El capitalismo nos está matando

Mientras por acá la lluvia no cesa en su pertinaz intensidad, por allá por Oriente, el sol alumbra desde la madrugada, tal como ocurrió este viernes 12 de julio, cuando mi paisano Daniel Guarache emprendió la marcha celestial hacia la eternidad. Me dicen que esperó los primeros rayos de sol para irse poco a poco hasta que finalmente cerró los ojos. "Joropo", como cariñosamente le decían todos, fue cazador, jornalero, reservado, de desayunar poco antes de las cinco de la mañana y además, buen amigo. Apenas se enteraba que yo iba para allá, salía a cazar y regresaba con un venado a cuesta. Mi tía Irma, esposa de "Joropo", estaba pendiente y cuando me veía llegar, gritaba: llegó Eduardo. Allá en el fondo de la casa, nos reuníamos a compartir y a comer venado asado.

Hace unas semanas atrás había hablado con "Joropo". Fue de mañanita, cuando me llamó un día para conversar sobre la situación que está ocurriendo en Venezuela. El capitalismo no está matando, Eduardo, me dijo con voz entristecida. Los miserables comerciantes, empresarios, distribuidores, revendedores, bachaqueros y otras malas hierbas, no cesan en su empeño voraz de matar de hambre a este pueblo. Los mismos miserables y detestables escuálidos, decían unos meses atrás que todo esto era por culpa del socialismo, por culpa de Chávez y ahora de Maduro, "no hay papel tualé, pero tenemos patria", decían. Todo era burla, chapoteaban en el barro de sus miserias y se relamían las heridas purulentas de su piel de resentimiento y maldad. Así, empujados por ese odio visceral que sienten hacia el pueblo chavista, le abrieron las compuertas a las hienas del capitalino que, ahora está arrasando sus propias praderas. Ahora los escuálidos están calladitos y asustados.

De manera macabra desataron la vorágine de la ganancia fácil y criminalmente especulativa. Nada importa, sólo las ganancias, sólo el lucro. La inflación es como el subterfugio, detrás de la cual se esconden los comerciantes, distribuidores, dueños de híper y supermercados, bodegas, bodeguitas y bodegones; acaparadores, especuladores, bachaqueros, paramilitares y toda esa plaga mala que "marcan y "remarcan" los precios de los productos. Unos días antes de fallecer, "Joropo" me dijo: Fíjate tú, un cartón de ñema ya cuesta 600 bolívares. Y cómo carajo van a decir que eso es culpa del socialismo, si son, precisamente, los miserables y detestables especuladores capitalistas los que aumentan la comida del pueblo. Y así todas las cosas, me dijo. La pasta, la mantequilla, la carne, la leche, el arroz, la mayonesa, las verduras, las frutas, los granos, el queso y todos los rubros que sirven de alimento para los seres humanos. Mientras el gobierno hace grandes operativos y enormes esfuerzos para evitar el acaparamiento y la especulación, las mafias se organizan para incrementar el encarecimiento de todas las cosas. "A río revuelto, ganancia de pescadores", dice el refrán popular, para referirse a aquellas personas que delincuencialmente sacan provecho de situaciones de caos, tal como está sucediendo, ahora.

Sí, primero fueron los empresarios quienes –a sugerencia de los dirigentes políticos escuálidos- acordaron bajar la producción en todo y comenzar con el "goteo" de despacho de productos; luego las grandes, medianas y pequeñas distribuidoras, que se sumaron a ese "goteo"; luego le siguieron los dueños de híper y supermercados y el resto de toda la cadena de ventas, que van sacando y saqueando a la vez.

 



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Eduardo Marapacuto


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