El “totalitarismo” de la razón empresarial

El “totalitarismo” de la razón empresarial

 

La crisis nos brinda variadas escenas de dramáticos padecimientos en amplias franjas de población. Sin embargo, además de elementos para periodismo amarillista, o anécdotas que impactan, estos hechos nos hablan de las miserias del sistema capitalista.

 

 

Escenas del drama social

 

Sucede cada vez más, que vamos en el metrobús, la camioneta, o caminando por la calle, y en la esquina donde está el container de la basura, o simplemente el montón de bolsas tiradas, vemos no ya una ni dos, sino grupos de personas buscando entre los desechos cualquier cosa que les sirva para “comer”, o vestirse, o lo que sea. Pueden no tener ningún vínculo filial –más que el vínculo de pertenecer a los estratos más depauperados de nuestra clase–, o bien pueden también ser familias completas en esa labor: la abuela con los nietos, la mamá con los hijos pequeños, o cualquier otra combinación.

 

No es la única postal de este tipo. Los casos de niños y familias que en el Lara pasan días alimentándose solo con cambur, o de familias que están haciendo una sola comida “fuerte” al día, la consabida bajada de peso y masa corporal de muchas personas.

 

Hace días trascendió el indignante caso del chamo de 16 años que la Guardia Nacional apresó, entre Lagunillas y Ciudad Ojeda, mientras hurtaba cinco auyamas para poder comer con su familia, que fue reseñado como cualquier narcotraficante o poderoso delincuente, con un guardia armado de fusil a cada lado (la propia GNB difundió orgullosamente la foto). No es de ninguna manera el único caso, Provea daba cuenta de que “ya órganos de seguridad del Estado han incautado ocumo chino y plátano. El primero a tres jóvenes en una finca en Monagas, y el segundo a un joven en Zulia”.

 

La semana pasada fue noticia el caso del bebé abandonado en un bolso en Bello Campo (Caracas), cuando las autoridades ubicaron a la madre y fueron a buscarla a su casa, se encontraron con que tenía a su cargo otros cuatro hijos pequeños, afirmó que dejó al recién nacido con la idea de que alguien lo consiguiera y lo ayudara porque ella “no sabía qué hacer con él”. No es el único caso así, trabajadoras de un centro privado de la capital que atiende niños y niñas en situación de abandono, cuentan cómo ha aumentado en mucho este año la cantidad de niños que son dejados allí por sus familias.

 

La cantidad de personas en las aceras de, por ejemplo, la Av. Baralt y Capitolio, vendiendo cualquier cosa usada, cualquier utensilio de su casa, para poder comprar comida, o el fuerte incremento de vendedores ambulantes de cualquier cosa en el metro, que lleva a horas en que incluso alguno tiene que esperar que el otro termine de vocear y ofrecer su producto, para hacer él lo propio, son otras tantas escenas del aumento brusco de las necesidades y padecimientos de los trabajadores y el pueblo pobre. 

 

La suprema razón capitalista

 

Sin embargo, mientras miles de familias y personas se enfrentan a circunstancias extremas, mientras millones que, aún teniendo trabajo, no alcanzan a comprar siquiera lo elemental para “las tres comidas diarias”, mientras muchos desesperan o languidecen por falta de algún medicamento, porque el tratamiento médico o la operación son inaccesibles, mientras amplias franjas de personas –de la clase trabajadora y los sectores populares– se debaten en estas situaciones desesperantes, angustiantes, de humillación y hasta victimización,  hay una razón que no varía, que se mantiene incólume, que no se “conmueve” con estas historias: la razón capitalista.

 

Ante este escenario, los empresarios insisten en que tienen que dejarlos aumentar los precios tanto como su necesidad de ganancia lo dicta –y el gobierno acuerda en autorizarles los aumentos–, no hay razón que valga contra eso. Por otro lado, los miles de millones de dólares que en la última década y media fugaron  empresarios y banqueros del país, bien podrían emplearse para la producción, por ejemplo, de alimentos, y aliviar los padecimientos por hambre, pero, ¡qué va!, eso no es razón que los mueva a repatriar esos capitales, si están mejor afuera, rindiendo utilidades, allá deben quedarse, como dicta la razón de la rentabilidad.

 

Magnates nacionales como Lorenzo Mendoza, cabeza de una transnacional que obtiene ganancias en dólares en otros países, son tan miserables que no traen uno solo de esos dólares al país, chantajean con que si el Estado no les vende dólares (¡dólares de la renta petrolera pública!) no hay comida. Eso sí, el lema de Empresas Polar dice: “Compartimos contigo el orgullo de vivir en esta tierra”.

 

Mientras se necesitan con urgencia dólares para la producción nacional y la importación de alimentos y medicinas, para que escenas como las que estamos viendo no sucedan, el gobierno se jacta de haber pagado 60 mil millones de dólares al capital financiero internacional en los últimos tres años. La razón capitalista se impone nuevamente sobre las necesidades de millones de hambrientos y desesperados: ¡los intereses y la usura de que vive el capital financiero se respetan!

 

Hablemos de “totalitarismo” (y de basura)

 

La derecha nacional, que se prepara para volver a gobernar ante la debacle del chavismo, y que es la representante más fiel de la razón empresarial y la subordinación al imperialismo, ha gustado mucho hablar, desde la oposición, del “autoritarismo” y hasta del “totalitarismo” del gobierno nacional, tanto antes con Chávez como ahora con Maduro. Los revolucionarios, por supuesto, cuestionamos la restricción de las libertades democráticas y combatimos los planes económicos del gobierno, sin embargo, hay que denunciar también con toda claridad la total hipocresía de esta derecha que pretende hablar de “democracia” cuando defiende lo que es una verdadera dictadura social de clase: la imposición de los intereses y la razón capitalista por sobre todas las demás cosas y necesidades.

 

No es que el gobierno nacional (o el chavismo como proyecto político) no defienda también el orden social burgués, por supuesto que no hizo sino administrarlo durante década y media, y en este último período administra la crisis descargándola, junto con los capitalistas, sobre las mayorías trabajadoras y pobres, con un cada vez más desgastado y falso discurso “socialista”, mientras en la realidad aplica políticas acordes con esa razón burguesa.

 

Pero ahora nos ocupa esa derecha que pretende abanderarse de la lucha por la democracia y que, precisamente, sostiene sin tapujos la defensa del capitalismo, de esta dictadura social que no tiene problema en imponer a millones la miseria, la humillación, el desespero, incluso la muerte, para mantener en pie el “sagrado” interés de la ganancia.

 

Por eso, la sensibilidad de estos “demócratas” no se hace problema con el brutal “totalitarismo” social que implica la razón capitalista: esta razón no acepta argumentos ni opiniones distintas, se impone por sobre cualquier interés diferente, se lleva por delante cualquier necesidad social que no sea la suya, condena a millones a padecimientos extremos con tal de mantener su supremacía en el organismo social.

 

También podríamos decir que, en circunstancias como las que vivimos, donde amplias franjas de los trabajadores y el pueblo pobre son condenados a innumerables calamidades para que una minoría mantenga su opulencia y su bienestar, la basura no es solo esa de las esquinas en que muchos rebuscan, sino sobre todo la razón e intereses de esa clase social en cuyo beneficio millones de seres son arrojados a la depauperación.

 
 
 


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Angel Arias

Ex-dirigente estudiantil, sociólogo, militante de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS), columnista de La Izquierda Diario. http://www.laizquierdadiario.com.ve/Venezuela

 angel.arias.perez@gmail.com      @angelariaslts

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