La televisión nos ha puesto a celebrar nuestra destrucción para producir "la salida".

Si el oro negro fuese transparente




Si la televisión no se hubiese plegado al Paro, si no le hubiese dedicado no sé cuántas horas de transmisión minuciosa y alarmante, sin tregua, pues los espacios comerciales fueron ocupados por “mensajes” de la Coordinadora Democrática. Si la televisión hubiese empleado esa cantidad para mí monstruosa, por lo enorme, de dinero que ha invertido en transmitir, proyectar y darle vida al Paro en sus diversas facetas. Si hubiesen gastado toda esa fuerza las cinco televisoras juntas como un coro hipnótico, si hubiesen aplicado esa estrategia en enseñarnos inglés con un método israelí, por ejemplo, seguramente que todos los venezolanos, y hasta el presidente Chávez, ya hablaríamos esta lengua global.

Pero no: la televisión nos ha puesto a celebrar nuestra destrucción para producir la salida (palabra que juro voy a terminar odiando. Además queremos entrar y salir sin traumas, con tan sólo abrir la puerta necesaria o convenida).

Tenemos graves problemas con nuestro sentido de pertenencia.

¿Qué nos pertenece y a qué pertenecemos? Decimos con arrogancia que Pdvsa es nuestra. Juan Fernández lo dice con tanta convicción que pretendió dejarnos a todos sin gasolina.

Y El Nacional, en un acto seguramente de extrañificación o de humor más que negro calavérico, dijo en su mancheta: Ni un pozo más.

¿Qué somos lo venezolanos? ¿Cómo hemos podido vivir tan alejados de nosotros mismos? El petróleo es parte de nuestra tradición desde hace un siglo.

Los campos de petróleo cambiaron la distribución poblacional, añadieron nuevos elementos a nuestra convivencia que apenas han sido relatados.

Nuestros niños, a pesar de ser hijos de un país petrolero, no reciben particular información, y mucho menos formación, al respecto. No sabemos nada de nuestra industria. No hemos ido más lejos que pelearnos por sus rendimientos. Hemos pensado el petróleo como rentistas. Hemos llegado a afirmar que no somos un país rico.

Y al parecer, la Coordinadora Democrática ha decidido que, sin preámbulo y por culpa de Chávez claro está, pasemos, de un todo, a ser un país pobre, miserable, sin gas para cocinar, sin alimentos, sin cerveza en navidad. ¡Qué clase de propuesta es esta! Demuestra una fuerza que si no una estafa, es un suicidio.

Siento disentir del hacedor de este truculento argumento.

Para ser Oposición, además de poder o dinero deben plantearse ideas propias, no mimetizar, como parte de la estrategia distorsionadora de los medios, la propuesta del adversario como si no hubiese otra posiibilidad.

El pasado no puede ser un contenido ni una propuesta.

Hemos cambiado, hemos crecido y además de desobedecer, debemos demostrar que hemos aprendido a hacer algo. A entender, por ejemplo, que el bien común es la base del bien personal, como sabía Simón Rodríguez.

Si tuviésemos internalizado el petróleo como una gran posibilidad para el bienestar de todos los venezolanos y de todas las actividades económicas del país, nadie podría tocar ese bien común, ese bien nacional.

Pero, la queja persistente sobre este don, el petróleo como excremento del diablo o como oro negro, nos ha hecho ver y manejar el petróleo como un secreto que produce dinero y nadie, sólo ellos, los meritocráticos, saben cómo.

Si el petróleo realmente nos perteneciera, si perteneciéramos, como dice nuestra cedula, a Venezuela, un país petrolero, no se le ocurriría a un ciudadano parar a Pdvsa, ni siquiera asomar la idea como amenaza reivindicativa. El país completo rechazaría esa posibilidad. Sin embargo, misteriosamente, una manifestación ciudadana de los gerentes para evitar la politización de la empresa, termina en la utilización de Pdvsa por los gerentes como arma política: Chávez vete ya.

La cantidad de violencia de esta trama viene enfundada en el disfraz de la civilización. Pero dudo que, fuera de la ETA, una fuerza política en España lograra tener algún séquito si pretendiera parar la producción de Jabugo. Y es un ejemplo.

Espero que ahora que hemos arriesgado nuestras vidas por el petróleo aprendamos a valorarlo y obrarlo como un verdadero bien común. Sería un milagro si lográramos que la gestión del oro negro fuese transparente.
Escritora







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Stefania Mosca - Últimas Noticias, domingo 22 de diciembre de 2002


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