Temas de historia contemporánea

El fallido asalto a San Fernando de Apure el 20 de ayo de 1922

Siempre ha existido gente que cree que tumbar gobiernos es como tumbar carutos, que fue la expresión de don Manuel Rodríguez Batista en Caicara de Orinoco cuando por deslenguado casi lo fusilan Roberto Vargas y Emilio Arévalo Cedeño en 1921. Viene a cuento la expresión al recordar el intento de toma de San Fernando de Apure el 20 de mayo de 1922 por un grupo insurrecto contra el gobierno gomecista. El ataque planificado lo dirigió el general Waldino Arriaga Perdomo (Timotes 1880-San Fernando 1922), quien en 1917 era presidente de la Legislatura apureña y antes jefe civil de Camaguán y comerciante en ganados con el general Gómez, que lo puso donde había.

Junto con Arriaga venía el viejo general merideño de Mucuchíes Francisco Parra Pacheco, casado con una Parra León; bien atrás venía y no llegó a incorporarse por la derrota, el general Alfredo Franco y muchos más. En San Fernando se les uniría don Manuel Mendible, Manuelote, acaudalado ganadero en su hato Las Marías en las afueras de San Fernando y Sebastián Arriaga Perdomo, hermano de Waldino; Rosario Pabón (lo menciona Andrés Eloy en su corrío Maisanta), Fermín Toro, Pedro José Fuentes (a) Quijá de Plata, que no escarmentaba: le reventaron de un tiro la mandíbula en Guasdualito un año antes), Pepito Garbi Sánchez, El Pelón Rodríguez, Eduardo D´Suze, de Altagracia de Orituco. Los demás eran reclutas y adherentes al movimiento que llegó tempranito al pueblo por el este. Eran no menos de 200 hombres. El Gobierno apureño ya lo sabía por una delación. El presidente del estado Dr. y general Hernán Febres Cordero, merideño, se declaró en campaña y designó encargado al secretario general Miguel Lorenzo Ron Pedrique. Los jefes del cuartel, los generales Rafael Tovar García, guayanés y José Antonio Espinoza se aprestaron a la defensa en el cuartel llamado Palacio Fonsequero, en el edificio de los Barbarito y en casas inmediatas al cuartel.

De Jobalito se trajeron a los tigres de ese barrio fernandino, calificados como hombres valerosos y guapos para el plomo a pesar de ser voluntarios y no militares. Cuando comenzó el ataque por varias calles en dirección al cuartel, Waldino Arriaga iba al frente imprudentemente hasta tal punto que el general aragüeño Pedro José Fuentes le ordenó, bajo amenaza de arresto, que no fuera imprudente. La tirería era espantosa y la "revolución" gastaba cápsulas sin orden ni concierto. El general Tovar García consiguió entre los comerciantes cueros de ganado y forró todas las paredes del cuartel. En una de esas, obstinadamente Waldino no ceja en dar el frente al cuartel y allí recibió un tiro en el abdomen que provocó evisceración. Se agarró los intestinos con las dos manos, pues pugnaban por salirse y así caminó de regreso hasta la casa de su compadre don Pancho Echenique. Antes, al pasar pór una casa cercana, una señora que lo vio por el postigo de su ventana lo invitó a pasar para curarlo y el bravo timotense le dijo: "Señora, gracias, los muertos no se curan". Llegó a la casa de Echenique a quien dijo "Vengo a morir a la casa de un amigo" y allí se acostó, agonizante, sin ninguna asistencia médica. Pidió a la joven villacurana de 13 años María López (luego señora de Salazar, avecindada posteriormente en la calle Páez oeste de su ciudad natal) que le limpiaba la herida y solicitó recado de escribir para dictar una carta a su mamá. Previamente entregó su espada a uno de sus oficiales para que la llevara a su hermano Sebastián que aún echaba plomo por los lados de El Cañito, replegándose derrotados. Antes de dictar la carta, Waldino falleció. Fue enterrado después que huyeron todos. El despiadado Febres Cordero ordenó quemar los cadáveres que estaban regados por todas partes. Una señora del pueblo, María Heredia se presentó ante el "mariscal" Febres Cordero y le pidió el cuerpo de Arriaga para sepultarlo y se lo dieron, pero exigió que si le preguntaban, no dijera de quién se trataba, sino que el muerto era un empleado del Gobierno. Sebastián Arriaga, al recibir la espada, exclamó: "Carajo, mataron a Waldino", porque se lo había advertido, "si me matan en la lucha te mando la espada" la cual está en poder de sus descendientes. He tenido la suerte de tener en mis manos tres espadas de auténticos jefes: la del general Juan Vicente Gómez, que fue del mariscal Falcón; la del general Julio F. Sarría y la de Waldino Arriaga Perdomo.

Vino la desbandada y todos retrogradaron hacia Arauca, la guarida de los antigomecistas venezolanos con ayuda del padre José Villanea Zamora, paño de lágrimas de ellos. Se recordaba entonces lo que gritó bien fuerte en Caicara don Manuel Rodríguez Batista: "¡Acaso que tumbar gobierno es como tumbar carutos!!" Se cumplen el 20 de mayo 95 años del intento de toma de San Fernando de Apure.

oldmanbotello@hotmail.com



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