Finalidad Política de las Comunas Populares

La urgencia de los tiempos que corren presiona para que la prioridad de las comunas no sea otra que participar protagónicamente junto al sector privado y al Estado, en la gran tarea pendiente que ha tenido la sociedad venezolana a lo largo de un siglo de economía petrolera, y hasta ahora no ha logrado cumplir: superar la dependencia a un solo rubro de exportación, mediante la diversificación de la economía nacional, lo cual significa en últimas, desarrollar una economía productiva, y dejar de ser un país que importa casi todo lo que consumen sus habitantes. Ese es el aprendizaje que se requiere; como mensaje viene siendo difundido todos los días por parte del Gobierno Nacional Bolivariano, y más nos vale cumplir la tarea cuanto antes; de lo contrario viviremos en lo sucesivo nuevas crisis, cada vez más severas. De hecho, la situación actual no es, para nada, la primera "gran crisis" (sumada desde luego, a la conspiración contra el pueblo, en el terreno económico, con la cual se persigue destruir emocionalmente a la población, para que entreguemos la patria y con ella, la dignidad). Invito a revisar en la historia reciente, el capítulo del "Vienes Negro" de 1983.

Muy bien. La generación de parte nuestra, de los distintos productos que necesitamos, comenzando por los alimentos y continuando con otro tipo de bienes, es un requisito indispensable para poder superar el agotamiento del modelo económico del capitalismo rentista en Venezuela, vencer en la Guerra Económico-psicológica (con la cual han querido desmoralizarnos, con mayor encono desde hace ya tres años), y construir la sociedad nueva en la que van a primar la justicia(social) y la paz, es decir, el porvenir socialista.

Primero lo primero: asegurar el sustento material; producir para poder distribuir. Con las comunas (si realmente son comunas populares), ello se va tejiendo mientras se van generando relaciones sociales de producción (de trabajo, entre otros elementos a considerar) distintas en su raíz a la típica relación salarial y obrero-patronal capitalista. Claro está, con la gran participación protagónica de los que en su mayoría andamos a pie, no solo votando cada cierto tiempo, o expresando un "sí" o un "no"; también produciendo, creando, discutiendo y acordando como se va a distribuir lo producido. Ese es un gran objetivo nacional, a nivel socio-productivo, pero los fines del movimiento popular comunero van más allá. El gran propósito de la Comuna es político. De esa premisa surge el planteamiento del nuevo Estado Comunal, que nos remite a los cimientos del orden institucional que no ha terminado de morir (y a veces parece avivarse más que nunca).En el fondo se trata del viejo problema humano de utilizar a los demás.

La institución de instituciones: una "piñata"

Para comenzar, quisiera que partiésemos admitiendo, que tirios y troyanos somos adictos a la absorbente lógica de la vorágine de un Estado en crisis prolongada desde mucho antes del inicio del proceso de cambio político y social bolivariano (varios lustros detrás del año 1992); crisis que es nuestra en lo más profundo de nuestra existencia personal. Aunque no cayera bien quizás, no podemos dejar de subrayar que la mayor dificultad para superar la condición de un Estado nacional cuyos orígenes son inseparables de toda una historia mundial que hace más de cien años colocó al petróleo en el pódium de la economía capitalista mundial, reside ante todo en que prácticamente nadie, o casi nadie (aunque lo niegue), puede decir que, como mínimo, no haya esperado algún tipo de beneficio puntual de la institucionalidad pública, para su conveniencia particular, independientemente de que lo coloque en el plano de las necesidades o el de los intereses.

Cuando de procesos electorales se trata, los partidos políticos de masas, sea que se identifiquen como partidos de izquierda, o que manifiestamente, su orientación ideológica sea contraria, unos y otros han concurrido, como quienes se disponen a tumbar una piñata. Todos se reúnen en medio de un ambiente festivo y amigable que les sirve de encuentro, sin embargo están a punto de rivalizar, para echarle mano a una suerte de botín, cada quién por su cuenta, pendiente de coger lo que más pueda. La disputa electoral, por definición pacífica y plenamente ceñida al orden legal vigente, con aquel ritual de nuestra infancia queda perfectamente simbolizada. Nada mejor que ello para representar un hecho que recorre sin excepción, cada rincón, sube cerros, entra y sale de los templos, atraviesa paredes, en fin. Es el Estado (por consiguiente, de una u otra manera, los recursos públicos) como premio. La gran paradoja es que lo que vemos como una gran fuente de beneficios (concretos o potenciales) es justamente lo que el socialismo viene a desmontar.

Vamos ahora, al punto fundamental de la organización social y política. Lo primero a tomar en cuenta es que Estado no es lo mismo que gobierno.

