Desde el poder pediste mi cabeza pero primero rodó la tuya

No me importa que venga la prensa amarillista a sacar de contexto mis palabras intentando mal ponerme con la revolución que yo tanto amo y defiendo con lealtad; menos me preocupa que intenten hacer ver que me burlo de árboles recién caídos o recién destituidos. La mentira tiene patas cortas.

Digan lo que quieran, yo hablo en nombre propio y no comprometo a nadie más; como siempre sin censura voy a expresarme abiertamente. Esta vez echaré un cuento de la vida real porque me parece educativo.

Entre 1793 y 1794 Robespierre lideró el denominado "Reino del Terror", usó su alto cargo en el gobierno de Francia de forma despótica, vetando y marginando caprichosamente a muchos revolucionarios del ámbito de la comunicación y la política, sin respetarles el derecho a la defensa ni el debido proceso para probar su inocencia e intachabilidad.

Este burócrata se hizo famoso por amenazar, perseguir, intrigar y condenar a muerte a enemigos y amigos (que lo criticaron) sin juicio previo. Se convirtió en promotor de la pena de muerte y su técnica favorita era la decapitación (cortar cabezas).

Su abuso de poder lo fue aislando del pueblo, su prepotencia desmedida y explosiva soberbia le fue sumando enemigos hasta que su gestión se hundió en la inestabilidad. Todos se daban cuenta de su decadencia menos él, porque llegó a creerse dueño vitalicio del cargo.

La locura egomaniaca de Robespierre generó una crisis política en su entorno, grupos diversos se unieron y lo derrocaron. Fue arrestado y le cortaron la cabeza (el que a hierro mata no puede morir a sombrerazos). Y también se la cortaron a sus más cercanos secuaces.

En resumen, Robespierre, de tanto cortar cabezas, provocó que le cortaran la suya. Su historia ha sido mundialmente difundida como ejemplo del mal uso del poder y el efecto bumerán, o sea, lo malo que haces se te devuelve.

Lección obligatoria para ex ministros y demás ex funcionarios (que ya saltaron la talanquera o andan en proceso de hacerlo) sin reconocer que por sus graves errores, falta de ética y enfermiza arrogancia fueron correctamente removidos de los cargos.

Por muy poderoso elefante que te creas, si no actúas políticamente y te pones a todas las hormigas en contra, las harás enojar y tarde o temprano te comerán.
(La inteligencia nunca es un enemigo pequeño).

En mi caso, soy uno, entre muchos revolucionarios de a pie (sin miedo a perder nada) que ha enfrentado a un Robespierre infiltrado en la revolución. Nosotros desde la honestidad y la calle, ellos desde la mentira y el poder atropellante.



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Jesús Silva R.

Doctor en Derecho Constitucional. Abogado penalista. Escritor marxista. Profesor de estudios políticos e internacionales en UCV. http://jesusmanuelsilva.blogspot.com

 jesussilva2001@gmail.com      @Jesus_Silva_R

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