La industria musical, esta caracterizada por la lógica del mercado; las restricciones a los músicos, estandarización de los arreglos, y ausencia de mensaje social. Recuerdo la sentencia a los venezolanos en boga que osaran visitar el pueblo heroico de Cuba; sufrirían de esas miserias musicales, muchos por temor se negaron a ir a la tierra de Carlos Puebla y les calló lo de aquel filósofo B. Spinoza: el miedo es el padre del error. Hoy yacen sepultados en su purgatorio, el olvido.
Desde Geldof se multiplicaron conciertos “altruistas” y hoy circula una la fallida propuesta de Bosé-Juanes (por cierto uno fusil del concepto musical del primer Sting- y otro un “equilibrio musical” precario). Un cuestionamiento esta mas que justificado contra ellos. Pero porque no focalizar –sin embargo- el abuso a la cordialidad y diplomacia infringido a un personaje como José Antonio Abreu con una visita informal y una propuesta verbal-informal de Bosé-Juanes.
Lo sorprendente, en el intento de crear una matriz de opinión; la omisión interesada o no, del origen mediático del asunto, donde mecánicamente se procedió a colocar en el banquillo, al maestro Abreu y un sistema musical que desde hace 38 años, es pionero en el país de las políticas de inclusión social en la cultura, baluarte de las políticas culturales del gobierno revolucionario y primera punta de lanza de la diplomacia bolivariana.
Un ataque que de retruque le pega a la revolución ¿Por qué? Disculpen la mención personal: nuestro origen social (San José-Cotiza); miembro fundador del sistema, docente y diplomático, y férreo crítico en otros tiempos. Hago un llamado al diálogo intercultural; a la investigación; al estudio de historia musical; al análisis de las premisas de esa filosofía educativa, los ajustes que ha experimentado, pero sobre todo los logros, impacto social y proyección internacional prevista y constatada en los Planes de la Revolución. Y como dijo el Comandante-Presidente Chávez: UNIDAD, UNIDAD…
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