La seudociencia en la salud es la base de un comercio letal y mil millonario…

“Necesitamos salud como derecho y no como mercancía y negocio de unos cuantos, una medicina para la vida y no para la muerte a través del envenenamiento  progresivo  con fármacos con los cuales  hacen sus ganancias los grandes laboratorios a nivel mundial. Medicina de la prevención  y atención integral, no más acetaminofén e ibuprofeno. Que las facultades de medicina tengan una apertura a una medicina  humanista y no profesionales al servicio de los intereses de las multinacionales de los fármacos, insensibles y robotizados...”* y para ello, no basta el discurso vacío y sin  contenido que intenta disfrazar controles estatales que no existen sobre tales bienes o que, sencillamente, son insuficientes y, en mayor grado, ineficientes… 
 
(*) www.tierrademaiz.com
¿Qué debemos entender por ciencia?

De la búsqueda que hemos hecho para responder a esta interrogante, copio seguidamente estas dos respuestas que aparecen en la red, las que, dentro de nuestra muy limitada capacidad para entender mucho mejor cual pudiera ser el alcance del quehacer científico en el  área de la salud, de manera específica, las considero como bien apropiadas, por cuanto de modo indubitable se infiere de ellas que la ciencia no puede ser otra cosa que el resultado incuestionable de una investigación metódica, sistemática, rigurosa y verificable, en todo tiempo y espacio, así como que su efectividad no deje lugar alguno para la duda:

1) “La ciencia es un conjunto de conocimientos racionales, ciertos y probables, obtenidos metódicamente, sistematizados y verificables, que hacen referencia a objetos de una misma naturaleza” y,  

2) Independientemente del concepto que se maneje, algo es claro: la ciencia avanza solamente a través de la investigación científica, pues ella ha permitido al ser humano hacer una reconstrucción conceptual de la realidad, que es cada vez más amplia, profunda y exacta.”

¿Y la seudociencia, por su parte, qué es?

La palabra “seudo” viene de la raíz griega “falso” y la palabra ciencia, del latín "scire", que significa saber, es decir que la definición básica de ciencia es conocimiento, o más precisamente, conocimiento humano, por lo que, en  dos platos, la seudociencia es la perfecta mascarada de la ciencia que da cuenta de un conjunto de supuestos conocimientos, metodologías, prácticas o creencias no científicas pero que asegura tener dicho carácter y se le practica bajo financiamientos incalculables por parte de poderosas empresas filiales de grandes corporaciones transnacionales farmacéuticas para el engaño a través de farsantes, curanderos y charlatanes e, inclusive y he allí lo más  condenable, a ojos vista, por profesionales de la medicina en todas las especialidades que carecen de ética y que, por desgracia, abundan en esta tierra de gracia.

En la praxis comunicacional, única opción que tenemos los seres humanos para enterarnos de lo que sucede en nuestro mundo, para bien o para mal, se cumple con demasiada intensidad y frecuencia, una inadecuada utilización de la ciencia que se la transforma  en lo que se le conoce como la "paraciencia" que salva y cura en nombre de la fe y así se logra que sea digerida en una dimensión asombrosa y eso lo advertimos en tantos espacios que, conscientemente y en perfecta complicidad, hacen parte de ellos hasta la propia “academia” con el objetivo perverso y planeado de obtener ganancias monetarias con un aval que en la mayoría de los casos resulta muy cuesta arriban discutirlo, desvirtuándose así los altos fines de la interpretación ética de la ciencia y de su aplicación.

Queda muy en claro que con ello se echa a un lado, sin el menor escrúpulo, el fin último que se espera obtener de la tecnología fundada en la ciencia para la producción  farmacéutica que con efectividad le corresponde cumplir su cometido de sanar y curar enfermedades, de manera general.

Se ha sostenido por parte de expertos la tesis que sugiere que, en multitud de casos, más que lanzar al mercado un medicamento para curar, lo que se busca es venderlo al más alto precio como una mercancía más, no como un bien social, así no sirva para nada…!!!

