Se habían tardado los truhanes del gobierno y la oposición en revelar las verdaderas intenciones que ocultan detrás de esa aparente pelea de perros y gatos que pugnan por el poder sin importarles un carajo la suerte del país. Y conste que no es primera vez, que el bipartidismo como sistema político aparece en nuestra escena republicana. Fueron los llamados conservadores y liberales del siglo XIX, quienes inauguran la modalidad de alternarse el gobierno entre agentes que servían a esos oscuros intereses de las clases explotadoras. Veamos que dice al respecto el historiador Ramón J. Velásquez: De la oligarquía conservadora a la que Guzmán Blanco amenazo con extinguir hasta como núcleo social en realidad no quedo después del Tratado de Coche (1863) nada distinto de grupos aliados, dispuestos unos a cobijarse bajo las banderas amarillas del vencedor y los otros a hacerse perdonar el pecado de la derrota, muertos vivos en sus casas. Los gestos aislados, las voces de protesta que desde ese sector venían de vez en cuando a interrumpir la gloria de Guzmán Blanco, hacia más profundo el silencio de Venezuela. Y porque no hay mal que dure cien años ni plazo que no tenga su término, a comienzos del siglo veinte conservadores y liberales fueron desapareciendo gradualmente con las dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez.
Aunque con actores diferentes y en circunstancias distintas, el Pacto de Punto Fijo en nada tendría que enviarle al Tratado de Coche el haber traicionado a los intereses del pueblo oprimido. Tampoco esos acuerdos de contratos y jugosas canonjías que el PSUV y la MUD adelantan mediante el hipócrita "dialogo", jamás podrán convencernos que persiguen propósitos que trascienden en el tiempo. Por ello cualquiera se caga de la risa cuando observa que estos farsantes simulan odiarse a muerte con insultos cloacales, y después se reúnen clandestinamente para fijar precio a su traición. ¿Y podrán entonces negar que no sean caimanes del mismo pozo? ¿Por qué engañan?
