Los que viven de la muerte no pueden llamarse vivos



Querido Alí: Se dice que algunas verdades se clarifican predicándolas de forma inversa y este es el momento de poner un triste ejemplo.

En Amuay, tu tierra Alí, en estos días un puñado de compatriotas han muerto por la vida y en consecuencia, como tu lo cantabas, no puede llamarse muertos, pero por desgracia, no le podremos pedir a las campanas de todos los campanarios que se callen, porque otros, la canalla de siempre, están alimentándose de la muerte. Son muertos vivos y putrefactos por los que las campanas deberán tañer eternamente, no llorando su muerte –los muertos nunca mueren- sino espantando su presencia.

No es el momento de hacer bromas, pero en verdad, para ahuyentar a ciertos personajes quizá sería prudente usar collares de ajos, como los que se recomiendan para espantar al conde Drácula.

Ojalá fuera tan fácil como usar ajos, cruces y estacas, lograr que los poleos, los petkofes o los bocarandas reposaran plácidamente en sus lujosos ataúdes forrados de terciopelo rojo, pero por desgracia la baba orgásmica que riegan estos bichos frente a la muerte ajena, frente al dolor de madres, hijos y esposas, ha salpicado nuestro duelo de vergüenza.

Frente a este espectáculo macabro, este aquelarre de brujas como Toro Ardí y la gobernadora del Zulia, que no paran de hacer fiesta celebrando la muerte y el dolor ajeno, no entiendo como quedan voces que hablan de conciliación. Nunca en otras circunstancias sería tan clara la fractura, el abismo que se abre hoy en Venezuela entre los que estamos dispuestos a morir por la vida y los que solo viven para convertirse en mercancía. Así de claro es el parteaguas entre socialismo y capitalismo, pese a que los gatos pardos difuminan a veces el paisaje.

Ha pasado la hora de gritar ¡No Pasarán!, se trata hoy de plantarse en medio del camino de la Historia y evitar ciertamente que pasen, como pasan hoy impunemente frente a nuestras narices pregonando sus mensajes de muerte, porque controlan unos medios de comunicación que algún día deberá arrebatarles la revolución, si no queremos que con esos mismos medios la asesinen.

Igual que Bolívar despierta cada cien años, cuando despierta el pueblo, tambien Adolfo Hitler volvería a despertar si acaso el pueblo se quedara dormido.


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Pedro Calzada


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