El verdadero proyecto político… ¿Inocente o culpable? ¿Y a quién le importa si eres uno o lo otro?

Aunque no estamos en el gobierno; nosotros somos los que mandamos. Somos más poderosos, aunque seamos menos. No nos importa lo que digas-escuches-pienses-hagas. Podemos imponer como oposición a la presidencia de Venezuela a gente medianamente inteligente (aunque ya es muy difícil de encontrar en la clase política de la oposición: AD, Copey, PJ, UNT entre otros), pero elegimos a uno que ni siquiera puede simular que sabe de qué va el asunto.

¿Por qué? Porque podemos hacerlo.

El verdadero proyecto político de nuestro candidato, es, el mismo proyecto impuesto por los otrora gobernantes cuarto republicano: Podemos usar al aparato policíaco y militar para perseguir y encarcelar a verdaderos delincuentes, pero esos criminales son parte vital nuestra. En cambio elegimos perseguir, golpear, detener, torturar, encarcelar, asesinar al pueblo.

¿Por qué? Porque podemos hacerlo.

La justicia es una puta más en nuestra libreta de direcciones y, créenos, no es la más cara. Y aunque cumplas al pie de la letra con el molde que imponemos, aunque no hagas nada, aunque seas inocente, te aplastaremos. Y si insistes en preguntar por qué lo hacemos, te respondemos: porque podemos hacerlo.

Eso es tener el Poder. Se habla mucho de dinero, riquezas, y esas cosas. Pero créenos que lo que excita es este sentimiento de poder decidir sobre la vida, la libertad y los bienes de cualquiera. No, el poder no es el dinero, es lo que puedes tener con él. El Poder no es sólo ejercerlo impunemente, también y sobre todo, hacerlo irracionalmente. Porque tener el Poder es hacer y deshacer sin tener más razón que la posesión del Poder.

Y no importa quién aparezca al frente, ocultándonos. Eso de derecha e izquierda, son sólo referentes para que el chofer estacione el auto. La máquina funciona por sí sola. Ni siquiera tenemos que ordenar que castiguen la insolencia de desafiarnos. Gobiernos grandes, medianos y pequeños, de todo el espectro político, además de intelectuales, artistas, periodistas, políticos, jerarcas religiosos, se disputan el privilegio de agradarnos.

Para el resto del mundo los desdentados de Venezuela no existen, no son nadie. Sí, hemos sembrado el odio, el cinismo, el rencor, la desesperanza, el conformismo del “mal menor”, el miedo hecho resignación. Y, sin embargo, tememos que eso se transforme en rabia organizada, rebelde, sin precio.

Porque el caos que imponemos lo controlamos, lo administramos, lo dosificamos, lo alimentamos. Nuestras “nalguitas blancas” disculpen nuestras “Manitas Blancas” son nuestras fuerzas para imponer nuestro caos. Ah, ésas “Manitas Blancas”, ni siquiera entendemos qué dicen, quiénes son, cuánto cuestan.



Así que jódete, púdrete, muérete, desilusiónate, ríndete.

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José Antonio Velásquez Montaño


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