La calle está allí, dura con su realidad. Salir y otearla, según se sea político, ama de casa o simple deambulante, conduce a una percepción distinta. El ciudadano común, desprovisto generalmente de formación ideológica para comprender el manotazo histórico que el país está recibiendo, eventualmente podría ser objeto del vaivén "inocente" de los vientos; el político, acendrado en la reflexión sobre el imperialismo atenazante, obtiene su tranquilidad hermenéutica; las amas de casa, políticas o no, simplemente padecen la carestía, independientemente de la inocencia o negligencia gubernamental, o de la culpabilidad o bestialidad opositora.
Es un hecho. Los llamado ni-ni, clase política pretendidamente apolítica o desencantada, han aumentado al 45%. Lo acaba de presentar la encuestadora Hiterenlaces. Se acercan las elecciones, la dirección de la Asamblea Nacional fundamental. Tiempo de tomas y retomas. La historia se presenta como una puerta que se abre o no, o como página que se pasa o no, y en historia las cosas sencillamente suceden, sin regresión alguna. No hay máquina del tiempo. De manera que es imperioso su manejo, su control, su comprensión, su configuración, su determinación de destino.
La Operación Liberación y Protección del Pueblo (OLP) ha demostrado cuál es el camino. El control, el Estado presente, como en cualquier Estado socialista. No se puede crear y luego liberar a los efectos de la intemperie bondades para el pueblo sin riesgo de oxidación. Debe haber reclamo, sentido de posesión, control y pertenencia gubernamentales. Sello y compromiso. Te lo da la revolución para tu usufructo y felicidad, para tu posesión si como tuyo lo sientes; no para que jodas a tus iguales con un fraude de agradecimiento como respuesta. No para que vendas apartamentos de la Gran Misión Vivienda Venezuela, no para que revendas y enrosques los vehículos ensamblados en el país, no para que bachaquees los alimentos subsidiados por el Estado, no para que vendas tu alma patria. ¡Por favor, ya basta! Estado pendejo y no omnipresente, junto a pueblo omnipresente y tramposo, constituyen la globalidad llagosa del problema. Responsables de la pérdida de brújula y destino.
Nicolás Maduro en un tiempo, poco antes de unas elecciones, dio un zarpazo efectista de tigre político y consolidó los resultados favorables de tales comicios. Fue sobre Daka, llamado "Dakazo". Hoy vuelve el Dakazo en forma de OLP, con su éxito, con su presencia, con su control, huella. La gente lo celebra, lo retribuye, lo quiere multiplicado, aunque parte de esa gente (los delincuentes, como se entiende), se resienta. ¡Caramba! ¿Es que es difícil comprender allá arriba, donde se cuece el lineamiento ejecutivo de la revolución, que la participación del Estado en la vida nacional es un clamor, es mandato socialista, es fundamento filosófico llamado "contrato social"? Como cualquier Estado imperfecto, el pueblo también tiene su margen de error, su vaina colateral, por más bella que sea su metáfora histórica y argumentativa, y pide a gritos presencia, cumplimiento de la parte que al gobierno le corresponde, como un hijo espera que su padre lo reconduzca, en el buen sentido paternalista. ¡Por favor, no más leyes hermosas para el pueblo si no hay Estado que supervise su ejecución e inversión, y si no hay pueblo amable y recíproco que valore, con moral, el sentido de desarrollo de una patria! Todos culpables por todos.