La revolución del amor

El amor es la fuerza humana que más nos acerca al hombre y a Dios. Sin amor la vida no tiene sentido; no es vida humana. Pero los jóvenes precisamente por serlo y estar estrenando su vida confunden muchas veces lo que es amor e inician caminos equivocados: caminos fáciles, rápidos, emotivos…

En el amor el camino nunca puede ser fácil; el amor no soporta el atajo, la prisa. El joven normalmente se deja llevar por lo fácil, rápido y emotivo. De ahí el cansancio, el abandono, y dejarlo todo. Frente al camino fácil se impone el compromiso cristiano y revolucionario de amar como Jesús amó.

Las puertas del reino de los cielos son angostas; tan angostas como la boca de una aguja. El cristiano comprometido lo sabe y sabe también que amar como Jesús significa todas estas cosas:

  1. Revelar al mundo el amor del Padre. Dios hace que salga el Sol para todos.

  2. Amar hasta dar la vida. Nadie ama más que el que da la vida por sus amigos. Jesús por amor entrega su vida libremente para que nosotros tengamos vida y vida en abundancia. (JN 10,10). Quien más da más ama; quien da la vida ama totalmente, hasta el fin.

  3. Amar más a los marginados. Que son los pobres de la ciudad, de los barrios y los campos; los parados, los explotados; los enfermos; los de corazón roto; los solos; los mendigos; los ancianos sin hogar, las prostitutas…el amar más de Jesús a estos marginados no es olvidarse de los otros - los buenos, los sanos, los justos – sino amar a éstos desde las necesidades de los otros para crear solidaridad y relaciones fraternas. Esto solo es posible en socialismo.

  4. Amar como Jesús amó en un mundo injusto es conflictivo.

  5. Ser profeta. Denunciar lo malo de la realidad presente: la guerra económica (especulación, acaparamiento, bachaqueo); la inseguridad. la injusticia y anunciar la esperanza de un mundo mejor. Dios garantiza ese futuro: "Los cielos nuevos y la tierra nueva" (2 Pe 2,13). Nosotros apostamos por ese futuro. Ser profeta es ser revolucionario. Es probar la verdad de nuestro amor a Jesús, de nuestro encuentro con el pobre y de ser cristiano hasta las últimas consecuencias.

Ser cristianos es ser enviados a llevar la buena noticia de Jesús. Ser amigo de Jesús es vivir la experiencia de la amistad con Jesús. Con él se tiene que sentir la fuerza del Espíritu de Dios, manantial de aguas vivas para el corazón del hombre y la mujer nueva.

Los cristianos somos creadores de comunidades de vida y amor. Somos el pueblo de Dios organizado. En este mundo de individualismo, egoísmo y capitalismo somos un camino de fe y esperanza en la construcción de una nueva sociedad con auténticos valores cristianos.

Los cristianos somos conscientes y activos. Somos espíritu comunitario. Somos ayuda fraternal y paciente. Somos reflexión y oración. Los cristianos atendemos las necesidades básicas de nuestra comunidad y somos ejemplo vivo de las enseñanzas de Jesús. Los cristianos somos luchadores por la transformación social. Los cristianos estamos comprometidos con la opción preferencial por los pobres.

El gran problema del cristiano hoy es cómo vivir su fe en un mundo esencialmente injusto, envuelto en estructuras de pecado. La fe exige justicia. Jesús ha venido a quitar el pecado del mundo, nosotros sus seguidores, al tomar conciencia de donde está ese pecado que mata a millones de nuestros hermanos porque son explotados, porque no tienen pan para sus hijos, ni vivienda, ni escuela, ni hospitales. No tenemos más remedio que luchar para que haya vida y vida en abundancia.

Los jóvenes especialmente sienten esta gran herida abierta en el corazón de la humanidad. Qué medios hay que usar en esta lucha transformadora, es un tremendo problema para nuestras comunidades cristianas. El amar como Jesús se nos convierte en reto de eficacia y de entrega. La Iglesia latinoamericana se está haciendo cada vez más sensible a este camino. El ofrecimiento de salvación para todos pasaba por los pobres - los preferidos de Dios - "Gracias, Padre, por haber revelado estas cosas a los sencillos y pequeños" (Mt 11,25s). "Felices los pobres" (Lc 6,20). Para ser fiel a Jesús la Iglesia asume la causa de los pobres con todas sus consecuencias. La sangre de Monseñor Romero y los últimos mártires nos están diciendo hasta donde pueden llegar esas consecuencias.

Los cristianos somos el pueblo de Dios que se organiza para erradicar la pobreza y crear vida. En muchos países latinoamericanos nos hemos convertido en la mayor y tal vez la única esperanza para los pobres. Somos un compromiso solidario con todos pero especialmente con los más necesitados. Los cristianos intentamos con dedicación y esfuerzo construir sin violencia, sin acciones injustas, con medios pacíficos una sociedad más humana, fraterna y participativa. La audacia de creer es un reto a la esperanza. Somos revolucionarios porque somos cristianos.



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José Aguiar

Militante de la revolución

 japatriota7@gmail.com      @jj_aguiar

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