¿Habrá algo de cierto en ello? No lo dudamos y es por eso que nos pareció bien interesante referir que en tanto esa situación nos venía agobiando, nos llegó a nuestras manos el libro “La Mala Ciencia”, del investigador Ben Goldacre, editado en España en marzo 2008 por “Espasa Libros, S.L.U.” (Sello Paidós),  traducción del inglés a cargo de Albino Santos Mosqeura. Goldacre es “doctor en medicina y divulgador científico”, egresado de la  universidad de Oxford, quien  “se especializó en Neurociencia en Milán y en Filosofía por la British Academy. Además de su trabajo dedicado a la investigación, Goldacre es conocido por su columna en el periódico The Guardian, Bad Science, donde se dedica a denunciar creencias pseudocientíficas y otros engaños.”, de cuya lectura se pone de manifiesto desde la primera hasta la última página, que fundamenta sus denuncias de esa mala ciencia en un cúmulo de hechos vividos por sus propias y directas investigaciones, así como en infinidad de datos y cifras que consigna, incluyendo en cada caso las fuentes respectivas, por lo que todo investigador o cualquier lector perfectamente puede confirmarlos…

Su lectura atrapa y no creo que sólo a quienes, como nosotros, somos neófitos en el tema y que por ello hemos sido, con la más absoluta seguridad,  mil veces víctimas inocentes de sus condenables prácticas de engaño.  Lamentablemente el libro no está a la venta en el país y el ejemplar que nos llegó fue adquirido este año en España y quizás termine siendo unas de esas ediciones sobre las cuales se estarán pagando cuantiosas sumas de dinero para restringir al máximo su circulación, por lo que se sugiere a quien pueda ordenar su compra en España lo haga y mientras más rápido, mucho mejor.*

No obstante ello hemos creído interesante transcribir un fragmento de su introducción firmada por el propio autor, de manera que a través del mismo se entusiasmen y de esa manera agoten todo esfuerzo posible por rastrear la edición hasta encontrarla: “…este libro dista mucho de ser una mera compilación de memeces triviales. Refleja, más bien, un crescendo natural que parte de las estupideces de los charlatanes, pasa por el crédito que se les dispensa en los medios de comunicación convencionales y que desemboca en los trucos de la industria de los suplementos alimenticios (que mueve 30.000 millones de libras esterlinas anuales), en las maldades de la industria farmacéutica (que mueve 300.000 millones)**, en la tragedia en la que se ha convertido el periodismo científico actual y hasta en el encarcelamiento, el público escarnio o la muerte de personas, simplemente por culpa de la interpretación errónea que nuestra sociedad suele hacer de las estadísticas y de las pruebas empíricas (..) al acabar este libro, ustedes contarán con las herramientas necesarias para ganar -o, cuando menos, entender- cualquier debate que decidan iniciar, ya sea en torno a las curas milagro, la vacuna triple vírica, los ardides de las grandes farmacéuticas, la probabilidad de que un vegetal determinado prevenga el cáncer, la creciente idiotización de la cobertura informativa de los temas científicos, las dudosas alarmas sanitarias mediáticas, el valor de las pruebas anecdóticas, la relación entre el cuerpo y la mente, la ciencia de la irracionalidad, la «medicalización» de la vida cotidiana, y otras muchas cuestiones. Para entonces, habrán constatado también la falta de evidencias sobre la que se basan algunos engaños muy populares, pero, por el camino, también habrán ido recogiendo todos los conocimientos útiles que hay que tener para entender el funcionamiento de la investigación científica, los diversos niveles de evidencia empírica, el sesgo, las estadísticas (tranquilos), la historia de la ciencia, los movimientos antincientíficos y el curanderismo. Y, entre tanto, se habrán ido encontrando con algunas de las fascinantes historias que las ciencias naturales pueden explicarnos acerca del mundo en el que vivimos.”      
        
Pero, es que es pertinente que nos hagamos esta interrogante, ¿cómo es posible que se nos engañe tan fácilmente y se nos vendan medicamentos que para nada sirven y, además, alimentos manufacturados con aditamentos que pueden ser letales?

Simplemente por ignorancia y es para mayor tragedia saberlo, que se trata de un engaño colectivo, masivo y de alcance universal...!!!, pero más aún, por las conductas malvadas y anti éticas de quienes en conocimiento científico de alguna determinada opción curativa, más allá de indicar el fármaco que, efectivamente sana la dolencia o la enfermedad, postergan su indicación mientras aprovechan las excelentes oportunidades que ofrecen los seguros de salud para ordenarles a sus pacientes exámenes que en muchas ocasiones son innecesarios, con lo cual terminan indicándoles fármacos adicionales que para nada sirven.

