Conciencia critica de una época
El existencialismo constituyó una postura de reproche a una línea de pensamiento fundamentada en la razón. Sin embargo, es necesario examinarlo en sus peculiaridades, en las herencias lingüísticas y teóricas que esta filosofía ha recibido, y es dentro de esta tradición que se sitúa el pensamiento de Sartre; quien ha sido definido por Heidegger como el último metafísico de Occidente. Una línea común formó parte de su pensamiento, la búsqueda y el esfuerzo por construirse constantemente, es así que la formación de su filosofía y sobre todo Critique de la Raison dialectique (l960), deba señalarse como una obra de combate. En este libro Sartre intentará dar cuenta del pasado de la filosofía francesa, de las sacralizaciones y las prohibiciones de ésta, en l925 Francia no conocía el marxismo, éste era un tema tabú en las universidades; allí se presentaban a las claras las confrontaciones teóricas de dos ideologías, de dos interpretaciones del mundo. De un lado una línea de reflexión conforme con el mundo práctico empírico que se habitaba, y de otra parte una interpretación de los hechos que aspiraba a la trascendencia.
La Crítique de la Raison dialectique constituye una crítica a los presupuestos teóricos del marxismo soviético, allí aparece reflejada la acción de la burocracia destinada siempre a interpretar el mundo a través de las ideas, desdeñando la particularidad histórica. El marxismo se había vuelto un dogma, la realidad debía corresponder con la teoría, ello encarnaba un problema vital, el desplazamiento del proletariado por el partido comunista como agente de cambio. Es dentro de este contexto que Sartre trató de insertar la particularidad histórica con la reflexión teórica. El marxismo-a su decir-necesitaba una nueva vigorización, y ésta debía estar conformada por el existente, de aquí su idea de volver al individuo particular, a los problemas de su cotidianidad.
Podríamos decir con Heidegger que el hombre era un ser en derilection, lanzado al mundo. El problema que se estaba planteando era el de la conciencia; la filosofía tradicional la había tenido como fundamento. Desde el mundo griego, desde los grandes sistemas se planteó la modificación de las ideas en la percepción del hacer. La conciencia estaba metida en la historia. La Ilustración había dicho razón como negatividad, o razón como fuerza de cambio. La filosofía de la modernidad había continuado con ese esquema, sólo que ahora se planteaba una consubstanciación entre existencialismo y marxismo. Posiblemente Sartre sea un pensador a medio camino al no realizar el salto definitivo que podría plantear la superación del marxismo, y al quedar anclado en los presupuestos teóricos metodológicos con los cuales la modernidad había planteado el problema. La idea que esbozamos es que la Crítique de la Raison dialectique fue un libro de entusiasmo, de creencia en la historia; allí se sostiene el argumento de que es posible realizar el ideal utópico de la emancipación por el intermedio de la razón hecha praxis, y cuyo sujeto es la clase social (el proletariado).
La crítica sartreana a la filosofía y sobre todo a Lukács, así como también a otros intentos mecanicistas de interpretación de la totalidad lo lleva a decir: “Valéry est un intellectuel petit bourgeois, cela ne fait pas de doute. Mais tout intellectuel petit–bourgeois n’est pas Valéry” Sin duda, la reflexión sobre la literatura conduce a Sartre a alejarse de los esquemas mecanicistas y a sobrepasar la tendencia de explicar la obra de arte por la simple mediación: base-superestructura. Se trataría más bien de buscar otras mediaciones, posiblemente sean la sensibilidad, la individualidad, el gusto particular, y la forma antes que el simple contenido. De esto se deduce su esfuerzo de amalgamar el existencialismo con el marxismo, ya nos ha dicho de su tarea por reivindicar su concepto de hombre que no es la simple conciencia racionalista, sino el lugar, la situación, el puesto que ocupe esa conciencia dentro de la existencia. Entonces, el existencialismo aparecerá como una especie de filosofía vigilante.
Sartre crítica la concepción mecanicista de Engels, con respecto a Napoleón, al pretender que él sólo fue el producto de sus condiciones históricas y sociales, y que de no existir cualquier otro hubiese llenado su lugar. El presupuesto epistemológico anterior es opuesto a una filosofía que pretende reivindicar al individuo y cede su fuerza a una explicación de la conciencia que la hace depender de la exterioridad. Se trata entonces en La Crítique de la raison dialectique de señalar hasta la saciedad que el hombre es garante de la historia, participa en la confección de ésta. La historia tiene un carácter materialista, y la conciencia no obedece al simple condicionamiento de los factores objetivos como habría planteado la sicología mecanicista de Pavlov. La intención de Sartre en La Crítique de la raison dialectique es desmarcarse del concepto de historia hegeliano, en donde la voluntad histórica está marcada por la voluntad del concepto, y en las sucesivas negaciones que este sufre. El intento de Sartre para la época podría mostrarse como esperanzador, el psicoanálisis no constituiría una teoría despreciable para comprender al hombre.
