Fascismo a la vista

Los trabajadores informales o como ingeniosamente a calificado nuestro pueblo como "bachaqueros", se extienden y multiplican vertiginosamente a lo largo y ancho del país, y ellos son los soldados del egoísmo individualista al servicio del capitalismo, reclutados de las filas del pueblo, radicando ahí su gran peligro, consistente en la posibilidad que el lumpen proletariado arrastre a las demás capas de la población; su seudoideología en todos los procesos revolucionarios pretende abortar la posibilidad de construir al hombre nuevo, el cual sólo podrá nacer cuando los trabajadores asumamos la dirección y el control de la producción en todos sus niveles, que hoy está en manos del gran capital. Esta tarea no la puede llevar a cabo la socialdemocracia con su actitud cobarde y conciliadora que pretende navegar entre dos aguas, la del proletariado y la de la burguesía.

Es importante señalar que los fenómenos sociales y entre ellos los procesos revolucionarios que pretenden realizar transformaciones estructurales profundas, deben ser analizados desde una perspectiva multifocal dada la gran complejidad de la realidad que se pretende indagar; aspectos conformados por hechos que abarcan desde elementos objetivos como las relaciones económicas y sociales hasta condiciones subjetivas tales como los valores culturales y las ideologías confrontadas en el escenario de la revolución. Esta intrincada red de variables obliga a los propulsores del cambio, como a sus detractores contrarrevolucionarios a emplear una metodología interdisciplinaria desde el punto de vista de las ciencias sociales que incluyan en su indagación ciencias como la historia, la economía, antropología, sociología, política, etc., dejando de lado el reformismo plasmado en el derecho constitucional del cual son tan devotos los chavistas. De la veracidad del análisis obtenido se derivarán consecuencias de gran utilidad práctica para los contrincantes del proceso, así como de una pobre investigación teórica se generarán consecuencias terribles que llevarán a la derrota política de algunas de las clases en pugna, con su carga de responsabilidad ante el futuro para sus dirigentes.

Todas las revoluciones sociales en la historia la han protagonizado los pueblos o clases oprimidas, aun cuando las élites que las dirijan pertenezcan a las clases privilegiadas como fue el caso de la revolución francesa, de la misma manera la contrarrevolución requiere de la participación masiva del pueblo para derrotar a sus enemigos tal como lo hizo el nazi-fascismo en Europa, no en balde el Hitler agitador y anónimo de la cervecerías de Múnich, añoraba que sus camisas pardas tuvieran el poder de controlar las calles mediante la movilización de masas que poseía el partido comunista Alemán, sueño que más tarde logró.

Los trabajadores informales son un fenómeno de carácter planetario o global, producto de un capitalismo comercial y especulativo cuya máxima necesidad consiste en realizar la plusvalía que se ha producido en la esfera de la producción, de ahí que este tipo de trabajador carece del sentido de cooperación social del que están imbuidos otros trabajadores que hacen del esfuerzo conjunto su praxis cotidiana y en consecuencia son potencialmente capaces de construir un mundo solidario. Sin embargo su máxima expresión cuantitativa se manifiesta en los países subdesarrollados y dependientes tecnológicamente, y su acendrado egoísmo oportunista hace de ellos un aliado natural de la burguesía. En Venezuela el extendido fenómeno de los trabajadores informales (bachaqueros), es producto de una praxis económica rentista de larga data, ejecutada por el Estado, al cual el chavismo no le puso coto, sino que por el contrario estimuló de manera exacerbada, claro que con significativas mejoras en el ámbito de la redistribución del ingreso a las capas menos favorecidas de la población, en áreas como educación, salud y vivienda, pero descuidando la producción comunal socialista, acentuando la dependencia externa con crecientes volúmenes de importación, amén de un crecimiento pernicioso del empleo improductivo, vía incremento de la burocracia a través de políticas populistas insostenibles a largo plazo. En tal sentido el oficialismo representa una continuidad del viejo Estado capitalista rentista y dependiente del capitalismo mundial, que condicionó la existencia de nuestra clases sociales; forjando por un lado, una burguesía parasitaria e importadora incapaz de innovar y asumir los retos de la competencia en los mercados internacionales, y por otra parte dada la exigua industrialización del país, se formó una clase obrera poco numerosa sin fuerza para incidir en el destino del país y mucho menos para imponer un proyecto de vida propio, en tanto el resto del espacio social fue ocupado por trabajadores informales influenciados por los valores del oportunismo y facilismo de la cultura capitalista hegemónica. Es en esta densa masa de la población donde se jugará el destino del socialismo, los fascistas de la burguesía y pequeña burguesía solos no tienen potencial para tomar el poder, la timorata socialdemocracia que dirige al Estado deshoja la margarita para quedar bien con la burguesía y el pueblo, con unos ingresos petroleros menguados y comprometidos en el pago de una injustificada e inmensa deuda externa de la cual Maduro se jacta de ser un cabal cumplidor; en este difícil panorama los trabajadores y sus aliados, deberán procurar crecer cuantitativa y cualitativamente y asumir la dirección y el control de la producción para derrotar al gran capital y sus lacayos nacionales e imponer el socialismo.

joseburelli@hotmail.com



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José Burelli

Economista. Maestría en Relaciones Internacionales. Subdirector de Cultura UNESR. Profesor de la UNEFA, Universidad Pedagógica de Caracas.

 joseburelli@hotmail.com

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