Este año la política ha sido un cultivo de demonios, algunos pretendiendo acabar con la democracia, engañando a un pueblo honorable. Las salidas legales de los gobernantes están plasmadas en la Constitución, y no hay otra vía para realizarlo, salvo que el propio gobernante acuerde a título personal tal situación.
Estos odios encendidos han puesto a familias a enfrentarse, y eso no puede ser. Hoy en mi último artículo, por este año, he querido realizar una reflexión al respecto. La presente semana invité a un primo que es como mi hermano a visitarnos a la Isla de Margarita, la respuesta fue: “iremos cuando dejes de ser chavista”. Sé que situaciones similares viven muchos venezolanos en este momento, de cualquier lado que estén actuando en la política, pero ¿vamos a dejar que el odio acabe con nuestros recuerdos de juventud?, donde podemos rememorar con placer, luego del susto, brincado de las montañas más altas a un rio huyendo de un burro o un toro bravo en franca persecución; brincando paredones de tres metros casa de amigas casadas con quienes salíamos a bonchar y al llegar el marido de sorpresa hasta dejábamos las alpargatas en la huida; echar el carro en un restaurant luego de comernos un pollo; las largas parrandas contrapunteando e improvisando por noches enteras sin dejar dormir al resto de la familia; sacando a otros de la cama a media noche para llevarlos a parrandear; o cuando estábamos estudiando en otras ciudades y al reencontrarnos en vacaciones eran rumbas de semanas; la celebración por el nacimiento de nuestros primeros hijos acostados en el piso del hospital; cuando pedíamos el carro prestado a nuestros padres para hacer un mandado y regresábamos una semana después; o aquellos momentos cuando montamos una licorería y quebramos porque mas era lo que brindábamos que lo que vendíamos; las enormes fiestas cuando nos graduábamos en la universidad y el tío nos regalaba dos toros para la parrilla; o el compartir toda la familia con nuestros padres e hijos pequeños.
Esos recuerdos son vivencias que disfrutamos cada vez que nos reunimos en familia y nos contamos las anécdotas una y otra vez, muriéndonos de risa y emocionados por el cariño y amor entre hermanos, tíos, primos, padres, hijos, cónyuges y demás familiares.
La política si bien es cierto se presta para que algunos corruptos acaben con las instituciones y se den otros el tupe de decir que hacen lo que les da la gana porque son guapos y apoyaos, pero luego de salir del carguito la vida les pasa factura, porque lo único que aprendieron fue a robar. La familia va mas allá de eso, lo bonito que vivimos y los lazos que nos une nadie nos lo puede quitar; siempre será nuestro tesoro; por eso espero que el 2017 reine la paz y amor entre las familias. ¡Feliz año mis asiduos lectores!.