Cremas

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Juan Fernández ha comentado que gracias a esta crisis ha conocido el país. Los gerentes de PDVSA amanecían y anochecían en la empresa. El fin de semana lo pasaban en algún club de la industria. La Isla de la Fantasía. Tanto se separaron del país que muchos de ellos no lo entendieron y pensaron tan alto de sí mismos que en pocos días la nación se doblegaría a su contrariedad. Pasa a las élites que se apartan herméticamente de la realidad.

Jonathan Swift cuenta en sus Viajes de Gulliver que había una isla flotante llamada Laputa en donde vivía una cofradía de intelectuales, aislada del mundo. Tan apartados estaban que necesitaban que unos sirvientes los guiasen, pues eran estrábicos: un ojo miraba hacia arriba y otro hacia abajo. No veían lo que tenían en la punta de la nariz. No escuchaban lo que se les decía sino cuando los sirvientes les tocaban una suerte de cojín-pandereta en el oído.

No es vicio solo de la Nómina Mayor. Ocurre también con muchos de los artistas y profesionales del pensamiento. Durante décadas cierto grupo de intelectuales y artistas cultivaron esmeradamente un aislamiento sistemático del mundo inmediato. Nunca se vio torre de marfil más pulida. Todo los horrorizaba, la vulgaridad ambiental hería su fina sensibilidad. Cualquier sustancia impura, por tenue que fuese, podía infamar su blanca túnica. Su hablar era vaporoso, su andar leve, su meditar intratable, su escribir fragoso y su leer insondable. Hasta Borges les fue vulgar cuando sus libros comparecieron en puestos de buhoneros. Cualquier renombre los espantaba hasta la evaporación. Cualquier producto sospechoso de su espigado conceptismo era fulminado con una sonrisita desdeñosa. Carreras enteras se vieron desahuciadas por esa sonrisita inapelable.

Ambos, la Nómina Mayor tanto de PDVSA como de la intelectualidad, cuando por fin miraron el país, terminaron aclamando a Carlos Ortega. Tanto nadar para venir a ahogarse en la orilla. No he descubierto los méritos de Carlos Ortega, pero no me luce que la exquisitez y la agudeza profesional estén entre ellos. Ni siquiera como político.

Por eso, como Juan Fernández, los intelectuales y los artistas debieran comenzar a andarle cerca al país. La justicia es deber urgente en Venezuela. Por eso registro que no toda la Nómina Mayor de PDVSA y de la inteligentsia sufrió ese mal. Muchos continuaron en contacto con el país, del que nunca se desprendieron. Unos operan hidrocarburos, otros ideas, signos y símbolos. Pero los otros, los aislados, debieran volver la mirada hacia donde nunca vieron. Cuánta inteligencia se necesita para sobrevivir en cualquier barrio pobre de la América Latina, por ejemplo. Cuánta inteligencia hay que desplegar para entender por qué que la clase media teme más a las hordas que les van a quitar los tostiarepas que al crédito indizado.

Tienen una gran ventaja: ese contacto cercano no será tan traumático como el que hizo la Nómina Mayor cuando descubrió que el país no la necesitaba.

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Roberto Hernández Montoya

Licenciado en Letras y presunto humorista. Actual presidente del CELARG y moderador del programa "Los Robertos" denominado "Comos Ustedes Pueden Ver" por sus moderadores, el cual se transmite por RNV y VTV.

 roberto.hernandez.montoya@gmail.com      @rhm1947

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