La dispersión en la política

“El incidente es para mí un signo, no un indicio: el elemento de un sistema, no la eflorescencia de una causalidad”

Roland Barhes

En política, la dispersión nos conduce al fracaso. La dispersión nos hace perder el hilo conductor, la línea argumentativa, el sustento del discurso, la razón de la acción, el rostro del verdadero enemigo. El enemigo, que hoy y siempre se debe identificar en el imperialismo, utiliza la plataforma educativa y comunicacional para dispersar al hombre en su lucha, en su empeño de libertad. Lo dispersa y, cuando este a penas se percata, se encuentra dividido.

La dispersión es hoy una herramienta de lucha muy común dentro de las confrontaciones políticas. La dispersión nace en la multiplicación errática de un discurso hueco, sin fines constructivos; nace también de la interpretación simplista, conducida, la mayor de las veces, por otras voces nacidas para confundir. En política, la dispersión es, también, subestimación del líder, del pueblo; la falta de fe en lo imposible realizable, contemplación inerte que no conduce a acciones edificantes, sorprendentes, revolucionarias.

Un elemento de la dispersión es, que cuando el sujeto es objeto de ella, se transforma en multiplicador. Es decir, un sujeto distraído no hará más que distraer, dispersar. La dispersión es una conducta inconsciente que, al hacerse cotidiana, se transforma en una conducta política, en una postura ideológica. Y cuando en un sujeto la dispersión alcanza a ser una postura ideológica, cuidado, porque sus acciones ya no serán producto de una acción irreflexiva, coyuntural, inconsciente, sino, por el contrario, un dardo venenoso contra todo aquello que se conduce como razonable, es decir, revolucionario.

La dispersión es, también, una actitud que se asume para fingir; una posición cómoda para no accionar; una opción para aquellos temerosos que ante el peligro de la razón y el hacer, se esconden en el “yo no sé”. Cuidado con aquellos dispersos conscientes que endilgan desazón en los corazones soñadores, románticos, para conducirlos a la última condición que se alcanza con la dispersión: la inacción.

Cuidado con los que hoy, en el mar de las contradicciones naturales que puede vivir una sociedad dentro de una revolución, impulsan a la dispersión. El objetivo se  pierde cuando intentamos dilucidar algo en la discusión menuda; el enemigo avanza mientras nos quedamos en el vaivén endeble; se nos pierde el pueblo cuando  nos descuidamos en lo “importante imperceptible”, en la coyuntura minúscula, en la acción parca.

Mantengamos el empeño en alcanzar lo difícil, lo que ayer se vislumbraba como inalcanzable. Que nada disperse la empecinada lucha por crear la comuna, por sembrar los campos, por incrementar la producción petrolera, por transferir los medios de producción al pueblo, por construir viviendas, por masificar la educación. Que no haya dispersión posible ante nuestra resolución de llevar el mensaje político de la revolución a cada pueblo, a cada caserío; por hacer palpitar los corazones al transmitir la certeza de que estamos venciendo lo que nos han enseñado que es invencible…

 

“No faltarán los que traten de aprovechar coyunturas difíciles para, bueno, mantener ese empeño de la restauración del capitalismo, del neoliberalismo, para acabar con la Patria. No, no podrán, ante esta circunstancia de nuevas dificultades -del tamaño que fueren- la respuesta de todos y de todas los patriotas, los revolucionarios, los que sentimos a la Patria hasta en las vísceras como diría Augusto Mijares, es unidad, lucha, batalla y   victoria.”

Comandante Chávez.

 



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Francisco Ojeda


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