Autoestímate

La vi despampanante, asombrando miradas en el Centro San Ignacio. Era la misma mujer espectacular que conocí en la Escuela de Estudios Internacionales en la UUUCV.

Era Cynthia Zuloaga Mendoza. Venía con un cuerpo acostumbrado al ejercicio, a la dieta y a la provocación. Todos los hombres y mujeres del centro comercial veían con envidia aquella escultura viva que se pavoneaba en el nivel uno.

- Roberto- me dijo. Y me tomó del brazo. “Contigo quería hablar, amigo. Tanto tiempo sin vernos”.

No dije nada. Me dejé llevar. Me llevó hasta una silla de un cafetín y me sentó allí, después tomó otra silla y se dejó caer con una elegancia estudiada. En ese instante sentí que más de uno me estaba envidiando.

Y entonces, con esa boquita tan excitante y linda, me dijo:

- No es posible, Roberto, un tipo inteligente, licenciado en Estudios Internacionales y en Comunicación Social, esté apoyando esta cosa. Tienes que quererte un poco más, amigo. Te he visto por allí en televisión diciendo barbaridades. Yo que no veo ese canal, tuve que verlo porque me contaron que estabas allí. Y ese día, amigo, casi lloro. Me dicen que también escribes a favor de esto que llaman proceso. No, amigo, tú no eres de esa gente, tú naciste para otra cosa, tú no puedes estar aupando con tu presencia esta pesadilla. Quiérete más. Autoestímate, chico. Tú no tienes pinta de comunista. A ti no te gusta esa chusma. Tú no puedes estar allí haciéndote cómplice de ese montón de ladrones, de corruptos.

Respiró y pidió café. “Y qué quieres tú”, - me dijo. Al fin pude decir algo: “Un beso y un café negro”. “Tú siempre igualito”, - me dijo. Y me dio un beso que todavía lo sueño y lo pienso y lo llevo aquí.

Siguió diciendo:

- Tenemos que seguir hablando. Tú eres un tipo que lo tiene todo. Para qué apoyas a esa cuerda de pillos. Te estás dejando de querer. Tienes que leer literatura de autoayuda. Yo te voy a regalar todas las obras completas de Paulo Coelho. Yo te quiero salvar, Roberto. Estuve buscando tu número de teléfono y ninguna de mis amigas lo tenía, porque claro, ellas ya ni te quieren ver. En cambio, yo creo que estás a tiempo de salvarte.

En ese momento se acercó un tipo y le dijo: “La llama su padre, señorita”. Y le pasó un celular. Ella atendió y dijo: Sí, papi, ya voy, estoy salvando a un amigo”.

Se levantó de la silla, me pidió el número de teléfono, se despidió, y cuando salió caminando se volvió y me dijo: “No te olvides, autoestímate, Roberto”.


Esta nota ha sido leída aproximadamente 3871 veces.



Roberto Malaver

Periodista y escritor. Niega ser humorista, a pesar de algunas evidencias que indican lo contrario. Co-moderador del popular programa "Los Robertos", al cual insisten en llamar "Como Ustedes Pueden Ver". Co-editor del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz". "Co-algo" de muchos otros proyectos porque le gusta jugar en equipo.

 robertomalaver@gmail.com      @robertomalaver

Visite el perfil de Roberto Malaver para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:


Notas relacionadas