La mutación "revolucionaria" del capitalismo

Ciertamente, es la hora de aullar -como lo expresara José Saramago-, denunciando y confrontando las intenciones y los intereses de quienes, de manera corporativa, buscan controlar los destinos de nuestros pueblos, fingiendo hacerlo -en nombre de los derechos humanos, de la libertad y de la democracia-, pero que, en realidad, lo hacen para satisfacer su gula capitalista.

En la actualidad, muchos analistas observan una mutación en el discurso y la praxis capitalistas (entendiéndolos como discurso y praxis de los sectores tradicionalmente dominantes, internos y externos) al reflejarse en éstos las acciones y las fórmulas contraculturales que fueron conocidas durante las décadas de los sesenta y los setenta del siglo pasado. Así, se ha enaltecido una libertad individual y una crítica al sistema imperante (generalmente violenta) dirigida, básicamente, por los amos del capital a través de su industria ideológica; enmascarando -en consecuencia- las intenciones escondidas tras esta estrategia de manipulación, sobre todo de los estamentos juveniles, donde se evidencia con mayor fuerza. Ello ha conformado una nueva subjetividad, asociada a los intereses materiales del capitalismo, haciendo que muchas personas piensen de una forma mezquina más que en cualquier expresión de solidaridad con los demás seres humanos, a tal grado de insensibilizarse frente a la tragedia, las necesidades y el dolor ajenos. Esto ha servido para desvirtuar los procesos de cambios iniciados en gran parte del continente americano (como sucede, con un mayor énfasis, en Venezuela), notándose grandes antagonismos y/o contradicciones en los argumentos y los conflictos generados por aquellos que se amotinan abiertamente a los mismos, en comparsa con los objetivos fijados por el imperialismo gringo y sus aliados para recuperar la hegemonía perdida en los últimos veinte años.

A pesar de la percepción negativa que parece apoderarse de mucha gente respecto a la posibilidad real de hacer la revolución popular y socialista en Nuestra América, dado el avance logrado por los sectores de la derecha en Argentina, Bolivia y Venezuela (sin obviar que puedan lograr lo mismo en Brasil y Ecuador), es imperativo que los revolucionarios sigan enarbolando las banderas de lucha que han caracterizado nuestra historia común, las mismas que frenaron las apetencias insaciables del capitalismo neoliberal e imperialista cuando casi todo el mundo suponía que ya no habría más alternativas con qué oponérsele. Se requiere, por supuesto, de una subversión y de una descolonización sostenida del pensamiento tradicional y de la cultura en que se sustenta el capitalismo para producir una verdadera transformación revolucionaria que se manifieste, en un primer término, en la ética que debe caracterizar la conducta de quienes asuman la responsabilidad de encaminar este proceso re-creativo y, en un segundo e igualmente importante término, la conquista de una emancipación integral, compartida por todos.

La realidad actual del capitalismo global impone la urgencia de una redefinición de las luchas emprendidas y de las propuestas teóricas que buscan explicarlas y orientarlas; cuestión que requiere de mucha audacia de parte de los sectores populares y revolucionarios para soñar con los pies sobre la tierra, con raíces propias, cortando así el cordón umbilical que nos pudiera atar a las realidades importadas de Europa y de Estados Unidos, cuyas clases dominantes (sobre todo, estadounidenses) hacen todo lo posible por mantener a nuestros países subyugados, convertidos en simples suministradores de materias primas para incrementar sus ganancias y mantener su estilo de vida.

Esto significa el surgimiento de nuevos desafíos estratégicos que se le impone resolver -con criterios amplios y propios- a las fuerzas revolucionarias, lo que se alcanzará si se cuenta en todo momento con la participación efectiva de los sectores populares.-



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Homar Garcés


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