Venezuela: autoridad política y comunicación mediática

Hace alrededor de diez años el entonces Presidente Chávez estaba iniciando su Gobierno Constitucional, cuando la oposición venezolana desplegó una estrategia de confrontación que combinaba medios constitucionales con medios inconstitucionales de acción política, y en la cual las empresas privadas de comunicación jugaron un papel fundamental. Hoy día se repite una estrategia que incorpora la mezcla de medios legales junto con medios ilegales, y donde se hace presente la utilización de una masa de maniobras para generar la imagen de que el Gobierno del Presidente Maduro carece de legitimidad.

Esta situación fue creada por varios factores. En primer lugar, tiene como detonante el resultado electoral, que mostró una diferencia relativamente escasa entre el candidato bolivariano y el candidato de la oposición. De este modo, se logró llegar a un escenario que siempre había sido evitado exitosamente por el Presidente Chávez, en el cual un resultado parejo entre chavistas y opositores podía ser utilizado para retar la autoridad de un régimen eminentemente popular.

Dicha situación habría sido estudiada con anterioridad. De hecho, la campaña electoral de oposición se concentró en sumar los votos débiles del chavismo. Para ello se utilizaron acciones económicas como la creación de escasez por parte los empresarios productores de bienes básicos, con el propósito de crear malestar entre los ciudadanos. Electoralmente, se utilizaron tácticas de marketing político que se orientaron al secuestro de los símbolos del chavismo, en un país donde Chávez se convirtió en un referente de autoridad política y moral. Con ello lograron, de forma inusitada, convertir a los políticos de oposición en supuestos “héroes” de la “opresión” política y económica del Estado. Como consecuencia, el saldo electoral de la oposición se alimentó de los electores volubles del chavismo, llevados a cambiar su voto por la situación económica creada por empresarios y por la imitación de los símbolos de autoridad de la dirección bolivariana, utilizados en su propia contra.

Estos resultados le han dado la oportunidad a la oposición para retar frontalmente, aunque de forma manipulada, la legitimidad de origen del Gobierno actual. De forma interesada se reclama mediáticamente un proceso de impugnación que aún no ha sido solicitado formalmente. Incluso, al Presidente Maduro se le caracteriza discursivamente en los medios privados como el “ilegítimo”. Todo el juego está en la manipulación de las expectativas de la población, con lo cual se pretende ejercer presión sobre las autoridades públicas para buscar, al menos, que se tomen decisiones imprudentes que generen una crisis de poder. Nos encontramos en presencia de un plan desestabilizador de largo plazo, en el cual las elecciones fueron un momento que sirvió de eslabón, pero no son ni siquiera el momento central del plan.

En todo esto las empresas de comunicación de masas juegan su tradicional papel desestabilizador, propagando informaciones falsas sobre el proceso electoral y sobre la actuación de las autoridades venezolanas. Además se suma una nueva herramienta de desestabilización: las “redes sociales” de internet, que sirven para la propagación de información preparada para el consumo fácil de la masas útiles a la oposición. La mayoría de los especialistas no se ha percatado de que la difusión de las “redes sociales” no es tanto un fenómeno tecnológico como un fenómeno comunicacional, y siguen ocupados en la “novedad” instrumental sin ver que el fondo de las “redes” no hace más que potenciar la lógica de manipulación de masas de los medios tradicionales.

Expliquemos. El modo de comunicación de un sistema como Twitter está basado en el consumo de información concisa y fragmentada, de forma tal que un usuario que se habitúa a la comunicación mediada por Twitter comienza a operar cognitivamente por reacción a fragmentos de información que, cual gatillos, disparan impresiones y actitudes en el individuo. De este modo la persona puede ser potencialmente influenciada por estos pequeños fragmentos de información, los cuales se encuentran enlazados con la “realidad” percibida y creada por los medios. Además, por más que la plataforma suponga un enlace en red, la información circula más eficientemente a través de un esquema de cascada, de forma tal que la mejor manera de divulgar información es que una figura conocida – típicamente un producto mediático: un actor, un político – lance fragmentos de información para que inmediatamente sea repetido por sus seguidores y se conforme el efecto de difusión.

Pero ¿acaso estamos ante un nuevo modelo de comunicación? Claro que no, se trata del mismo modelo de comunicación que se instauró con la televisión desde hace más de cincuenta años. Las redes sociales no son más que la televisión concentrada y llevada a un dispositivo portátil, reformulada para convencer a los usuarios no a través de pautas de 40 o de 7 minutos, sino de diminutos mensajes multimedia que se descargan en cadena y que son consumidos en no más de veinte segundos cada uno. La fragmentación del mensaje es su principal vehículo de transmisión; con ella pueden crear masas humanas incapaces de enlazar ideas de forma crítica y, por lo tanto, potencialmente manipulables.

En cuanto al país, a Nicolás Maduro se le presenta un problema básico de política: la necesidad de crear la aceptación legítima de su autoridad. La autoridad moral de Hugo Chávez no le fue delegada sino ganada en numerosas batallas políticas. De ahí el doble sentido con que los opositores atizan a sus seguidores: “Nicolás no es Chávez” quiere decir también que Maduro aún carece del “aura de invencibilidad” que rodeaba a Hugo Chávez, y que por tanto pueden intentar medidas de fuerza para retar su autoridad y su legitimidad. De ahí que sea absolutamente necesario encontrar los referentes políticos que permitan que el Gobierno Bolivariano vuelva a ser respetado como un gobierno de dirección fuerte y de raíz popular. En lo inmediato, se debe aprovechar el bagaje político y moral de los líderes bolivarianos, es decir, completar el molde de la dirección personalizada del Presidente con la imagen de la eficiencia y compromiso de un equipo de trabajo. El Estado Mayor de la Revolución debe mostrar que Maduro es la cara visible de un Proyecto Histórico, impulsado primeramente por el Comandante Chávez, pero que trasciende a su presencia física porque se encuentra encarnado en una dirección colectiva que responde a los intereses nacionales y populares de los venezolanos.

El momento político que vivimos se explica precisamente por la voluntad de los representantes políticos de la oposición de forzar la institucionalidad del país, al generar presión social a partir de la creación de una supuesta irregularidad electoral que no es tal, pero cuya invención les permite jugar con las percepciones y con la voluntad de una parte de la población. La campaña de oposición ha sido ejemplar en el grado de manipulación simbólica y mediática de la imagen del candidato. Ahora es ejemplar también por el interés de llevar la confrontación a un escenario de sangre, que les permita justificar una insurrección civil en contra de un Gobierno instaurado legal y legítimamente. En este contexto, los seguidores del Proyecto Bolivariano confiamos en que los dirigentes del chavismo han asimilado positivamente las enseñanzas de mesura y de fortaleza espiritual del gran estratega que fue Hugo Chávez.

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Santiago José Roca


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