De la política de la miseria a la política de la misericordia

El mundo vive hoy día un tiempo caracterizado por la confrontación política y la amenaza militar-tecnológica; cada mes surge un nuevo conflicto a nivel mundial, cuando no es la actividad terrorista intimidadora de los grupos dogmáticos, es la postura "alocada" y desenfrenada de líderes políticos que quieren ocupar centimetraje periodístico con sus bravuconadas de "misiles" y "bombas de hidrógeno"; la nanotecnología se crece en el mundo moderno como la vía expedita para tener sentenciado al pensamiento disidente e incendiario.

Hoy contemplamos la miseria de la política; una política sin contenido programático, sin banderas reivindicadoras de la paz y la sana convivencia colectiva; una política que niega los derechos de los ciudadanos a escoger su libertad e independencia. Una política corrompida, con corruptos honorables y discursos simples y vacíos como "Te quiero mi pueblo" o "Sea con hambre pero tenemos Patria". No, esa no fue la alta política que llegó a pensar en su momento Hugo Chávez (1954-2013) un líder que si bien no era un teórico de la política, al menos en la praxis buscó moldearla de nuevo como una joya que pudiera comenzar a brillar por luz propia sin los atajos de las manipulaciones y el manejo licencioso del voto popular y soberano. La democracia occidental la hemos entendido como la supremacía de la mayoría por sobre una minoría notoria y rupestre, nada más aislado de la verdadera justicia, porque no todos, que son la mayoría, son capaces de entender la importancia y trascendencia del voto, por ello hoy es pertinente hablar de una "dictadura de la mayoría", la cual llega producto de un manejo inteligente de las fuerzas colectivas y una organización mecánica de los grupos y subgrupos de tarea que tienen como único fin conquistar, por ese instante que se da el acto electoral, un voto favorable que le de licencia para administrar y tomar decisiones en nombre de los habitantes pensantes de un territorio.

En América Latina, se está en el posicionamiento de la "dictadura de la mayoría", se legitima más a través de un pueblo que no conoce sus derechos, abogando por un candidato que con la fórmula de "pan y circo", alcanza su aceptación electoral. La era de los discursos concientizadores, de las propuestas de bienestar colectivo y "la suprema felicidad", ha creado una generación latinoamericana desnutrida, sin acceso a programas de bienestar personal y profesional, desde donde construir su proyecto de vida y tener la osadía de soñar con un mañana. La generación de esta Latinoamérica ideologizada y traumada por los modelos alternativos al capitalismo salvaje, que son tan salvajes como el capitalismo, hace pensar que se está entrando en una época novedosa de oscurantismo y violencia, situación que invita a la necesidad de tener misericordia a pesar de los desaciertos y males causados por la política.

En el caso de Venezuela, su propuesta anti-imperialista ha traído nuevos elementos de interpretación de la realidad socio-política, porque ha demostrado que se puede hacer una política con intenciones socialistas en un contexto minado por la corrupción y el bloqueo económico internacional. En su mejor escenario, Venezuela se plantea un futuro duro, carcomido desde sus bases por una clase política corrupta y por una institucionalidad cómplice. Nunca antes la abolición del Estado planteada por los pensadores anarquistas ha tenido mayor vigencia, porque se necesita transformar desde sus raíces el Estado y por ende el Gobierno. No se trata de ser de izquierda o de derecha, ya no es un asunto de bandos políticos, es un asunto de "bandas criminales" que están insertas en el óvulo fundacional de cada oficina gubernamental; las decisiones de justicia son asumidas según los grupos de poder y no en razón de los preceptos de Ley y del debido proceso. Hacer mención a que la justicia y la equidad están polarizando los desaciertos del arte de la gobernanza en Venezuela, no es un asunto de posturas "sensacionalistas" o ataques al orden imperante; es, sí, un volver a la fórmula del expresidente Hugo Chavéz: Revisión, Rectificación y Reimpulso (las tres R). Estas tres R, garantizarían un proceso confiable y legítimo de diagnóstico a la administración pública, donde es urgente la consolidación de una postura ética y moral reluciente, que devuelva al ciudadano la confianza y lo integre en un proceso de enseñanza de valores colectivos que mejore la convivencia y destierre la barbarie.

En este sentido valga citar el llamado que hiciera en su Carta Papal del 2016, en Papa Francisco, titulada "Misericordia et misera", en donde dice: "En una cultura frecuentemente dominada por la técnica, se multiplican las formas de tristeza y soledad en las que caen las personas, entre ellas muchos jóvenes. En efecto, el futuro parece estar en manos de la incertidumbre que impide tener estabilidad. De ahí surgen a menudo sentimientos de melancolía, tristeza y aburrimiento que lentamente pueden conducir a la desesperación. Se necesitan testigos de la esperanza y de la verdadera alegría para deshacer las quimeras que prometen una felicidad fácil con paraísos artificiales. El vacío profundo de muchos puede ser colmado por la esperanza que llevamos en el corazón y por la alegría que brota de ella…"

En pocas palabras, el Papa Francisco aboga por tener esperanza a pesar de las vicisitudes que la vida moderna presenta, aspecto nada extraño a la realidad país de Venezuela, donde la corrupción crea condiciones de desconcierto, de necesidades, de calidad de vida paupérrima, deteriorada y vacía. A pesar de esa realidad circunstancial e inducida (por malos funcionarios y por reacciones indecorosas del capital privado en juego con grupos de presión para tumbar el Gobierno vigente), la esperanza debe permanecer en los connacionales que han entendido que ya el discurso político ha quedado en la notaria de la historia y que se necesita un discurso pragmático, menos apasionado y más realista y articulador de transformaciones reales. Se trata, tal como lo sugiere el Papa Francisco, de incrementar la posibilidad de la esperanza desde una cultura de la misericordia, entendiendo por misericordia el apego del hombre al amor y al perdón. La misericordia, desde el plano social, implica, dice el Papa Francisco, no quedarse inmóviles y actuar desterrando la indiferencia y la hipocresía en los asuntos que corresponden a la vida humana y cristiana; se trata de hacer un "redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos".

El Papa Francisco hace alusión a una misericordia que tiene como punta de lanza el hacer "artesanal" del amor, del acercamiento, de la bondad, del perdón, pero sin descuidar revisar, rectificar y reimpulsar, todos, no un grupo de elegidos y trasnochados políticos de escenografía, sino todos, como pueblo que legitima liderazgos y como poder popular que inserte en la vida cosmopolita del siglo XXI, a esa generación que hoy se encuentra en el vacío, sin oportunidades y con un futuro marcado por la incertidumbre. Un chavista que no vea esta realidad no es un chavista, es un oportunista que no le importa sacrificar a su pueblo con tal de no perder sus prerrogativas de poder. La consciencia y la esperanza cambiaran el performan que hasta ahora tiene en tiniebla la política moderna latinoamericana. De esa política de la miseria, avancemos hacia una política de la misericordia, la justicia y la equidad.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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