Tribunal de Atlanta salva la honra de la justicia en la causa de los cinco héroes, pero...

Cuando el 7 de marzo del presente año publicamos en APORREA el artículo
titulado LOS HÉROES NO ESTÁN CANSADOS: CINCO ESTÁN PRESOS EN LOS ESTADOS UNIDOS (UNA APELACIÓN EN NOMBRE DE LA JUSTICIA), exponíamos las razones del enorme crimen jurídico de que eran víctimas los cinco héroes cubanos.

Decíamos entonces que, por luchar contra el terrorismo contra su
patria, por infiltrarse en el seno de los criminales que lo
planificaban, financiaban y ejecutaban, por tratar de neutralizarles
sus planes aviesos, y de los cuales eran cabezas visibles personas como
Posadas Carriles y otras muchas con un largo expediente criminal,
guardan prisión injusta en cárceles de los Estados Unidos cinco
cubanos: Gerardo, René, Ramón, Antonio y Fernando. Ellos han sido
sancionados gracias a la violación más inicua de la moral y las leyes,
y el olvido más completo de todo sentimiento de justicia,

Ante la apelación planteada por los 5 al tribunal de Atlanta, millones
de hombres solicitan y esperan que estos jueces reparen esos
lamentables errores, que sean justos, que no sean también criminales
sancionando un crimen evidente, constante, perpetuo y ebrio de odio
ciego. Es necesario que el tribunal de Atlanta rectifique la injusta
condena de aquel tribunal de Miami que no tuvo ni un solo pensamiento
de justicia en su cerebro, ni una palabra de verdad en su boca a la
hora de dictar su fallo.

Los ciudadanos del mundo claman y esperan, en nombre de la justicia,
que llegue el día de la libertad para esos cinco patriotas, pues en el
mundo ha de haber cierta cantidad de decoro como ha de haber cierta
cantidad de luz. En nombre de la justicia, les decimos a esos jueces
que la honra puede ser mancillada. La justicia puede ser vendida. Pero
la noción del bien flota sobre todo, y no naufraga jamás. Salvadla en
vuestra tierra, si no queréis que en la historia de este mundo la
primera que naufrague sea la vuestra.

Ahora, ante el fallo recién emitido por el tribunal de Atlanta, cabe
decir que estos tres jueces han salvado la honra de la justicia en
tierra norteamericana. Después de casi dos años, han anulado el juicio
celebrado en Miami, han revocado las sentencias desmesuradas e injustas
y han rectificado la aviesa intención de un tribunal enfermo de odio y
viciado por su complicidad con las camarillas oficiales y grupales que
administran la política anticubana en Miami.

Pero, desgraciadamente, este fallo no ha significado que la justicia
haya sido reivindicada plenamente y haya resplandecido
indefectiblemente. Después de siete largos años en prisión injusta, los
cinco Héroes sólo han alcanzado el derecho a un juicio imparcial en
otra sede en los Estados Unidos, que era la solicitud que los abogados
defensores interpusieron desde un principio, y la cual fue desoída
tanto por el fiscal como por la jueza de Miami.

Para cinco inocentes resulta muy caro el costo que han debido pagar por
ser valientes y dignos. Quién sabe cuánto más pretenderá cobrarles a
sus vidas el gobierno de los Estados Unidos, quien es en primera y
última instancia el promovente criminal de esta causa que no tiene
asidero alguno: ni legal, ni ético, ni político. El dictamen del Grupo
de Trabajo de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha
sido claro en calificar la prisión de estos hombres como un acto ilegal
y arbitrario a la luz del derecho internacional y del norteamericano.

Hay muchas razones para seguir denunciando la siniestra y canallesca
confabulación contra los cinco Héroes. Porque no se trata de individuos
culpables, confesos y arrepentidos de sus acciones deleznables, sino de
personas inocentes que proclaman a los cuatro vientos las razones y
verdades de sus acciones antiterroristas. Porque no se trata de espías
que andaban detrás de secretos bien guardados de la seguridad nacional
de los Estados Unidos, sino de luchadores antiterroristas infiltrados
en el seno de los grupos terroristas que proclaman sus acciones
criminales por la radio, la televisión y la prensa escrita de Miami y
de los Estados Unidos. Porque no se trata de aventureros mercenarios
que buscaban provechos materiales por sus actos, sino de unos patriotas
verdaderos que trataban de amparar a su patria del terror ocasionado
por ataques terroristas diversos, publicitados por los medios de
información de los Estados Unidos. Porque no se trata de personas
despreciables, cuyo oficio es destruir y asesinar, sino de
intelectuales, de profesionales destacados formados en Cuba, y
devenidos, por la necesidad del deber y los reclamos de vida o muerte
de su país, en luchadores clandestinos antiterroristas. Porque sus
misiones no estaban relacionadas con aspectos de la seguridad de los
Estados Unidos, sino con las informaciones sobre los planes terroristas
orquestados por los grupúsculos contrarrevolucionarios. Esta
información sensible tenía el carácter de poder ser compartida también
con las autoridades de los Estados Unidos.

En realidad, previo a la detención de los 5, el Presidente de Cuba
Fidel Castro, impuso al Presidente Clynton, a través del escritor
colombiano y Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, de los
planes terroristas que se fraguaban desde Estados Unidos contra Cuba,
que incluían el derribo de aviones y la ola de sabotajes a hoteles y
otras instalaciones de La Habana. Como resultado de estas
informaciones, el gobierno norteamericano propuso el envío a Cuba de
una amplia delegación del FBI. Con esa delegación, Cuba compartió
informaciones sobre los grupos terroristas, sus direcciones, sus
planes, fotos, grabaciones, videos, etc. En fin, todas las evidencias
fueron puestas en manos de las autoridades del Gobierno de EE.UU. Y
éstas, en vez de cumplir con los compromisos hechos durante este
intercambio, se empeñaron a fondo en localizar las fuentes de estas
informaciones y, por lo tanto, identificar a los agentes
antiterroristas cubanos, y así procedieron a su detención y
encausamiento, achacándoles designios y acciones criminales. El
Gobierno y las autoridades norteamericanas, con las cuales se
compartieron las informaciones sensibles en forma abierta y sincera, no
tuvieron la dignidad de mantener una actitud leal de reciprocidad ética
hacia el Gobierno y las autoridades cubanas. Se traicionó la buena
intención y voluntad y el gesto caballeroso de la parte cubana.

Son estas las razones, y muchas otras, las que explican que aún se
espere mucho más de la justicia norteamericana. Han transcurrido siete
largos años de esta historia que comenzó cuando se confió al Gobierno y
a las autoridades norteamericanas las interioridades y detalles de los
planes dentro y fuera del territorio nacional de Cuba y de los Estados
Unidos.

Esperemos que el fallo de la Corte de Atlanta acorte el camino que
conducirá a la libertad de los cinco patriotas cubanos y cese así la
opresión que hoy ejerce la injusticia sobre la existencia de 5 hombres
enteros, sus familiares, su pueblo, y la humanidad buena que participa
en la defensa de su causa.

¡Que llegue pronto la justicia definitiva y la libertad merecida! Y en
nombre del honor y la justicia, pronto quiere decir ahora mismo.


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Wilkie Delgado Correa


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