A la noción interpretativa del hombre en su globalidad, Sartre ajustaría el problema de las circunstancias históricas dentro de la cuales se tejía esa conciencia, pudiendo ser la familia, el grupo, la educación, la escuela, de aquí que se hable no sólo de la universalidad, sino también de la particularidad. El ingrediente heurístico entraba a formar parte de esta estrategia metodológica. También La Critique de la Raison dialectique subyace profundamente influenciada por los recientes avances de la antropología francesa de los años sesenta. Sartre presenta y respeta la noción de la diferencia. La idea de una historia del progreso, lo cual implicaría comienzo y fin de esta noción, es completamente rechazada. Los hombres interpretarían sus historias de acuerdo a sus particularidades, la conciencia era histórica y la posibilidad de emancipación residía en ésta, la filosofía tendría su propio sujeto emancipador: el proletariado. La tesis sartreana es profundamente justificacionista con respecto a la existencia de una teoría global de la libertad; ésta era concreta y no abstracta, así que apostar a un fin de la historia constituiría una tarea imposible. Cuando hablamos de Sartre la pertinencia es exponer la conciencia en su posibilidad de salir de lo práctico inerte y de desbaratar el mundo de la alienación, el concepto que se enarbola sigue siendo el de praxis.
En Questiones de methode, reflexión añadida a la publicación del libro de Crítica de la raison dialectique, estipula la existencia de la posibilidad de estudiar la conciencia como fenómeno, no desde el ángulo mecanicista del marxismo ortodoxo, sino haciendo hincapié en la singularidad, en los aspectos que el marxismo no había podido revisar, Julian Sorel no podía ser visto mecánicamente como una conciencia que aspiraba al ascenso social; allí estaba la obra de arte, su finura y textura, el alma humana que Stendal había intentado dibujar para dar cuenta del psiquismo de sus personajes. En Rouge et Noire se habla de otras características psicológicas de los personajes, de las interacciones que estos realizan, de la realidad examinada como proyección, aludiendo a lo que sería el futuro; haciendo esto el concepto de historia cambiaría, de una línea pavloviana de la sicología nos vemos introducidos en las meticulosidades del espíritu, así como también en la disolución del yo que Sartre plantea. En la obra de Marcel Proust los hombres actúan en el mundo entrando en escenario sus propios proyectos, la percepción, el mundo en su disolución, es así como podríamos sostener que la Crítique de la raison dialectique es un libro profundamente esperanzador en cuanto al cambio y a la posibilidad de agrandar el eje de interacciones con los cuales se había manejado el marxismo hasta el momento, pero que no termina de encontrar el camino que guarda la esperanza de rescatar al marxismo de su propio hueco.
El individuo para Sartre es su propia historia de vida, liquidar este aspecto constituye una torpeza. En nosotros sigue residiendo lo que hemos sido, más allá de la historia, de la clase social, de la conciencia a la cual se pertenece, encontramos al individuo, su personalidad, su carácter e inclinaciones; aparece allí el mundo de las decisiones, los entusiasmos del hombre, sus propias inclinaciones “...Dépasser tout cela, c’est aussi le conserver: nous penserons avec ces déviations originelles, nous agirons avec ces gestes appris et que nous voulons refuser”
Es clara la tendencia psicoanalítica de Sartre en este momento, el hombre desde el punto de vista estructural no puede ser tan sólo su propio presente. Los conceptos claves para entender el meollo conceptual por el cual se desplaza el autor serían la diacronía y la sincronía. El propietario capitalista según Sartre, tendría a la muerte como antesala, y se aferra a la propiedad en olvido de esta circunstancia, no olvidemos que Sartre viene de la escuela fenomenológica alemana, y sobre todo ha tomado una postura ante la filosofía de Heidegger; quien considera a la muerte como momento de todos los momentos, como la autoliberación de la existencia. La muerte para Heidegger sería la ocasión del ver y del comprender absoluto. Para Sartre ésta se mostraría como una realidad insuperable ante la conciencia del burgués; quien busca su perpetuidad en la propiedad, aquí es claro el intento del autor que nos ocupa de realizar un psicoanálisis existencial. La conciencia está perturbada por otras búsquedas, además la median otras circunstancias totalmente diferentes a la simple producción y reproducción material.
El intento sartreano obedece a superar una línea mecanicista de interpretación de la historia. De aquí que no sólo dialogue con el marxismo expresado en su interpretación mecanicista, también lo hace con el hegelianismo, con el psicoanálisis desde su concepción más crasa (el determinismo) y también con la fenomenología heideggeriana en su reducción del ser allí a su mero carácter de circunstancia, a la expresión del Ser, o a las acciones que el Dasein edifica con respecto a las cosas. La filosofía sartreana está asaltada por otras preocupaciones expresadas en su novelística: el absurdo, la soledad, la finitud, la muerte. El mundo en Sartre se presenta como efímero, vacuo, proclive al aburrimiento, al sin sentido. El fardo de la vida parecen ser los días, y el infierno son los otros. Así dirá en Huis clos “ Entonces esto es el infierno. Nunca lo hubiera creído, ... Os acordáis , ¿verdad? : el azufre, la hoguera, las parillas... Que tontería todo eso...! ¿ para qué las parillas? El infierno son los demás” . La conciencia se manifiesta aquí como acontecimientos, y como lucha de proyectos.
La realidad para Sartre no es plana como ha pretendido plantearla el dogmatismo revolucionario; ésta se expresa en complejas existencias de pensamiento que dislocan una estructura social, que pone en jaque la idea de progreso y de justicia declarada por la burguesía como sentimiento universalizador, esgrimiendo para ello la crueldad del mundo natural, la asimetría de la naturaleza. Se trata entonces de plantear que la bondad natural y el progreso forman parte de las utopías de un pensamiento. Se plantea ir a las bases del discurso, distorsionar lo que se ha presentado como verdadero y universal, para ello será necesario el cuestionamiento de la idea de igualdad. Entonces en el pensamiento de Sade la naturaleza sería un espejo, allí se manifestaría la lucha. La naturaleza no conocería las pautas de la moral burguesa, no sostendría lo débil, en ella los sentimientos se presentarían desbocados, todo era justificable. La moral habría desviado al sentimiento de la fuerza. La sociedad luciría como modelo de contención.
En su obstinada lucha contra el mecanicismo Sartre se empeñará en resaltar la función del individuo, éste deja su impronta sobre las condiciones reales de la historia que habita. El papel del jefe será vital, no obstante la historia objetiva y las tendencias políticas de las clases están allí, obedecen a sus intereses. El individuo tiene ingerencia en las decisiones, construye una nueva argamasa, pero la conciencia -como posibilidad de la historia- se manifiesta -para decirlo en términos de M. Weber- con arreglo a fines sociales, políticos e ideológicos. Se trata de evaluar una vitalidad, y allí radica la tarea del existencialismo, en ponernos a la mano ese hombre descuidado en el carácter de la propia historia que vive “L´objet de l’existentialisme -par la carence des marxistes– c´est l´homme singulier dans le champ social, dans la classe, au milieu des objets collectifs et des autres hommes singuliers...” También considerará Sartre -dentro su evaluación general de la historia- la idea de generación; cada una manifiesta su propia cosmovisión de las cosas y del mundo, lo que se ha cerrado a una generación corresponderá a la precedente dilucidarlo, entenderlo.
La idea con la cual se maneja Sartre en estos años es la de ruptura entre cosmovisiones del mundo, el objeto está allí sólo que ha sido entendido de otra manera. Sartre está impulsado en Question de méthode a examinar el problema de la biografía, la sindéresis a la cual aspira es a la definición de lecturas de la conciencia, esa interpretación es sin duda superior a la precedente, de allí su progresividad, allí aparece un claro contenido hegeliano en el examen sartreano de la historia, sin embargo esa conciencia retorna a sus circunstancias, a las condiciones que la han hecho posible. La manifestación del método progresivo-regresivo en Sartre es evidente. Interesa al autor sobre todo precisar los signos fundamentales de vida del sujeto que realiza la historia, dentro de este esquema de análisis entran a formar parte los hábitos de vida del personaje que se intenta biografiar, sus inclinaciones, sus actitudes.
El autor pone como ejemplo el caso de Robespierre, así como también la identificación que siente Flaubert con Emma Bovary. Flaubert llegaría a un estado de transmutación artística, a poner en un personaje literario lo otro de sí, y desde esa esquina él será capaz de entender su mismidad. En este sentido Sartre no desdeñará la posibilidad de recalcar la excelente posibilidad que constituye la literatura para fungir como autoanálisis.
La obra de arte se presentaría como momento estelar para conocer al otro, ésta permite seguir al lector el dato concreto y psicológico de una determinación humana. La obra permitiría retratar al yo, sus implicaciones, es el momento que da pie para que la conciencia humana pueda retratar otra conciencia que es la del biografiado, así como también la del biógrafo. El hombre vive inmerso en un conjunto de significaciones, el valor es propio de los actos, la mediación aparece por todos lados, las cosas denotan una actitud psicológica, están dispuestas en un orden; él obedece a nuestras intenciones en el mundo. Siendo así, la disposición del mundo, de los objetos, señala una postura, un estado de ánimo, la inocencia no existe, la disposición de los objetos en el mundo señala una situación, una frecuencia. El mundo es simbólico, y esos símbolos con sus cargas significantes nos envuelven a todos, dan cuenta de una intencionalidad. Desde esta estructura Sartre encontrará en lo vivencial la garantía a través de la cual se expresa la conciencia, podemos reconstruir la noche anterior de una fiesta, o de una orgía simplemente observando el rostro de una sala, la disposición de los objetos entre los cuales vive el hombre y que no le son extraños o indiferentes. El método regresivo-progresivo es una reconstrucción sintética de un espectro, de una situación del mundo, el método le da una ubicación a la conciencia. El hombre como lo diría Heidegger en Etre et Temps, vive en y dentro de las cosas y de los utensilios. Sartre estará preocupado por resguardar el marxismo, por no dejarlo envejecer, manifestará una profunda oposición a las tendencias que pretenden positivizarlo. La verdad de la demostración se la reserva a la garantía del dato empírico.
La cruzada sartreana en primer lugar estaba ubicada como una lucha contra el sectarismo, y contra la miopía que engendraron las concepciones estalinistas de la historia; en éstas el concepto del hombre desaparecía para dar paso a una concepción economicista. La historia desde esta perspectiva era vista como proceso, habían mecanismos objetivos que la propiciaban: la lucha de clases, los factores objetivos de la vida material, la lucha entre proletariado y burguesía. El interés de ese marxismo cientificista y positivista al cual recusa Sartre fue el dato histórico, se sabía allí bien que el sujeto humano no tenía ninguna entrada, todo camino hecho en este sentido era calificado de psicologista. Es por ello que el humanismo sartreano reivindica al hombre, éste había sido el gran olvidado del juego. Al detalle biográfico de la vida se anteponían el Capital, las obras científicas de Marx, la conciencia del proletariado, sin embargo desde una excelente síntesis teorética Sartre reivindica al psicoanálisis existencial, al mundo, a las inclinaciones, al proyecto humano en donde aparecerían como una unidad dinámica las fuerzas que le imponíamos a las cosas, para hacer esto había que deslastrarse del chantaje y del horror que tenían los filósofos revolucionarios de no ser tales, de persistir encerrados en la ideología burguesa. En ese camino la filosofía había renunciado a su empresa. Podríamos preguntarnos qué queda de Sartre hoy, antiestalinista por excelencia, opuesto al sectarismo, asumido como el Voltaire del siglo XX, en ruptura permanente con el concepto de historicidad y por tanto con las ideas de progreso, base y paradigma de las ideas que han sostenido a Occidente.
Sartre no representa tan sólo un testigo de excepción de su época, sino un desneurotizador de la filosofía, sus luchas anticolonialistas no asumen solamente un carácter de liberación política con respecto a la bota de las grandes potencias, sino una ruptura permanente con la episteme del siglo veinte y la puesta a salvo de la diferencia. El mundo podría ser concebido y respetado en sus diferentes lenguajes. Contra el holismo del marxismo, Sartre, esgrime su voluntad de reivindicación de la singularidad, del extraño. Se declara contrario a la idea de la existencia de una esencia humana universal para todos los hombres, en esto presenta una radical diferencia con el psicoanálisis, la idea sería más bien ver al hombre en situación y evaluarlo como el cúmulo de todas sus experiencias, en donde como proyecto está obligado a ser libre, a saber que su pasado individual lo condiciona, y a darse cuenta que está enclavado en una maraña de significaciones.
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i) Jean-Paul Sartre. Critique de la Raison dialectique. page 53
ii) Jean-Paul Sartre. Questions de méthode. Page 52
iii) J-P Sartre Huis clos, Editions Gallimard, 1947
iv) J-P. Sartre. Questions de méthode in la Critique de la raison dialectique. page 103
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Ma. Isabel Maldonado. Maîtrise en Philosophie, Universidad de Paris 8 Vincennes – Saint-Denis Francia. Profesora de la Universidad Bolivariana de Venezuela, Diplomado en Gerencia Pública.
Nelson Guzmán. Dr. en Filosofía, Universidad de Paris 8 Vincennes – Saint-Denis. Dr. en Ciencias Sociales Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de Paris. Magíster en Historia y Civilización, Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de Paris. Profesor del Doctorado en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela.
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