se desvanecen por el momento.

En cualquier caso, mirando el proceso venezolano en el mediano y largo plazo, insistimos en nuestra apreciación de que se ha consumado la derrota final de los supervivientes del pacto de punto fijo, es decir, la MUD. Es casi imposible que vuelvan a jugar un papel relevante dentro de la realidad venezolana, salvo que impulsen escenarios de lucha armada (insurgencia militar o paramiltar) en los cuales con toda seguridad van a ser aplastados por la combinación de fuerzas armadas y pueblo bolivariano.

El Madurismo por su parte no logra consolidar una institucionalidad medianamente creíble. Con una Constituyente que violenta, con su propia existencia y con sus decisiones, los principios y artículos de la Constitución del 99. Con unos poderes públicos como el CNE y el TSJ que están totalmente entregados a los dictados del poder ejecutivo. Con una crisis económica expresada en una inflación meteórica y una escasez derivada de un aparato productivo en progreso de desmoronamiento total. Con un pueblo expectante que espera las soluciones prometidas en la campaña previa para la ANC y que ahora nadie termina de decidir ni asumir.

En la Venezuela de fines de 2017, la palabra la tiene el pueblo, el mismo pueblo que insurgió de manera espontánea el 27 de febrero de 1989 y el 13 de abril de 2002. Cualquier cambio de fondo de la actual realidad venezolana depende de las acciones que tome o deje de tomar ese pueblo heredero de Boves, Páez, Bolívar y Zamora.

Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 31 de octubre de 2017



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Roberto López Sánchez

Roberto López Sánchez (Caracas, 1958). Profesor Titular de la Universidad del Zulia (LUZ) con ingreso en 1994. Licenciado en Educación (LUZ, 1994). Magister en Historia (LUZ, 2005) y Doctor en Ciencias Políticas (LUZ, 2013). Actualmente dicta 6 materias en la Licenciatura de Antropología en LUZ: Historia de América; Historia de Venezuela; Intercambios Económicos; Poder y Movimientos Sociales; Culturas Afroamericanas; y Modo de Vida e Identidad Nacional. Ha dictado seminarios a nivel doctoral y nivel maestría en universidades venezolanas; y seminarios de Historia de Venezuela en universidades de Chile y España. Actualmente coordina la Unidad Académica de Antropología. Ha dirigido proyectos de investigación a través del CONDES-LUZ, y CLACSO. Línea de investigación: estudio de los movimientos sociales. Ha publicado más de 50 trabajos científicos. @cruzcarrillo09

 @cruzcarrillo09

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