La antigua costumbre de que los partidos políticos se constituyan y funcionen, a partir de favores que se emplean como instrumento para más tarde condicionar a los favorecidos, dinámica que beneficia en lo particular a grupos y tribus políticos que compiten entre sí para colonizar las instituciones del Estado, ocupando así, parcelas de poder que convierten a los certámenes electorales en la calva oportunidad de afianzar cogollos y redes que, por mucho que lleguen a favorecer a la comunidad, lo que hacen es actuar a su conveniencia egoísta, principalmente. La consecuencia. La consecuencia de dicho comportamiento tarde o temprano resulta fatal: cuando los precios del petróleo están altos, se tiende a repartir más, pero…

Atención: no me estoy refiriendo a la cancelación de la deuda social, compromiso que oportunamente fue atendido por el Comandante Chávez, y ahora es atendido de igual manera por el continuador de su obra, el Presidente Nicolás Maduro. Si hablamos específicamente de misiones sociales, iniciativas y programas gubernamentales cuyo objeto específico es, por ejemplo, remodelar viviendas (caso de la Misión Barrio Nuevo Barrio Tricolor), el problema radica en valerse de éstos para crear estructuras y/o redes clientelistas que terminan subordinando e incluso anulando, liderazgos comunitarios.

Prosigamos: En todo caso, durante los llamados "tiempos de las vacas gordas" el gran indicio de que resulta más fácil el otorgamiento de beneficios, es: la frecuencia con la cual se dan, y por supuesto, las proporciones que se pueden apreciar en la forma como se efectúa cada repartición. Cuando se desploman los precios de nuestro producto principal (casi único y exclusivo) de exportación, vienen los "tiempos de las vacas flacas"; cada vez más flacas, puesto que cada vez es mayor la cantidad de habitantes, pero el problema principal consiste, más que en las dificultades que pueda afrontar el gobierno en lo correspondiente al desarrollo de su política en materia social (si es un gobierno con un enfoque eminentemente social como el actual, de no ser así, ni hablar), en el error que representa, el no haber impulsado la organización popular autónoma e independiente.

Adecos y copeyanos mantuvieron por cuatro décadas, la dinámica de dejar que la comunidad permaneciese sujeta a la política asistencialista de cada gobierno, hasta que, el hecho de no prestar atención a la premisa de "sembrar el petróleo" (y

el socialismo), condujo a la descomposición del sistema político cuartorrepublicano. Nuestra cita con la historia nos compromete a impedir que se descomponga la Quinta República por la misma causa. No contamos con mucho tiempo para garantizar definitivamente que ello no ocurra, y evitar que, precisamente el no sembrar verdaderamente el petróleo y el socialismo, facilite el derrocamiento del gobierno revolucionario.

Hace falta comprender en primera instancia, que la política del atraso, esa "politiquería" que lamentablemente observamos todavía con alta frecuencia, no solo en lo que respecta a los partidos de la MUD y sus allegados (que además son fascistas y desprecian a los humildes), se mueve al servicio de la acumulación egoísta de riqueza material. El punto culminante en el fortalecimiento de los grupos que se alimentan del poder político institucional, se alcanza cuando un grupo de poder, enquistado (llámese también red de poder "red clientelista" o tribu), tiene a su disposición testaferros y contratistas (o sencillamente se convierte en uno de ellos) dotados con herramientas adecuadas para disfrutar de jugosas oportunidades de construir infraestructura de diversa índole, hacer grandes inversiones, y en fin, todo tipo de tramoyas. Hay muchos expertos en eso, que lo pueden describir mejor que quien no practica tales artimañas, o no está acostumbrado a hacerlo. Por cierto, esos testaferros y contratistas fungen como agentes privados, no públicos. No es que históricamente se hayan encontrado a la espera (no perdamos de vista que esto no es un fenómeno nuevo) de que los contraten (valga la redundancia). La tradición ha sido, que los dueños de empresas privadas (constructoras, importadoras, empresas de servicios, etc.) han sobornado a los funcionarios, o han apoyado interesadamente candidaturas.

El sector privado, a diferencia de la historia invertida que nos hicieron creer, es la principal fuente de corrupción, cuestión que encuentra explicación en el hecho de que el Estado venezolano es un Estado burgués, como todos los Estados de los países con economías de mercado, o aquellos en los cuales se desarrolló el capitalismo de Estado. Precisamente la discusión fundamental con respecto al asunto de la comuna popular, gira en torno a la forma como se reproduce el Estado en la sociedad moderna (dícese de toda aquella en la cual predomina el modo de producción y de vida capitalista). Las mayores empresas contratistas son las transnacionales. El Estado burgués lo es, entre otras cosas porque consiste en

una forma de organización política (estructura jurídico-administrativa ramificada, con múltiples "sub-Estados", caracterizados a su vez, por los organigramas jerárquicos) de la cual emanan imperativos legales que promueven la monopolización de la economía; la creciente desigualdad social. Desigualdad que, por haberse hecho permanente, se reprodujo en cada compartimiento institucional (estamos haciendo referencia no solo a comportamientos y actitudes, sino a valores, y en definitiva, a formas instituidas que se replican en la cotidianidad de las oficinas, pero también en eventos y actividades que tienen lugar en su mayor parte, durante los momentos de ocio) y de ahí pasó a ser parte de la cultura.

