Incertidumbre, política y ética

“Si los hombres pudieran valerse solos, no estarían en Sociedad, i si pudieran entenderse no tendrían gobierno”
Simón Rodríguez


El punto ciego de la incertidumbre de amplios sectores de la ciudadanía venezolana, pareciera el libreto” imagen en espejo” de lo acontecido en abril de 2002, el liderazgo de la impaciencia, de la falta de claridad estratégica de la dirigencia política nacional opositora, quieren conducir al pueblo y a la opinión pública internacional, por la incertidumbre de las medias verdades, ocultadoras de lo que en realidad sucedió y sigue sucediendo en menor escala, para que, cuando amaine la tempestad, exclamar ante el mundo, la situación “se nos escapó de las manos”, como dijeron en febrero de 2.003, ante el fracaso del paro petrolero. ¿Y la ética política?

Es lugar común ya, en este mundo globalizado, la emergencia periódica de crisis políticas en cualquier país del planeta, para imponer un sistema político hegemónico de democracia representativa tutelada por el imperio, un modelo económico único, el capitalismo globalizado, apadrinado por el Fondo Monetario Internacional y un modelo cultural universal, la cultura occidental, que niega la diversidad cultural de nuestra civilización.

La conclusión a la que no es muy difícil arribar es, no aprendieron la dolorosa lección de 2002, dada por el estoicismo y el compromiso político con la democracia participativa, de una importantísima mayoría del pueblo venezolano.

La salida (sic), propuesta de un minoritario, impaciente e irracional sector de la Mesa de la Unidad de la Derecha (MUD), nuevamente apuesta, a los privilegios y privilegiados del pasado, y ante los daños colaterales de su irracional propuesta, la salida es la restauración del 2.002, la restauración es la salida de la propuesta de hoy, que los conducirá nuevamente al fracaso.

Mientras tanto, hay acusaciones mutuas tanto de la dirigencia nacional revolucionaria, como de la dirigencia nacional opositora de fascismo; es necesario aclarar que significa fascismo para unos y otros, porque hoy día al hablar de fascismo hay que calificarlo, ya que, hay un fascismo político y un fascismo social, según algunos autores.

El fascismo político fue el que impuso Hitler en Alemania, Mussolini en Italia y Franco en España; antes y durante la II Guerra Mundial; el fascismo social así llamado por Boaventura de Sousa Santos (2010), es un nuevo fascismo, que no niega políticamente la democracia, tampoco el capitalismo, pero siguiendo los designios del Consenso de Washington, condena a la exclusión y el desempleo a amplios sectores de la sociedad actual, no se trata de un régimen político, sino más bien de un régimen social y civilizatorio.

Los acontecimientos precipitados por la ultraderecha desde el 12 de febrero, que han sumido en zozobra a la ciudadanía, busca acentuar el desabastecimiento, el deterioro de la economía del país y la inseguridad ciudadana, haciéndole el juego a la permanente conspiración externa imperial contra el país.

La incertidumbre que vivimos todos, ataca lo esencial y lo más vulnerable del ser humano, su subjetividad, su imaginario social instituido e instituyente, que se ve sacudido por la confusión de situaciones ambiguas tipo, lo que vemos y oímos es, pero también no es.
El ataque a las estructuras simbólicas de nuestro ser, nos impide procesar neurofisiológica y neuroquímicamente los acontecimientos en los que nos encontramos envueltos, más allá de nuestra voluntad, libertad y libre albedrío.

Toda la ciudadanía se encuentra, ante la perplejidad de la incertidumbre que conduce a la incredulidad y deja el filtro de la conciencia perforada, para que los fantasmas que todos llevamos dentro, y que nos recuerda el ancestro de nuestra animalidad, en la que vivimos seis millones de años, aflore.

La incertidumbre, impide la sincronía de la huella perenne de nuestro cerebro triuno: el cerebro reptil, paleocerebro, el sistema límbico, el cerebro emocional y el cerebro racional, el neo-cortex, el de las señales y los signos, que son la traducción de la neuroquímica y neurofisiológica del cerebro triuno, el que se aloja en la caja craneal, lo biológico, y el exocerebro (Roger Bartra, 2011), las estructuras culturales simbólicas, que nos permiten discernir, diferenciar, categorizar, comprender e interpretar los acontecimientos en los que nos vemos envueltos.

Esta dislocación entre el cerebro biológico –lo instintivo animal- el de las señales y signos, y el cerebro cultural, -lo simbólico- esa falta de sintonía, es el ataque a nuestra subjetividad, objetivo de la llamada -guerra de cuarta generación-, ya implementada en Iraq, la primavera árabe y recientemente en Ucrania, por el tiburón del norte, que ahora con más fuerza merodea, el Caribe.

De continuar distraídos en nuestras coyunturales miradas de lo que nos sucede, y no ir “más allá” de la apariencia de los acontecimientos, se seguirá deteriorando nuestra subjetividad y sus lazos de solidaridad, respeto y tolerancia, constituyente de nuestra intersubjetividad, avanzará lo que Cornelius Castoriadis (1997) llamó, la insignificancia, es decir, el sin sentido, lo superfluo, lo banal.

Lo ético político es que, sin traición a principios y valores, movernos de posición, para ver lo caleidoscópico de nuestra realidad, que es histórico social y política, que reedita un modelo cultural occidental que nos fue impuesto hace más de 500 años con la conquista, que a partir del siglo XVI se transmutó en capitalismo, que se apaciguó, pero no desapareció hace 200 años, con las guerras independentistas que nos descolonizaron, pero como sostiene Aníbal Quijano (2007), no nos descolonializaron, está vivito y coleando, la colonialidad del poder, como modelo geopolítico hegemónico, que se nos impone en lo humano, en lo político, en lo económico, lo cultural, lo epistemológico y lo social.

Lo ético político requiere por supuesto, el diálogo sincero, respetuoso, justo, tolerante, pero también, una urgente tarea formativa sociopolítica del pueblo, que trascienda los catecismos políticos, que como todo catecismo, es repetición sin comprensión, sin análisis crítico, ni interpretación y por tanto, no transforman, fin de toda educación que sea liberadora y emancipadora.

Se requiere una educación formal emancipadora, orientada por docentes dispuestos a emanciparse y emancipar, que evite el cumpli-miento, tantas veces denunciado por Carlos Lanz, como práctica en la Administración Pública, que cumplimos con hacer documentos revolucionarios sesudos y retóricos, que no se ejecutan, necesario es, ejecutar ya.

alcalaafanador@yahoo.es


Esta nota ha sido leída aproximadamente 1667 veces.



Pedro Alcalá Afanador

Doctor en Ciencias Gerenciales - Doctor en Ciencias Sociales - Especialista en Salud Pública - Psiquiatra - Médico Cirujano

 alcalaafanadorp@gmail.com      @alcalaafanadorp

Visite el perfil de Pedro Alcalá Afanador para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: