Venezuela en la tensión revolución-contrarrevolución

En los últimos tres meses, a partir de febrero del 2014, Venezuela ha estado inmersa en una coyuntura de mucha convulsión social y política, a lo que se suma el apalancamiento derivado desde la brecha económica, que para algunos incorpora los síntomas de una crisis contagiada por la tormenta global y para otros no es más que la manifestación de un sabotaje y una guerra económica para desestabilizar y colapsar el funcionamiento del Estado y todas sus instituciones, organizadas alrededor de la Constitución política de 1999, que sentó las bases de la sociedad pos neoliberal, de las misiones sociales y de la democracia participativa y protagonica.

Una facción radicalizada de la burguesía oligopólica activo, desde los primeros días del año, un proceso de sabotaje contra las entidades gubernamentales mediante eventos cargados de violencia urbana en las principales ciudades de Venezuela.

Agresiones a delegaciones deportivas extranjeras, asaltos a residencias de funcionarios públicos como la del gobernador del Tachira, despliegues violentos frente al Ministerio Público, incendios de establecimientos oficiales y universitarios, uso generalizado de la guarimba para alterar el espacio público, manipulación mediatica a fondo, presencia de grupos paramilitares colombianos, contrabando de alimentos y combustibles, acaparamiento, sabotaje monetario, corrupción, asesinatos de lideres revolucionarios, uso de guayas en espacios públicos para degollar ciudadanos y alteraciones permanentes de toda índole que han involucrado a la Guardia Nacional y a los cuerpos policiales del Estado, han sido los hechos permanentes durante la reciente y extraordinaria temporada política.

Por supuesto, no se trata de algo nuevo. La nación vive, desde el ascenso de Hugo Chávez al poder en 1999, una recurrente inestabilidad propiciada por las élites que durante casi 200 años han controlado todos los mecanismos de poder y subordinación de la sociedad.

Para recordar, para guardar en la memoria gruesa del pueblo, el golpe del 2002, el paro petrolero del 2003, la guarimba del 2004, los intentos de revocatoria en el 2007, la crónica manipulación de las conciencias con el monopolio mediatico, la invasión de paramilitares colombianos para asesinar al Presidente Chávez, la instalación de bases militares gringas en Colombia a granel, la muerte del Comandante supremo de la revolución, la violenta asonada posterior a las elecciones como Jefe del Estado de Nicolas Maduro en 2013, en la que se derramo la sangre del pueblo como consecuencia de la fratricida orden emitida por el candidato derrotado de la ultraderecha fascista.

Desde la antigüedad, desde la existencia misma de las sociedades primitivas, hace miles de años, hasta el mundo de hoy, el ser humano siempre ha buscado el cambio para mejorar sus condiciones de vida. Esa es una constante de la vida humana. Casi siempre los cambios ocurren de manera natural, son adaptativos, la inteligencia del ser humano funciona y establece los caminos y las rutas a seguir para superar las dificultades.

Cuando eso no ha sido posible de manera armónica sobrevienen los conflictos, las guerras y confrontaciones sangrientas. Ocurren las revoluciones porque la simple reforma se torna insuficiente.

El mundo moderno ha visto difundir la revolución social como un sistema político, ideológico y cultural de envergadura, profundo. Esta se define como un giro radical, un cambio estructural de una sociedad en el que se alteran sustancialmente todos las formas prevalentes y dominantes. Una revolución es como un demoledor terremoto que desbarata todo el andamiaje dominante que se asume como normal y natural.

Fue el caso de la revolución inglesa de 1648, de la revuelta campesina alemana, de la revolución francesa de 1789, de la revolución de 1848 en Europa, de la Comuna de París, de las revolución americana, de las revoluciones hispanoamericanas del siglo XIX, de la revolución soviética de 1917, de la revolución china de 1949, de la revolución cubana de 1959, de la guerra vietnamita, de la revolución boliviana minera de 1954, del proceso chileno de Salvador Allende, de las revoluciones africanas y de la revolución del 68.

Cada acontecimiento de estos conllevo grandes tensiones, luchas, enfrentamientos por causa de la resistencia y oposición, violenta en todos los casos, de las élites y grupos minoritarios que ejercían el dominio sobre la vieja sociedad, sobre la tradición.

