Bernal y los CLAP, como un cuento de navidad

Bernal habla con demasiada fe, hasta vehemencia, de los CLAP. Parece que pusiera en ellos el destino del país, diremos del proceso bolivariano para no pecar de imprudente. Las masas, el partido, la clase obrera y los explotados todos, si hablamos el estereotipado lenguaje revolucionario, son cosas del pasado. Eso de luchar por un salario digno como mínimo o con audacia asumir el proceso productivo en grandes magnitudes, según sea el caso, son vainas primitivas. Y esa actitud no es del todo mala, uno tiene que creer en algo, tanto que quienes caen o resbalan hasta se agarran de un clavo caliente sabiéndolo. Primero está la vida, la subsistencia y para ello, por lo menos el guindar, aunque se pierdan dedos de la mano.

Hace meses atrás, si mi memoria no me traiciona, lo que no sería extraño, no tanto por lo frágil que ella es sino por la rapidez y la abundancia de cómo suceden aquí las cosas, en el programa de José Vicente, aseguró Bernal que en breve se pondría término a la calamidad de la escasez y por supuesto a las colas. Que los anaqueles estarían repletos de mercancías, alimentos y de todo, y los CLAP se verían en las calles, barriadas, como abigarradas bandadas de gorriones. Uno creyó que hasta llegaría el momento de quitárselos de encima a escobazos para evitar que por la furia que produce la escasez de alimentos y superabundancia, en este caso de gorriones, estos se volvieran agresivos contra aquellos que no les recibieran las bolsas porque ya tenían demasiado y la plata escasa estaba.

Nos imaginamos un diciembre con la mesa llena, por lo menos de lo tradicional, hallado con facilidad y a precios justos, solidarios y hasta "socialistas", no de esos del FMI como abundan ahora en los abastos. Y los arbolitos doblados de tanta bolsa de los CLAP. Eso lo creí cuando escuché aquel domingo a Bernal y por sus discursos posteriores, con el mismo mensaje, que no cesan. Habló de plantas procesadoras de harina de maíz del Estado, que nadie sabe por qué están paradas y no ha habido a quien eso le interese, que en breve llenarían el mercado hasta saciar el deseo arepero del venezolano y garantizarían que por eso las hallacas no estarían ausentes de la mesa navideña. Por cochino tampoco pasaríamos necesidad, de sobra habría, nos aseguró, pues la producción estaba como para "tirar para arriba". Cada uno tendría su pernil asegurado, sin cola y tan barato como la gasolina.

El propio José Vicente, quien no parece el mismo crítico de antes, salvo que, de vez cuando, se hace portavoz de denuncias hechas por otros, cuyas intimidades, como el mismo dice, se reserva en espera que alguien se las solicite, lo que parece nunca sucede, un buen día se sintió tentado a quejarse que las ofertas de Bernal parecieran para un futuro incierto, indefinido o, como decimos los venezolanos, "para cuando la rana críe pelos".

No sé si a Bernal le echan cuentos, le hablan de cifras de bolsas que recorren las calles y llegan a las casas con una frecuencia idílica, de paso a precio ajeno al "mercado capitalista" o especulativo; ¿él es la primera víctima de esos encantadores de serpientes?. De tanto escucharles, la alegría que despliegan al informarle, la seguridad con que hablan, la abundancia de cifras al contarle aquellas bellas historias de gente que recibe sus bolsas con tanta abundancia, frecuencia y solicitud que en veces devuelven para que se siga repartiendo, que él se imagina al venezolano feliz y seguro con los CLAP. No llegan todos los días, sería como ir a la bodega y eso a nadie alegraría, pero sí con la debida frecuencia . Hasta Bernal mismo, pasado de buena fe y exceso de bondad, piensa que los chamos del CLAP, con sus bolsas al aire, tienen al país y sobre todo a la oposición, empelotados. Además, los persistentes mensajes televisivos, crean a quienes estos "consumen" la misma imagen, bolsas que llegan a las casas sin cesar, justo cuando falta hacen.

Tanto es el entusiasmo que el discurso revolucionario ha cambiado. Ya no es harapiento, macilento, con aquello de "todo el poder para los soviets", tampoco "para el proletariado", menos para los humildes de la tierra, marginales de las barrancas, sino para los CLAP. Serán ellos, todos en uno, el nuevo mesías, portadores de la buena nueva y del cambio social. Es un transcendental aporte a la teoría revolucionaria universal que pudiera condensarse en la frase "CLAP de todos los países uníos". Nada de literatura subversiva, mensajes o propuestas para el cambio, de jóvenes armados de ideas, sino cargados de bolsas que llevan al hombro. Mientras tanto, por el camino, hacen sus milagros y de una bolsa sacan tres. Lo lamentable para ellos, si es que pasan mucho tiempo esperando como uno, hasta demasiado como decir que nunca llegan, no pueden ascender como quisieran y menos enriquecer la teoría revolucionaria. El del CLAP llega a la casa y con decir, "toma lo tuyo, dame lo mio", rasga el tiempo y proyecta la conciencia hacia el futuro. Pero más que esto, asombra su muy oportuna llegada.

Por lo que oigo, la frecuencia con la que llegan esas bolsas, que nadie nunca sabe cuándo; y si hoy llegan la próxima será "cuándo San Juan baje el dedo", serán acontecimientos tan trascendentes y notorios como la llegada del hombre a la luna, lo que sería una presencia distinta a la del conserje de un célebre cuento de Edgard Allan Poe.

No creo que Bernal nos esté metiendo un cuento. Aunque navidad es tiempo de cuentos e historias. Le pienso buena gente y con disposición en lo que hace. Forma parte de esa clase de hombres, que unos cuantos hay en el chavismo, creyente que vamos por buen camino. Me inclino a pensar que le engañan. O se conforma que las bolsas lleguen a unos pocos; quizás cree que la pelazón de ahora es de unos pocos. Quizás. Cada quien juzga por su propia condición. Como esos que hablan de miles de comunas en funcionamiento, de buena fe, pero sin todavía atender aquel reclamo de Chávez, de verificar si ellas se atienen a lo que dispone la ley, que les define como espacios socialistas, con toda una enorme connotación o son simples reproducciones de los viejos comités de barrios. Porque de esos individuos, muchos de ellos, actúan también de buena fe; pero eso no es suficiente. No basta que me digan, debo comprobarlo en el espacio pertinente. Como en navidad, hay que ir casa por casa y "tun, tun", a la pregunta ¿quién es?, responder con otra, ¿a esta casa llega el CLAP?

Si los CLAP fuesen esas bandadas de gorriones, como mencioné arriba, pero no llegan todas las tardes, no fuesen constante rutina o un fastidio, como ciertas aves a los árboles en flor, sino con la debida y normal regularidad, seguro que no nos pasaría lo del conserje del cuento de Poe; si les viésemos, cuando hace falta su presencia, cada vez que llegasen, traerían alegría y sobre todo quitarían una bandera a quienes observan, constatan la ausencia con todos los instrumentos y sonríen sardónicamente. Y si llegasen, en el momento oportuno, con la debida regularidad, sin excederse, todos notarían su presencia.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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