Así, lo que consideramos "normal", en realidad puede resultar negativo, o no, o siéndolo de hecho, se vuelve "aceptable", porque simple y llanamente nos acostumbramos a que suceda.

Del viejo Estado a la independencia de las bases populares

Lo que hasta ahora nos indica la modesta (aún) experiencia de construir comunas populares en Venezuela, es que tradicionalmente, el núcleo de los comportamientos, actitudes y valores asociados a la política, es el viejo Estado, es decir, el sistema institucional cuya extensiones o apéndices son las organizaciones políticas (llámese partidos o facciones de éstos) que ejercen dominio en la institucionalidad. Quienes ejercen influencia significativa por ejemplo a nivel del gabinete ministerial, o en una institución pública cualquiera en un momento determinado (pero más aún si se trata de las alcaldías y las gobernaciones, en virtud de la duración de los períodos de gestión), suelen aspirar a la consolidación de la red de apoyo que encabezan, desde el punto de vista financiero; pero no se trata de lo financiero, por lo financiero, se trata del modo como ello coadyuva a la consolidación de poderes de sectores o grupos que teniendo diversos anclajes, tienen en común el interés de proyectarse hacia el más amplio nivel que pueda permitir la actividad política. Esto es un tema de organización. La médula del asunto que estamos tratando (la finalidad de la Comuna Popular) estriba en que hasta ahora, lo que estamos acostumbrados a presenciar, es lo siguiente:

La dirección de los partidos, sean cuales sean, bajo la lógica del viejo Estado burgués-burocrático, tiende a ver en el ejercicio de la participación electoral, el instrumento formidable para acceder, campaña electoral mediante, a aquellos recursos públicos que se administran (habitualmente) a discreción (las divisas de la renta petrolera, nexos orgánicos con el capital financiero internacional, los ingresos del fisco, vehículos, jueces, aparato policial, armamento, bienes muebles e inmuebles, transporte aéreo, marítimo y fluvial, medios impresos y electrónicos de amplio espectro, una gama diversa de equipos, implementos e insumos, en fin, la lista no se agota aquí), y la posibilidad de incidir, hasta donde sus alcances se lo permitan, en la elaboración de los respectivos presupuestos que definen el uso y distribución de los recursos públicos. El Estado es, como se evidencia, el eje y núcleo principal de la política, y en ese sentido los partidos vienen siendo, más que otra cosa, apéndices de la burocracia administrativa. Apéndices del Estado burocrático burgués. Por ahí se presenta, la forma de construir poder político a la que estamos acostumbrados.

Con la comuna popular se plantea algo distinto. El eje se traslada a las comunidades organizadas, y aquí entra por la puerta grande, la contraloría social, ejercida por la amplia base social que constituimos todas y todos sin excepción (con la responsabilidad como gran exigencia), en el día a día, mientras se forma el tejido social y productivo nuevo.

Vemos entonces que, para transformar la sociedad, es necesario transformar su estructura política más amplia y compleja: el Estado. El Estado no se transforma mucho sacando gente, o en un hipotético caso extremo, liquidándola. Se transforma constituyendo cimientos nuevos, no antes ni después, ¡mientras se desmontan los cimientos del Estado burocrático-burgués obsoleto!

Ese es el sentido y el propósito fundamental de las comunas populares. Se requiere que las comunas populares desarrollen su propio músculo financiero y organizativo, para que las comunidades no se mantengan a la espera de los auxilios brindados por grupos de poder, ni recurran tampoco a financiamiento privado (es decir, grupos de poder del ámbito de la economía privada) legal o ilegal.

El Estado se transforma con organización política revolucionaria: partido, movimientos sociales, y amplios bloques populares revolucionarios (de articulación de distintas organizaciones, movimientos y colectivos).

Al llegar el día de las elecciones, la mayor garantía de que, para cada gobernación se cuente con un candidato que no defraudará a los sujetos electores (de igual modo cuando se elija una nueva Asamblea Nacional)… ¿Cuál sería? Verlo surgir de la economía social y la organización social y política comunal. Nos estamos refiriendo ya, a candidatos que no vendrán…Con promesas… ¡Saldrán! con objetivos claros, planteados por los propios habitantes de las comunas, en asambleas. El poder popular responsabiliza y compromete a sus líderes antes de su postulación. No espera al ejercicio de sus respectivos cargos, para hacerlo.

En el Colectivo Eco-socialista CDR SUR asumimos que el partido somos todos, y como base social popular del proceso revolucionario bolivariano debemos permear toda la estructura organizativa, en el caso venezolano, del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), y avanzar paulatinamente hacia la asunción de su dirección (colectiva).



Esta nota ha sido leída aproximadamente 2985 veces.



Gustavo A Hedmont

Valencia, estado Carabobo. Comunero. Comuna Eco-socialista \"El Sur Existe"

 ghedmont@yahoo.es

Visite el perfil de Gustavo A Hedmont para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Gustavo A Hedmont

Gustavo A Hedmont

Más artículos de este autor