A la revolución siempre la acompaña la contrarrevolución de las clases privilegiadas. Eso es como una ley, una constante. Para no ir muy lejos, para remitirnos al siglo XX, la revolución soviética, fue objeto de un ataque sistemático para impedir su desarrollo, por parte de los terratenientes, de los poderes imperialistas globales. Se organizaron ejércitos blancos, se invadió el territorio Ruso y se hicieron atentados contra los líderes socialistas, como parte de la estrategia para destruir esa experiencia revolucionaria. Lenin murió por causa de uno de esos atentados.

Igual ocurrió con la revolución popular China, aún desde antes del triunfo de Mao en 1949. El imperialismo japones y gringo, los terratenientes y los nacionalistas liberales, proyectaron y perfeccionaron los métodos contrainsurgentes para barrer con el Ejercito Popular de Liberación, con tácticas que perduran hasta el día de hoy y son utilizadas de manera abrumadora por el poder imperialista dominante en todas sus guerras por el planeta..

La revolución cubana es otro ejemplo de lo que es la contrarrevolución anticomunista. Ni un solo día de descanso ha tenido el pueblo cubano desde que en 1959 decidió eliminar la vieja y podrida sociedad burguesa de los capitalistas articulados al dominio yankí. La patria de Fidel Castro ha debido soportar durante años la perversidad y el odio de los enemigos que sueñan con sus destrucción.

La revolución bolivariana de Venezuela, igual. No ha tenido descanso, ni lo tendrá. Desde 1999, o desde antes, cuando la sociedad entera encontró en Hugo Chávez su guía primordial, su referencia identitaria universal, ha estado en el centro de la tormenta politica, de la incidía retrograda. Una potente élite, dueña de una inmensa riqueza, la que se deriva de los hidrocarburos que monopoliza desde Cipriano Castro, a principios del siglo XX, se niega a desprenderse de sus privilegios, a permitir que la inmensa mayoría de casi 30 millones de ciudadanos, pueda disponer de dichos recursos para sus bienestar. 

A la burguesía oligopólica venezolana la contrarrevolución violenta, desplegada en los 90 sangrientos días recientes, se le convirtió en una adicción. Es su modo de ser, su modo de vivir.

La contrarrevolución reciente nos llegó en el formato de la revolución blanda, del golpe suave, de la manipulación mediatica del "príncipe electrónico" que juega a fondo  con la imagen en el tuit, en instagram y en facebook, y con la guerra economica. Nos llegó con una viral violencia callejera que arrasa con los derechos humanos fundamentales, como claramente lo han documentado la Fiscalia, la Defensoría del Pueblo y otras entidades que hacen el monitoreo correspondiente de la vulneración de los derechos y garantías ciudadanas fundamentales.

Lo que importa es que la dirigencia revolucionaria ha mostrado destreza en el manejo de las difíciles circunstancias en curso. El dialogo, las conferencias de paz, el funcionamiento democrático del Estado, los acuerdos para erradicar el cáncer de la violencia, las mesas de conversación con los sectores que se amparan en la Constitución política, las medidas económicas con el control de precios y el ajuste de los salarios y pensiones, son medidas que han permitido sobreponerse a los sangrientos escenarios de caos y anarquía formateados por los fanáticos y recalcitrantes de la ultraderecha.

Por supuesto que hoy Venezuela no es la misma, ni lo va a ser, aquí han ocurrido hechos extraordinarios con muchas implicaciones. El campo de conflicto coagulado no es irrelevante. Con el mismo se han configurado nuevas subjetividades y nuevos horizontes.

Esta vigente la Constitución que lleva le huella del Presidente Hugo Chávez, está vigente el Plan de la Patria también marcado por su sabiduría y tenemos un presidente legítimo, Nicolás Maduro, que debe gobernar hasta el 2019. Lo que sí adquiere un ritmo diferente es la transición al socialismo. Es preciso que la dirección política, seguramente en el próximo congreso del PSUV y en diálogo abierto con el Polo Patriótico, calibre los pasos a dar en función de las correlaciones de fuerza realmente existente, que definen el curso de la sociedad y el Estado en el corto y mediano plazo. Lo que queda claro, como un saldo neto, es que aca la contrarrevolución no va ni irá porque el socialismo sigue siendo la utopía que guía la inmensa mayoría de los venezolanos en su identidad bolivariana.



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Horacio Duque

Politólogo e historiador.

 horacioduquegiraldo@gmail.com      @horacio_DG

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