Cumbre de Mar del Plata: ¿integración de las Américas o integración a la economía norteamericana?

¿Cómo se puede luchar contra la dependencia económica y la dominación imperial, si la mayoría de los gobiernos latinoamericanos y caribeños siguen empeñados en perpetuar sus estatus de colonias? A la IV Cumbre de las Américas, que tuvo lugar en Mar del Plata (Argentina), la mayoría de los gobernantes del Continente asistieron como representantes de mercados y no de pueblos. Veintinueve gobernantes americanos llegaron defendiendo la tesis según la cual los hombres son esencialmente unidades productivas al servicio de la economía. Una vez más, lo social fue subordinado a lo económico. En consecuencia, quedó claro que cuando en América se habla de integración continental, en realidad se está haciendo referencia, de manera exclusiva, a la integración económica. Entonces, lo correcto sería afirmar que en Argentina se realizó la “IV Cumbre de los Mercados de las Américas”.

¿Podríamos entonces decir que la Cumbre de Mar del Plata fue una cita en la que los Jefes de Estado y de Gobierno presentaron sus propuestas de integración económica continental? La respuesta es un “no” categórico. Da la impresión que a la mayoría de los gobiernos de América Latina y del Caribe les preocupa más incorporarse a la economía americana, entendiendo esto último como “ser absorbidos por la economía de los Estados Unidos”, que integrarse con los demás países de la región. El presidente mexicano, Vicente Fox, fue muy claro al respecto. Fox no dudó en decir que si Venezuela y el MERCOSUR no cedían en su negativa, se podría avanzar en el proyecto del ALCA con los 29 países restantes. Como lo declaró Pablo Gómez Álvarez, coordinador del Grupo Parlamentario del PRD (Partido mexicano de la Revolución Democrática), Vicente Fox se comportó como “un socio menor” de Estados Unidos durante la cumbre continental.


¿Hasta cuándo “América para los Americanos”?


Cuesta creer que la mayoría de los líderes del Continente, elegidos para velar por los intereses de sus pueblos, insistan en defender, a capa y espada, la doctrina Monroe. Es cierto que hay que entablar relaciones con los Estados Unidos, no se trata de aplicar la política de la Casa Blanca de aislar países (como ha ocurrido con Cuba), sino de establecer una relación entre iguales y no entre “Amo y esclavos”.

Respaldar el ALCA significa conservar y reforzar la realidad económica que hasta ahora ha imperado en el Continente: Estados Unidos como el centro de gravedad de la economía continental, lo cual no permite que las economías latinoamericanas y caribeñas puedan desarrollar lazos de complementariedad entre ellas. El ALCA hará que nuestros países compitan salvajemente entre ellos para ocupar mayores espacios en el mercado estadounidense, un mercado que estará repleto de trabas proteccionistas.

El ALCA, lejos de promover la solidaridad continental, provocará la desunión y el egoísmo: los países se percibirán más como rivales que como aliados, y los pueblos del Continente pagarán las consecuencias. Un país caribeño para captar las inversiones estadounidenses, y evitar que se las “arrebate” un rival latinoamericano, tendrá que ceder a las exigencias de las transnacionales, las cuales van siempre acompañadas por medidas que afectan a los trabajadores (salarios cada vez más bajos, jornadas de trabajo cada vez más largas, condiciones laborales cada vez más deterioradas, limitación de los derechos sindicales, condiciones insalubres de trabajo, etc.). Por otro lado, los mercados del continente serán invadidos por bienes “Made in USA” que no sólo desplazarán los bienes nacionales, sino que harán desaparecer las industrias locales, aumentando así, de manera vertiginosa, los índices de desempleo.


Referéndum sobre el ALCA abriría una “Caja de Pandora” difícil de cerrar


En Argentina, el presidente Chávez insistió que un referéndum en el Continente americano pondría en evidencia el rechazo al ALCA. Ciertamente, porque en muchos países de América existe un divorcio entre pueblo y gobierno. Sin embargo, es muy difícil que un Continente plagado de democracias representativas invoque la figura del referéndum. Y esto por la razón siguiente: Un referéndum implica la participación directa de los ciudadanos en las decisiones que tienen que ver con el destino de sus países. Esta participación directa no es posible en las democracias representativas, pues en ellas los ciudadanos sólo cumplen un rol de votantes y de observadores.

Si la vía del referéndum se abriera en el Continente, las democracias representativas no podrían contener la sed de participación de los pueblos de América. Por ejemplo, imaginemos que el presidente Bush consulte a su pueblo sobre el ALCA. En cuestión de días, la sociedad estadounidense se organizaría para solicitar un referéndum en el que se decida la permanencia o no de las tropas estadounidenses en Irak. ¿La Casa Blanca estaría dispuesta a aceptar que el pueblo de los Estados Unidos cuestione su política exterior? Difícilmente lo permitiría. Tampoco el resto de los gobiernos correrían el riesgo de verse desenmascarados y abandonados por sus propios pueblos. Un referéndum continental sobre el ALCA abriría una “Caja de Pandora” difícil de cerrar.


El ALCA morirá al despuntar el ALBA


La Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) se ha convertido en la única propuesta de integración que busca cambiar las prioridades que hasta ahora han prevalecido en el Continente. Es una propuesta que coloca la integración al servicio de los pueblos, que privilegia la solidaridad y no la competitividad. La integración por la vía del ALBA no se desarrolla en torno al comercio, sino en función de los intereses de las naciones. El ALBA busca entonces unir pueblos y no someterlos a los caprichos de los grandes intereses económicos. El gobierno bolivariano, promotor del ALBA, dejó muy claro, en la cita marplatense, que nuestros pueblos avanzarán en la integración cuando los intereses de la sociedad prevalezcan y no se subordinen a los intereses económicos. El hombre es un ser social antes que económico.

Las asimetrías económicas que existen en el Continente sólo podrán compensarse con solidaridad y cooperación. Desafortunadamente, la política de la Casa Blanca no va en esa dirección. Desde Washington se busca imponer la regla del “divide y vencerás”. El gobierno estadounidense sabe que para perpetuar su hegemonía en el Continente necesita imponer el ALCA. Sin embargo, si esto no es posible, pues utilizará otros medios, como la celebración de acuerdos bilaterales, para disolver cualquier tipo de resistencia común de los países de su “Patio Trasero”. En consecuencia, los pueblos de América tienen que estar muy atentos porque “la muerte del ALCA no le impide reencarnar”. El Área de Libre Comercio de las Américas no es más que uno de los múltiples caminos que conducen a la dominación comercial estadounidense.


(*) Doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad de la Sorbona

afleca@yahoo.fr




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Alejandro Fleming(*)

Doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad de la Sorbona (París, 2005).Ministro de Turismo y Comercio (2010 – 2014).Viceministro de Relaciones Exteriores para Europa (2008 – 2010).Embajador de Venezuela ante la Unión Europea (2006 – 2008).Embajador de Venezuela ante el Reino de Bélgica y el Gran Ducado de Luxemburgo (2006 – 2008)

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