En ese juego perverso somos miles de millones los engañados del planeta, con lo cual se obtienen ganancias cuya rentabilidad es inmensurable por lo cuantiosa demanda (tómese en cuenta que la tierra tiene 6.500 millones habitantes y, además, que el sector farmacéutico es uno de los negocios más rentable del mundo (se ha venido afirmando que es mucho más que el del petróleo y sus derivados)***, todo ello a fuerza de hábiles y costosas   campañas publicitarias, como vimos que sucedió en nuestro país en fecha relativamente reciente, ya iniciada la revolución e inclusive pasados los tragos amargos del golpe de estado de abril del 2002 y del paro terrorista petrolero de finales de ese mismo año y comienzos del 2013, para citar sólo un muy pequeño ejemplo,  cuando vimos con no menos estupor a algunos dirigentes bastante conocidos de la revolución Bolivariana, que se prestaron con su figura y hasta con sus propias voces, quizás sin percatarse que hacían el papel de tontos útiles, para hacer parte de campañas incansables por la televisión de los “milagrosos” resultados de la medicina homeopática o sistémica, como la única solución a cientos de afecciones a la salud, en muchos casos, inclusive, de aquellas que ya habían sido diagnosticadas por médicos de alta calidad ética, como incurables.

No creemos necesario abundar más sobre este libro que es una auténtica Caja de Pandora para la mayoría de los ciudadanos de cualquier país del mundo que somos, a todo evento, potenciales víctimas de esa condenable engañifa. El libro narra mil hechos increíbles, con verdades que horrorizan y que nos convidan a exigirles a las instituciones del país prestadoras de salud, que tomen cartas en el asunto y al menos inicien cuanto antes programas educativos de alerta sobre “la mala ciencia” que comiencen a ser desarrollados desde la escuela primaria hasta la universitaria, pero con carácter de urgencia, se apresten a diseñar un plan de información integral y permanente para los comunicadores sociales, sin excepción alguna, pero en especial para  aquellos que trabajan para el Sistema Nacional de Medios Públicos, sobre lo que es la ciencia en su sentido trascendente y de servicio a la humanidad en el área de la salud, sus progresos y tendencias, así como mostrar la realidad que sobre el tema vivimos en el día a día, sus progresos en el control y registro de medicamentos y cuánto nos falta aún para impedir, en buena medida, que la seudociencia nos siga engañando…

Los ejemplos abundan y aquí hoy vemos a cientos de miles de nuestras mujeres, primero víctimas de un sistema consumista insaciable y perverso que las ha querido convencer, a todo trance y con cierto éxito en algunos sectores de la población, que no son más que objetos sensuales y/o sexuales y que luego para alcanzar el mayor brillo como tales, no solamente deben masajearse y embadurnar sus cuerpos con decenas de pomadas y ungüentos de altísimos costos para lograr dizque hacerse cada día más bellas, cuando científicamente ha sido comprobado que en su mayoría se trata de productos que no producen  los efectos que dicen tener y, más aún, logran hasta convencerlas de que cuanto antes deben someterse a cirugías para agrandarse, al menos, los senos y los glúteos…!!!



Ya hemos visto las tragedias que esto ha ocasionado, con jóvenes mujeres de la patria muertas por ese comercio desmedido y sin control alguno que anda a la buena de Dios cazando por todos los rincones del país víctimas inocentes de una publicidad engañosa al servicio de una perversa “mala ciencia”.      



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(*)      En la web aparece un link que lo ofrece en PDF gratis (hacar clic o copiar y pegar) Descargar el libro Mala ciencia de Goldacre Ben gratis gracias a ..., pero resulta que no es cierto.


(**)    Un Euro equivale a 0,81 libras esterlinas, por lo que estamos hablando de 24.300 millones de euros en suplementos alimenticios y 243.000 millones de euros para la industria farmacéutica, cifras éstas sólo para Inglaterra, la patria del autor.

oliverr@cantv.net



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Iván Oliver Rugeles


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